Aquí la vemos en las escaleras de la casa de sus abuelos paternos en
la aldea de Fonfría. El sitio escogido no es casual, porque Marisol pasó
en esa casa muchos periodos de su infancia y, todavía hoy, acostumbra a
volver en épocas de descanso. La bata de laboratorio tampoco lo es,
puesto que desde siempre recuerda querer ser científica, aunque no muy
bien porqué. Dada la ausencia de antecedentes familiares, quizá su
vocación derivase de observar el mundo rural que la rodeaba e intentar
comprender, como el célebre Balbino de Neira Vilas, para “que serven as
estrelas e onde morren os paxaros”. Esta vocación la llevó a formarse
como bióloga en las universidades de A Coruña y Autónoma de Madrid y,
posteriormente, perfeccionarse como investigadora en el laboratorio
estadounidense de Cold Spring Harbor.
Fue durante su formación en EE.UU. cuando decidió escoger como
enemigo con el que batirse científicamente al melanoma. Junto con su
alta frecuencia y grado de malignidad, este cáncer de piel suponía un
fascinante reto científico puesto que sus múltiples alteraciones
genéticas le conferían una armadura casi inexpugnable contra cualquier
tratamiento clínico conocido hasta aquel momento. Usando como armas la
bata de laboratorio y las técnicas de la Oncología molecular, Marisol se
ha dedicado desde entonces a estudiar y desmontar las piezas que
sostienen esa armadura con el fin de poder desarrollar terapias más
eficaces. Esta lucha se desplazó posteriormente a campos de batalla en
la Universidad de Michigan en Ann Arbor (EEUU) y, finalmente, al Centro
Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) en Madrid. Aquí es donde
consiguió hace tres años una de sus principales victorias: la
identificación de un proceso biológico presente en el melanoma que,
cuando se estimula farmacológicamente a voluntad de los investigadores,
induce que las células tumorales se autoinmolen comiéndose literalmente a
sí mismas. La descubrimiento de ese talón de Aquiles y cómo
aprovecharlo terapéuticamente ha abierto la puerta para, en un futuro
más o menos lejano, destruir melanomas sin interferir con los tejidos
sanos que los rodean.
Peldaños
A Golada (Pontevedra), 19681986. Inicia la carrera de Biología en la Universidad de A Coruña, que completará en la Universidad Autónoma de Madrid en 1992.
1996. Premio Extraordinario a la Tesis Doctoral.
1999. Estancia en Cold Spring Harbor Laboratory, en Nueva York.
2002-2008. Profesora en el Departamento de Dermatología de la Universidad de Michigan.
2008. Regresa a España al Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), donde dirige el Grupo de Melanoma. Desde el 2010 es Directora del Programa de Patología Molecular en este centro.
2009. Premio Josefa Wonenburger de la Unidade Muller e Ciencia de la Xunta.
Marisol compagina sus investigaciones con la dirección del
Departamento de Patología Molecular del CNIO, la creación de una empresa
orientada al desarrollo de nuevas terapias antitumorales y la puesta en
marcha de la fundación MEL para asesorar a pacientes con melanoma. Su
pasión por su trabajo también la lleva a no dudar en coger su coche para
dar una charla divulgativa a chavales de instituto en O Rosal o a
participar, hucha en mano, en las cuestaciones a favor de la Asociación
Española contra el Cáncer.
Fuera del laboratorio Marisol no le hace ascos a bailar una salsa o
un buen tango y, quizá heredando algo de su padre ebanista, emplea parte
de sus ratos libres diseñando artículos de artesanía. Y no es raro
verla llegar a una reunión de amigos con un pote de queimada y sustituir
la habitual jerga científica por un buen conxuro. Es también, con la
objetividad que le da ser una auténtica ciudadana del mundo, una gran
enamorada de nuestra tierra. Quizá, como hace ella con el melanoma,
podamos aprovechar este punto débil para atraerla como investigadora
aquí.
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