Zonas de sacrificio no es un trabajo “cerrado”. No es una ni
varias historias concluidas, sino que está en permanente elaboración y
el final es incierto, depende de la correlación de fuerzas para torcer
el rumbo de esta matriz extractivista que se cierne en buena parte de la
geografía del país y de la región.
Palabras preliminares
Cuando este libro abandone la imprenta y comience a circular en
actividades, espacios de debate, o, simplemente, de mano en mano, el
Observatorio Petrolero Sur (OPSur) habrá cumplido sus primeros cuatro
años de existencia. Para nosotros, el aniversario contará con una franca
ambivalencia. Por un lado, marcará la consolidación del trabajo y la
organización que iniciáramos a mediados de 2008, luego de un recorrido
por diversas localidades y parajes de las provincias de Neuquén y Río
Negro, difundiendo dos proyectos que sentaron las bases para la creación
de este espacio: el documental Patagonia petrolera, la frontera
movediza y el cuadernillo Patagonia petrolera, el desierto permanente
-que incluimos en la segunda parte de este libro. Por el otro, el
crecimiento de OPSur se vio forzado por el inédito proceso de expansión
de la frontera hidrocarburífera a escala nacional, que empezamos a
observar durante el viaje a Norpatagonia, y, en particular, a partir del
proyecto de exploración de hidrocarburos en la cuenca del Ñirihuau.
Aquí está la paradoja del aniversario.
La necesidad de documentar y dar difusión a los diversos perjuicios y
conflictos socioambientales que acarrea la instalación y el desarrollo
de la industria -sobre todo en aquellas regiones que cuentan con escasos
o nulos antecedentes en la materia, y en las que las explotaciones de
petróleo y gas deberán convivir con otras producciones locales y
matrices civilizatorias alternativas-, nos conminó a analizar la
situación de otras regiones, como las provincias de Chaco y Entre Ríos,
y, con mayor profundidad, las zonas orientales de Jujuy y Salta. Durante
los meses de agosto y septiembre de 2010 visitamos esa porción de NOA,
conocimos a su gente, sus comunidades, organizaciones; comprendimos
otras dimensiones del territorio que ya es intervenido por esta
industria extractiva o está a punto de serlo. Vivimos sus necesidades y
pesares, también sus luchas y anhelos. En definitiva, sus proyectos para
construir un futuro diferente.
Zonas de sacrificio no es un trabajo “cerrado”. No es una ni varias
historias concluidas, sino que está en permanente elaboración y el final
es incierto, depende de la correlación de fuerzas para torcer el rumbo
de esta matriz extractivista que se cierne en buena parte de la
geografía del país y de la región. Tampoco es un trabajo “cerrado” en
términos de producción, ya que hay voces que no están presentes: en
algunos casos porque no pudimos llegar a ellas, en otros porque no
supimos de su existencia, en otros, porque elegimos no llegar a ellas.
Por esto último podrán decirnos que es un trabajo sesgado, porque no
buscamos la visión de las empresas y de las autoridades públicas.
Aclaramos entonces que nuestro objetivo fue conocer de “primera mano” el
cotidiano de la gente que vive en un territorio cuya suerte se pretende
decidir a cientos o miles de kilómetros de distancia, sin preguntarle
siquiera qué piensa. Estas páginas reúnen un conjunto de crónicas y
testimonios, escritos y modelados al calor de la urgencia por salir a la
calle, al campo, a la ruta, para hacerse escuchar.
Al final del libro decidimos incluir como epílogo un apartado dedicado a
la noción indígena de “buen vivir”, que, con bastante fuerza en
Ecuador, Bolivia y Perú, ha estimulado un fructífero debate en torno a
la necesidad de reformular la idea que tenemos del “desarrollo” a partir
de nuevas relaciones al interior de la sociedad, y entre ésta y la
naturaleza, y en el cual la cuestión energética cobra enorme
centralidad.
Nuestro trabajo siempre tuvo como premisa la idea de generar movimiento,
contribuyendo a una articulación creciente de múltiples sujetos y
organizaciones sociales, que sea capaz de superar el grito de “¡No!” que
se inscribe en la génesis de toda resistencia, y de dar lugar a un
momento propositivo, que alumbre la existencia de alternativas. Por esta
razón, esperamos que la noción del “buen vivir” sirva como puntapié
inicial de una nueva construcción colectiva, que, parafraseando al
revolucionario peruano José Carlos Mariátegui, no sea calco ni copia,
sino creación heroica.
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