lunes, 11 de febrero de 2013

Gaza empieza a reciclar su basura


Hace unos meses las calles de Gaza se llenaron de basura por una huelga de limpieza, una acumulación de residuos que hizo concebir al joven ingeniero palestino Mohamed Neirab una idea que cambió su vida: levantar la primera planta de reciclaje de la franja.

"Abrir una fábrica para reciclar basura y escombros es una idea simple, orientada a proteger el medio ambiente y que hemos hecho realidad cerca de la frontera con Egipto", explicó Neirab, flamante director de la planta, abierta a finales del pasado año.

El desempleo, el empobrecimiento y la alta densidad de población del enclave, donde el 80 por ciento de familias dependen de la ayuda humanitaria, lo hace el lugar ideal para, a través del reciclaje, obtener recursos de donde parecía que no los había.

Decenas de camiones transportan a diario la basura a la planta, de diez kilómetros cuadrados y situada cerca de la ciudad de Rafah, en la que el primer paso consiste en pesar los desechos y trasladarlos a una máquina que abre las bolsas y comienza el proceso de separación, llevado a cabo exclusivamente por mujeres.

"Aislamos cada componente, fundamentalmente plástico, cristal, piezas de metal, papel y cartón. Un gran imán recoge las piezas de hierro y las mete en otra máquina", explica Fátima, conocida también como Um Mohamed (madre de Mohamed), responsable de otras 26 empleadas.

Con seis hijos y un marido que lleva a casa un salario muy escaso, Fátima decidió presentarse al trabajo en cuanto oyó hablar de la apertura de la planta.

"Ganamos cada una mil shekels (unos doscientos euros) al mes. Sé que no es nada, pero al menos son unos ingresos que ayudan a mi familia y a mis hijos", afirma.

La planta recibe los residuos de todo el sur de la franja, una zona que incluye las ciudades de Rafah y Jan Yunis y cuyos habitantes generan 370 toneladas de basura al día.

Una vez seleccionados todos los componentes, se separan los sólidos de los demás por tipos de materiales.

Los restos de comida y otros productos químicos se envían para hacer abonos para la agricultura; el papel y los cartones son enviados al norte de Gaza, donde son transformados en papel nuevo; y los metales, plásticos y cristal se almacenan para enviarlos al extranjero para su futura elaboración, explica Neirab.

Pilas de metales aplastados y prensados se almacenan en la planta, a la espera de obtener permisos del Ejército israelí para poder sacar el material y llevarlo a fundir a otros países, puesto que Gaza no dispone de esa tecnología.

El cristal será trasladado, también cuando Israel permita su salida, a una planta de reciclaje en el territorio palestino de Cisjordania.

La nueva planta cuenta con 40 trabajadores, de los que 26 son mujeres, todas ellas con pocos recursos y que han decidido apuntarse a la nueva iniciativa para mejorar la situación económica familiar.

Neirab apunta, orgulloso, que la maquinaria que se utiliza está fabricada toda en Palestina y diseñada por expertos palestinos de Jordania, Egipto, Alemania y España que visitaron la franja el pasado año para ayudar a sacar adelante la planta.

El proyecto cuenta con el apoyo de la Asociación de Amigos del Medio Ambiente y de la municipalidad de Rafah, además de con financiación del Gobierno de Japón y del Programa de Desarrollo de la ONU (PNUD).

"La fábrica en si misma es un reto al bloqueo israelí impuesto sobre Gaza desde 2007", sostiene Sobhi Abu Rodwan, alcalde de Rafah, para quien esta iniciativa "tiene muchos beneficios tanto para la situación económica como para la creación de oportunidades de empleo" y para el medio ambiente.

Además, también él resalta que es "un proyecto palestino llevado a cabo por manos y mentes palestinas".

Rodwan asegura que a este modelo seguirán próximamente otros. De hecho, ya hay emprendedores que han mostrado su interés en abrir plantas de reciclaje cerca de los otros dos grandes vertederos.

Los 1,7 millones de habitantes de Gaza producen 600 toneladas diarias de desechos que se acumulan en tres basureros, en el norte, sur y centro del territorio, gobernado por el movimiento islamista Hamás.

Neirab espera que, en un lugar tan densamente poblado como Gaza y por tanto, tan lleno de residuos, la basura generada se convierta pronto en un recurso natural más, "como lo son el petróleo o el oro en otros países".

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