Que "los incendios se apagan en invierno" es uno de los tópicos asociados al verano, cuando el fuego muerde los montes españoles, pero ¿cuánto de verdad se esconde tras esa recurrente frase?.
Los expertos lo tienen claro: el fuego se apaga cuando se
produce, pero las labores de vigilancia y de prevención se prolongan
durante todo el año, y tan importantes como las brigadas que luchan
contra las llamas durante el verano son las cuadrillas que podan,
desbrozan y limpian durante el invierno.
En España no se puede
hablar de riesgo "nulo", ya que también durante los meses más fríos se
registran numerosos incendios (en la Comunidad Valenciana han ardido
este año más de un centenar de hectáreas) pero lo cierto es que en su
mayoría son conatos que no llegan a convertirse en grandes incendios, y
que el riesgo es muy bajo durante los meses más fríos.
Más de 200.000 hectáreas arrasadas por el fuego en 2012
Las
cifras abruman pero ilustran: el pasado año se registraron en España
casi 16.000 incendios, una tercera parte de los cuales fueron siniestros
que arrasaron más de una hectárea, y en total la superficie asolada por
el fuego ascendió a 210.000 hectáreas.
La evidencia demuestra que
la mayoría de aquellos incendios no se apagaron en invierno; pero
¿cuántas hectáreas más hubieran ardido si no se hubieran llevado a cabo
labores de vigilancia, de desbroce, de limpieza de caminos?; si no se
hubieran mantenido expeditos los caminos forestales...; si no se
hubieran despejado debidamente los cortafuegos...; o si no se hubiera
tenido a punto la maquinaria necesaria para combatir las llamas.
José
Carrillo es agente forestal desde hace más de treinta años y jefe ahora
de este cuerpo en la comarca segoviana de El Espinar. "Una vez
terminada la campaña de incendios empezamos a preparar la siguiente", ha
explicado a EFeverde.
Las podas o los desbroces que se realizan
durante el invierno contribuyen a eliminar el material combustible que
se acumula en los montes, ha subrayado Carrillo, quien ha destacado la
trascendencia de esos "clareos" en los lugares más sensibles al fuego.
Las
consecuencias de lo que hoy ocurre en el monte tienen que ver con la
despoblación rural, porque los recursos del monte -la leña, las piñas,
las jaras o las ramas secas- tenían valor hace décadas y resultaban
útiles para los habitantes de los pueblos, y la presencia de estos
habitantes en ese entorno les convertía en los mejores vigías del monte.
Un argumento este último que se sustenta en otro de los tópicos
más recurrentes del medio ambiente: que se protege más lo que se ama, y
que sólo se ama lo que se conoce.
La extinta figura del "gabarrero"
José
Carrillo relata cómo algunos elementos modernos -y cita la caldera o el
gasoil- han desplazado profesiones tradicionales como la del
"gabarrero" que limpiaba el monte porque obtenía un rendimiento
económico de esas leñas muertas, de los árboles caídos o de los troncos
muertos.
Esta profesión -conocida con ese
nombre en la Sierra de Guadarrama pero muy popular hasta hace varias
décadas en todas las serranías españolas- sólo pervive en fiestas
tradicionales, algunas de ellas muy arraigadas en los pueblos donde este
oficio llegó a tener un peso muy importante en la economía local.
Esas
labores las realizan en la actualidad profesionales con una formación
muy especializada y específica, que cuentan con las infraestructuras
tradicionales de protección y vigilancia (torres o maquinaria pesada),
pero que han incorporado las nuevas tecnologías y han convertido los GPS
o los datos de los satélites de observación en herramientas cotidianas
de trabajo.
Durante los últimos años los agentes forestales han reforzado
además sus competencias y actúan como "agentes de la autoridad" y como
"policía judicial", y entre las funciones que desempeñan destaca la
extinción de los incendios, pero también la prevención y la
investigación.
Todas estas labores permiten a
las administraciones públicas afrontar con mayores garantías -en verano-
la campaña de alto riesgo de incendios forestales, pero miles de
personas trabajan contra el fuego durante todo el año. EFEverde
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