El vínculo entre agricultura y medio ambiente es continuamente
noticia en Europa. La Comisión Europea acaba de hacer pública la
petición a los Estados miembros de suspender por dos años el uso de
determinados plaguicidas en cultivos de girasol, colza, maíz y algodón
por contribuir al declive de las poblaciones de abejas.
Pocos días antes, el Comité de Agricultura del Parlamento Europeo
realizó una votación sobre la reforma de la Política Agraria Común (PAC)
que asociaciones ecologistas como SEO/BirdLife y WWF calificaron de apoyo mayoritario hacia políticas poco comprometidas con los aspectos ambientales y sociales.
Un proyecto europeo financiado dentro del programa Life acaba de dar a
conocer los primeros resultados que demuestran que hay margen para la
mejora ambiental, social y hasta económica. Se trata de AgriClimateChange,
impulsado por la Fundación Global Nature con el objetivo de luchar
contra el cambio climático desde la agricultura. Jordi Domingo, técnico
valenciano de la fundación, declara que, tras la puesta en marcha de
acciones en más de 25 explotaciones de cítricos, olivos, plátanos y
tomates en invernadero en Valencia y Canarias, “se ha comprobado que es
posible reducir entre un 10% y un 20% los consumos energéticos y
emisiones de gases de efecto invernadero con medidas sencillas y
realistas.”
Puestos en un caso concreto, una explotación de naranjas de algo más
de una hectárea en Valencia, Global Nature confirma que “el agricultor,
que ha reducido el consumo de combustible, de abonos y de fitosanitarios
(herbicidas e insecticidas) y ha creado una cubierta vegetal, puede
ahorrar un 10,7% de energía, además de reducir sus emisiones un 48%”.
Ajustar el abonado a las dosis recomendadas y reducir el número de
tratamientos de herbicidas e insecticidas son algunas de las recetas
puestas en práctica, que han evitado trayectos de maquinaria y gastos en
fitosanitarios. “La reducción de estos tratamientos ha disminuido el
consumo de gasoil cerca de un 40% y la cubierta vegetal fija carbono en
grandes cantidades, por lo tanto disminuye el porcentaje de emisiones”,
concluyen desde AgriClimateChange.
Con toda esta experiencia, el proyecto desarrollará una herramienta
informática que estará lista para finales de este año y aplicable por
los agricultores de la Unión Europea. Los estudios se realizan
simultáneamente en cultivos de España, Francia, Italia y Alemania, los
países socios que participan en el Life. Debido a los beneficios
constatados, la Fundación Global Nature propone que se incluya en la
nueva PAC un programa específico al que se acoja el agricultor y se le
bonifique por reducir el consumo de energía o de emisiones de gases.
“Sería añadir una ayuda agroambiental más, además de ser de interés
general para cualquier país caminar hacia la autosuficiencia energética
(o el ahorro energético) y reducir las emisiones”, explican.
Y esto es así en todo el mundo, según el último informe Vital Signs, publicado por el Worldwatch Institute.
Este estudio cuantifica en 37 millones de hectáreas la superficie
mundial en la que se practica agricultura y ganadería ecológicas.
Oceanía, con 12,1, y Europa, con 10 millones de hectáreas, son los
continentes más “ecológicos”. Desde el Worldwatch Institute afirman que
“la agricultura orgánica tiene el potencial de contribuir a la seguridad
alimentaria sostenible, mejorando el aporte nutricional de la población
y el mantenimiento de los medios de subsistencia en las zonas rurales,
al mismo tiempo que reduce la vulnerabilidad frente al cambio climático y
mejora la biodiversidad”.
En cualquier caso, en la Unión Europea hay interés en buscar
alternativas a un único modelo agrícola y ganadero que, como en el caso
de las abejas, por citar el más reciente, se ha demostrado que no es el
mejor. El pasado 15 de enero, Bruselas inició una consulta pública
que se mantendrá abierta hasta el 10 de abril como parte de la revisión
de la política europea sobre agricultura ecológica, que actualmente
abarca el 5% de las tierras agrarias de la UE. Algunas de las cuestiones
claves sobre las que puede pronunciarse cualquier ciudadano o ciudadana
son la simplificación del marco legal, sin suavizar las normas de
calidad; la coexistencia con cultivos modificados genéticamente; las
mejoras en los sistemas de control y la repercusión de las normas de
etiquetado.
Otro de los temas que se dirimen con la consulta de la UE es si se
renueva un plan de acción que, según Bruselas, desde que se creó en 2004
para desarrollar la agricultura ecológica en Europa “dio un gran
impulso al sector”. En España también se mueven fichas en torno a la
figura de un plan de acción. La asociación Vida Sana,
presente en una reciente reunión del sector con el ministro de
Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete,
destacaba que este “se comprometió a llevar a cabo un nuevo plan de
acción con medidas que respondan a las necesidades del sector ecológico
en sus diferentes ámbitos, desde la producción, transformación
agroalimentaria, investigación, así como la comercialización y consumo”.
España es el país europeo con mayor extensión de tierras con
producción ecológica: 1,84 millones de hectáreas. Sin embargo, muestra
graves carencias en distribución y consumo. El propio ministro
transmitió a los representantes del sector la necesidad de potenciar el
consumo mediante adecuadas campañas de información que impulsen el
mercado interno. De vuelta a la PAC, las asociaciones presentes le
pidieron a Arias Cañete que el Estado español se identifique en mayor
medida con el sector de la producción y la alimentación ecológicas,
“siendo este uno de los principales pilares para la modernización del
sector agroalimentario y la revitalización del mundo rural”, y lo
considere como clave en su modelo de producción de cara a la nueva PAC.
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