La
extrapolación de las investigaciones a humanos indica una posible
predisposición a la adicción por parte de los hijos de madres
consumidoras de esta sustancia e insensibilidad hacia algunos
analgésicos
ECOticias.
El Instituto de Neurociencias de Castilla y León (Incyl) de la
Universidad de Salamanca ha publicado dos artículos en la prestigiosa
revista PLOS ONE acerca del efecto que la cocaína produce en los
embriones de pez cebra (Danio rerio). Aunque este modelo de
estudio está evolutivamente muy alejado del ser humano, los resultados
moleculares son fácilmente extrapolables a las personas e indican que
los hijos de madres consumidoras de cocaína podrían tener una mayor
predisposición hacia la adicción si prueban esta sustancia, así como
cierta insensibilidad hacia la acción de algunos analgésicos opioides.
El laboratorio de Raquel Rodríguez, directora del Incyl, se dedica
desde hace años al estudio de dos líneas de investigación: el dolor y la
adicción. Estos dos campos se unen en el estudio de los fármacos que
controlan el dolor, como la morfina, ya que a la larga producen
adicción. Siguiendo estas líneas de investigación, además de la morfina,
“pensamos en la cocaína como agente capaz de producir adicción”,
explica la investigadora en declaraciones a DiCYT.
Por esta vía, uno de los principales resultados que han obtenido los
científicos del Incyl contribuye a esclarecer los mecanismos por los
cuales la cocaína produce adicción. “La cocaína disminuye el microRNA
133b, lo que aumenta la función del factor de transcripción Pitx3 y
esto, a su vez, incrementa la dopamina y la actividad de los receptores
dopaminérgicos”, comenta el investigador peruano Roger López Bellido,
uno de los principales responsables de la investigación.
La dopamina es un neurotransmisor con muchas funciones, pero asociado
sobre todo con el placer. Si la cocaína incrementa esta sustancia y
los receptores celulares a los que se une, su consumo produce una gran
satisfacción a través de una mayor actividad del sistema dopaminérgico
en el núcleo accumbens, el “centro del placer del cerebro”. Así, “si te
gusta el chocolate, liberas dopamina en ese núcleo al comerlo”, apunta
el científico, pero el efecto de la cocaína es muy superior. “El
cerebro pide más cocaína y esto deriva en una mayor tolerancia, de
manera que se necesita cada vez mayor cantidad para lograr los mismos
efectos y con el tiempo las personas se vuelven adictas”, señala.
Esta relación entre la cocaína y el aumento de la dopamina ya se
conocía, pero descubrir ahora que está implicado un microRNA, que regula
la expresión de los genes, implica la existencia de alteraciones
genéticas. “Si una madre está embarazada y consume cocaína, la cantidad
que llegue al embrión produce una alteración del sistema dopaminérgico y
en el futuro puede ser que el niño tenga una predisposición al consumo
de la cocaína o desarrolle adicción con mayor facilidad”, explica
Roger López.
En definitiva, los resultados recogidos en el artículo de PLOS ONE
indican que la cocaína altera la expresión de algunos genes. “Desde la
gestación se estarían alterando ciertos genes que desarrollarían mucho
más el sistema dopaminérgico” y, de esta manera, ante una exposición a
la cocaína, se incrementaría la necesidad de volver a consumirla.
Estos efectos se han comprobado en los embriones de pez cebra a nivel
molecular. El siguiente paso sería comprobar si, efectivamente, estas
alteraciones se traducen en el comportamiento de estos animales, algo
más difícil de analizar, aunque podrían desarrollarse test para
determinarlo, como los que existen para otros animales de
experimentación, por ejemplo, los ratones.
Alteraciones en los receptores opioides
Por otra parte, la cocaína afecta a los receptores dopaminérgicos, relacionados con el placer, pero también afecta a los receptores opiodes, relacionados con el dolor. Este aspecto también ha formado parte de la investigación y los resultados indican de nuevo ciertas alteraciones recogidas en otro reciente artículo de la misma revista.
“Ya sabíamos que la cocaína alteraba la expresión de los receptores
opioides, que están relacionados con la analgesia y ahora, al exponer
los embriones de pez cebra a cocaína, vimos que los receptores opioides
disminuían su expresión”, algo que se produce a través de la
modificación de otro microRNA, denominado let7d.
En concreto, la cocaína aumenta la actividad de unas enzimas
involucradas en la formación del microRNA let7d y el incremento de éste
provoca una disminución de los receptores opioides, de manera que los
analgésicos opioides ejercen mucho menos efecto. Extrapolado al ser
humano, esto supone que “si una madre consume cocaína, disminuiría la
formación de algunos receptores opioides y tanto ellas como sus
embriones necesitarían una mayor cantidad de analgésico para calmar su
dolor”.
Por ejemplo, la morfina es un potente analgésico que se utiliza en
enfermedades graves que producen dolor intenso, sobre todo en algunos
tipos de cáncer. En este caso, los receptores opioides que permiten su
acción se verían disminuidos y, por lo tanto, su efecto analgésico sería
mucho menor debido a las alteraciones genéticas ocasionadas por la
cocaína.
Ventajas del pez cebra
Todas estas investigaciones tendrán que ser corroboradas en humanos, pero generalmente los resultados en pez cebra tienen su correspondencia en todos los mamíferos, porque a pesar de ser organismos muy diferentes los mecanismos moleculares se han conservado durante la evolución. La ventaja de hacer los experimentos con este animal es que su desarrollo es muy rápido: el cerebro está casi formado en 24 horas y la mayoría de los órganos, en 48. En apenas tres días completan un desarrollo equivalente a los nueve meses de gestación humana.
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