sábado, 15 de septiembre de 2012

Preparados, listos, ya

La carrera electoral gallega se anima y se salta el guión. La tradicional placidez de una competición electoral a tres bandas entre fuerzas políticas de rancio abolengo que parecía haberse estabilizado en el sistema político gallego ha saltado por los aires. De hecho, se halla al borde de la extinción. Es el fin de la política gallega tal y como la conocimos.
Los tres grandes perfiles políticos donde se distribuyen los electores gallegos: el votante nacionalista, el votante conservador regionalista y el votante progresista, han visto incrementada de manera exponencial su capacidad de elección. La demanda permanece estable. Pero la oferta ha experimentado una expansión sustancial. A las tres opciones tradicionales, Bloque, socialistas y populares, se suman ahora nuevas posibilidades electorales compitiendo con posibilidades y atractivo por esos mismos caladeros de sufragios.
En la derecha, la casi segura irrupción de la opción política de Mario Conde plantea a los populares un escenario al que claramente no están acostumbrados y dudan cómo gestionar. Que alguien discuta su monopolio sobre el voto conservador les resulta una idea desconcertante. Al siempre complicado manejo de su coalición inestable con el baltarismo, la Democracia Feijoniana debe añadir ahora la gestión de un discurso que le obliga a escorarse a la derecha más de cuánto podría resultar razonable en un país moderado de por sí como Galicia. Solo la inseguridad puede explicar que, alguien tan curtido como Feijóo, cometa la imprudencia de darle juego al exbanquero para decir que “ni comparte ni comprende”. Los candidatos solo hablan de lo que les preocupa y parece claro que “la amenaza Conde” mete miedo.
El desgaste popular camina deprisa y no mira atrás. Sociedad Civil y Democracia tiene difícil lograr representación parlamentaria. Pero sí puede restar ese puñado de votos que salvan el último diputado popular, y la mayoría absoluta, en alguna provincia. Tampoco ayuda el uso estratégico y oportunista de “la amenaza Conde” practicado por el baltarismo para negociar mejor sus cuotas de poder. Aunque puede que el mayor destrozo de “la amenaza Conde” reside en su capacidad para desactivar la potencia del actual eje motor de discurso de la campaña popular: o nosotros o el caos de un tripartito. La respuesta de los otros resultaría obvia a partir de ahora: o nosotros, o negocios con un tipo que llama persecución política a ser condenado por llevárselo crudo, el Lute de los ejecutivos.
En el ámbito nacionalista, tras dejar cornudas y apaleadas a las almas cándidas de Compromiso por Galicia, el depredador Beiras ha encontrado un nuevo huésped más confortable en Esquerda Unida, nutriente primario para una simbiosis donde nadie entiende cuál es exactamente su ganancia. Además de arreglar lo suyo, no cabe duda de que Beiras ha puesto en el mercado un producto competitivo y atractivo para una parte de los votantes nacionalistas y progresistas.
El hueco se lo han abierto el BNG con el inmobilismo y la avaricia aplicados para gestionar la evidencia de que una parte de los suyos quieren cambios y más espacio en la casa común. Las incógnitas residen ahora en ver cómo somatiza el elector nacionalista tanto ruido para acabar presentándose con la izquierda española, o cómo gestiona la nueva coalición la enorme distancia existente entre el discurso soberanista que el éxito de la Diada empuja a hacer a los irmandiños y Gaspar Llamazares proclamando desde la televisión que en Catalunya hay cosas más importantes de qué ocuparse que la independencia.
En la izquierda, el único espacio relativamente libre de nueva competencia parecía el socialista. La hegemonía del PSdG en el llamado voto progresista estaba servida. Pero era demasiado fácil. A falta de competidores, ya se han dedicado los socialistas a dar estopa y espectáculo entre ellos. Parece increíble que, a estas alturas de la crisis, alguien que pretenda presentarse a unas elecciones desconozca que ya no se trata solo de que el electorado no entienda la pérdida de un minuto hablando de los problemas de los políticos. Hoy, además, el votante se cabrea y mucho. Pachi Vázquez ha dado muestras clara de entenderlo. Feijóo también. Ahora solo queda correr lo más rápido que se pueda y permitan las piernas.

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