Pero lo
entendemos. Éste es un proceso que está siendo, forzosamente a veces,
impulsado por los cambios en el clima, por la escasez de recursos
Paula Muñoz.
Es difícil, lo sabemos. Realizar cambios voluntarios en nuestras
vidas y comenzar a seguir todos esos consejos que escuchamos con
majadera insistencia a diario es complicado. “Que reduce, que recicla,
que reutiliza, prefiere lo local, prefiere lo orgánico, prefiere la
feria, prefiere un producto verde, cambia la ampolleta, aliméntate sano,
haz ejercicio, prefiere la bicicleta, aprende compostaje, consume
responsablemente”, y así podría seguir y seguir. ¡Es mucho!
Pero lo entendemos. Éste es un proceso que está siendo, forzosamente a veces, impulsado por los cambios en el clima, por la escasez de recursos, por las campañas educativas, por nuestros hijos e hijas que nos presionan desde el hogar o por decisiones políticas. El tema es que hoy somos ciudadanos por una causa, ciudadanos que buscamos evitar el deterioro dramático de los recursos naturales, que tenemos la intención de cuidar nuestro entorno y buscamos cómo hacerlo efectivamente. Es decir, practicar un “comportamiento sustentable”.
Pero lo entendemos. Éste es un proceso que está siendo, forzosamente a veces, impulsado por los cambios en el clima, por la escasez de recursos, por las campañas educativas, por nuestros hijos e hijas que nos presionan desde el hogar o por decisiones políticas. El tema es que hoy somos ciudadanos por una causa, ciudadanos que buscamos evitar el deterioro dramático de los recursos naturales, que tenemos la intención de cuidar nuestro entorno y buscamos cómo hacerlo efectivamente. Es decir, practicar un “comportamiento sustentable”.
Y es ahí donde no está lo fácil, porque siempre tiene cierta
complejidad convertirse. Requiere deliberación (“yo decido hacerlo”),
una meta (“quiero lograr algo”) y sobre todo ACCIÓN (“cómo lo hago”).
Ese es el tema, la acción materializa este cambio y nos anima a
comprometernos. Es el desarrollar esa conciencia más sustentable
-ambiental, social y económica- lo que nos permite tomar decisiones más
responsables. Es entender que mi comportamiento tiene un impacto en el
tiempo y en el espacio. Soy parte de una cadena y un equilibrio mucho
más grande que me lleva a pensar con humildad en mi contribución.
Este comportamiento sustentable se empieza a meter en tus hábitos
diarios y, lentamente, comienzas a ver que tu estilo de vida cambia
deliberadamente. Tú tomas el control, tú eres la acción.
Empezamos a reutilizar cosas, reciclamos algo, visitamos un punto
limpio, pienso dos veces antes de comprar algo que “quizás” no necesito,
que quizás recorrió miles de kilómetros para terminar en mi mesa,
reviso si tengo útiles escolares que puedo utilizar este año, empiezo a
generar la costumbre de pasar la ropa entre mis hijos, hijas, sobrinos y
amigos. Convierto en costumbre comprar en el almacén de Don Manolo con
mi bolsa de tela y, en un momento de osadía o locura, hago un huerto en
el patio o empiezo a producir compost.
El tema es que ese proceso, empezar con acciones y transformarlo en
un estilo de vida, tiene sus días buenos y sus días malos. A veces, en
esos días más desafiantes, añoro la ignorancia de pensar que era la más
ecológica del colegio porque botaba la basura en los basureros, o pensar
en las duchas eternas e irresponsables que me daba hace 25 años atrás.
Luego, la realidad me golpea y veo que es necesario cambiar, que mi
comportamiento tiene un impacto. Ejerzo ese poder, tratando de decidir
con información y responsabilidad. Comenzamos a sentirnos más
empoderados, nos afecta lo que vemos y las decisiones que se toman,
tenemos una opinión, una crítica, participamos más porque tenemos una
causa que nos da una voz.
Lo que tienes que entender es que tu esfuerzo vale, que aunque te
digan que es poco, vale de todas maneras. Ese es el primer paso. Me
apropiaré de las palabras de Iván Fuentes en ese discurso macizo y
conmovedor que dio hace unos días: “Con sentido de manada, con sentido
de cardumen”. Avancemos hacia una sociedad más armónica, preocupada más
allá de nuestro metro cuadrado, más empática y solidaria con el planeta.
Así, todos ganamos.
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