Seis documentales sobre temas medioambientales fueron
“retirados” de la programación de un festival organizado en junio pasado
por la Autoridad Nacional del Agua (ANA). Los documentalistas afectados
denuncian que se trata de un atentado contra la libertad de expresión.
El documental La travesía de Chumpi cuenta la historia de una
comunidad achuar asentada cerca de la frontera con el Ecuador y también
sus esfuerzos por proteger sus ríos y su lugar sagrado –una catarata
nunca visitada por algún occidental– de la llegada de las empresas
petroleras a las que se les ha concesionado gran parte de su territorio.
Filmado el año 2009, ha ganado varios premios aquí y en el extranjero,
pero fue censurado en el festival “Agua: un patrimonio que circula de
mano en mano”, organizado por la Autoridad Nacional del Agua (ANA), que
se realizó en Lima durante todo el mes de junio pasado.
El filme fue uno de seis documentales sacados de la programación del
festival porque sus historias hablan de la contaminación y el conflicto
social generados por las industrias extractivas. Fernando Valdivia,
realizador de La travesía…, comprobó que su trabajo no fue proyectado
durante los últimos diez días de junio, incumpliendo la programación que
figuraba en los afiches del evento. “Algunas personas nos contaron que
no se estaba respetando la programación. Acudí los días en que debían
pasar mi trabajo y comprobé que no lo ponían”, cuenta. Incluso preguntó a
los operadores por su documental y ni siquiera tenían el DVD que hizo
llegar a los organizadores.
Él y miembros del Grupo Chaski fueron en distintos días y horarios, y
comprobaron que cinco títulos más habían quedado fuera de la
programación. Stefan Kaspar, director de Chaski, precisa que el festival
proyectó los documentales programados entre el 1° y el 20 de junio,
pero que a partir de esta fecha la Autoridad Nacional del Agua
–organizadora del evento– optó por no pasar las seis cintas. “Personas
vinculadas a la propia organización nos contaron que funcionarios de la
ANA pidieron ver los documentales y exigieron reemplazarlos por otros”,
explica.
Historias para recordar
Choropampa-El precio del oro, de Ernesto Cabellos y Stephanie Boyd,
que cuenta la historia del pueblo cajamarquino que sufrió la
contaminación por mercurio de la minera Yanacocha, también está entre
los documentales censurados. De los mismos autores se retiró
Tambogrande-Mangos, muerte y minería, que retrata al pueblo piurano
reconocido por su producción de mangos y limones, y su pelea contra la
empresa Manhattan. La documentalista Stephanie Boyd recuerda que además
de estos dos documentales, hace un tiempo TV Perú iba a transmitir en un
ciclo de cine su documental Operación Diablo, pero alegaron “problemas
técnicos” inexistentes. “Volví a darles una copia nueva, pero no lo han
pasado”, dice.
Los otros tres documentales cancelados por el festival fueron El
caso Majaz, de la productora Guarango, que describe los daños que una
operación minera provocaría en el ecosistema de los Andes piuranos;
Molinopampa, de Docu Perú, que cuenta la historia de un pueblo que sufre
la falta de agua y no puede acceder a más porque una operación minera
ocupa la cuenca que podría salvarlos; y El oro o la vida, del
documentalista colombiano Álvaro Revenga, que habla de estos mismos
problemas en comunidades de Guatemala, El Salvador y Honduras.
Consultada por lo ocurrido, Doris Moromisato, encargada de la
organización del evento de la Autoridad Nacional del Agua, señaló que sí
se proyectaron los documentales citados y otros más. “Un evento sobre
el agua debe mostrar los pros y contras del tema. Hemos pasado
documentales de todo tipo”, dijo, aunque no afirmó que estos se pasaron
los 30 días de junio. Por su parte, los documentalistas señalan en un
comunicado que se busca “impedir que circule información sobre los
impactos reales de los negocios extractivos”.
Los trabajos censurados han ganado premios en todo el mundo. Sus
historias hablan de la contaminación y el conflicto social, pero también
de una realidad que afecta a gran número de peruanos. “Es importante
que la población y las autoridades conozcan su contenido. Esto es como
querer tapar el sol con un dedo”, dice Stefan Kaspar.
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