domingo, 17 de marzo de 2013

Dos años después del desastre ocurrido en la central nuclear de Daiichi en Fukushima, Japón enfrenta costes por valor de entre 100.000 y 250.000 millones de dólares en concepto de limpieza y compensaciones, además de tener miles de desplazados y de los impactos generalizados de la radiación. La industria nuclear y sus proveedores ganaron miles de millones con la construcción y operación de los seis reactores de Fukushima, pero es el gobierno japonés y sus ciudadanos quienes están paralizados por las costosas consecuencias del accidente. Hisayo Takada, activista en asuntos de energía del capítulo japonés de Greenpeace recuerda que «las vidas de las personas quedaron destruidas, y estaremos pagando billones de yenes de los contribuyentes a causa del desastre de Fukushima». «La industria nuclear, más que Tepco (la Compañía Eléctrica de Tokio), no ha pagado nada, porque está especialmente protegida por la ley». El 11 de marzo de 2011, Japón sufrió un terremoto de nueve grados, que causó el tsunami que dañó la central de Fukushima. Tres de sus seis reactores colapsaron, y el cuarto se dañó. El accidente fue calificado como del máximo nivel (siete) según la escala utilizada por la Agencia Internacional de Energía Atómica, igual que el ocurrido en la central ucraniana de Chernóbil en 1986. Un año después del desastre japonés, Tepco pasó a manos del gobierno, porque no podía afrontar los costes que implicaba el control de los reactores dañados. En junio de 2012, Tepco había recibido casi 50.000 millones de dólares del gobierno. Los seis reactores habían sido diseñados por la empresa estadounidense General Electric (GE). Esta también proporcionó los reactores actuales para las unidades uno, dos y seis, mientras que las firmas japonesas Hitachi y Toshiba suministraron las unidades tres y cinco, y la cuatro respectivamente. Estas compañías, así como otros proveedores, están exoneradas de responsabilidades o costes según las leyes japonesas. Muchas de ellas, incluidas GE, Toshiba e Hitachi, realmente están ganando dinero a partir del desastre, al participar en las operaciones de descontaminación y desmantelamiento, según plantea un informe de Greenpeace Internacional. «La industria nuclear y los gobiernos han diseñado un sistema de responsabilidad nuclear que protege a la industria y obliga a la población a pagar la factura por sus errores y desastres», señala el informe «Fukushima Fallout». Shawn-Patrick Stensil, analista de temas nucleares en Greenpeace Canadá se pregunta «si la energía nuclear es tan segura como la industria siempre sostiene, entonces ¿por qué insisten con los límites a la responsabilidad y con las exenciones?» Los propietarios y operadores de plantas nucleares en muchos países tienen topes de responsabilidad sobre cuánto están obligados a pagar en caso de accidente. En Canadá, este tope es de apenas 75 millones de dólares. En Gran Bretaña, es de 220 millones de dólares. En Estados Unidos, cada dueño de reactor pone unos 100 millones de dólares en un fondo de seguro a todo riesgo. En total, este fondo es de unos 10.000 millones de dólares. «Los proveedores son indemnizados aunque sean negligentes», explica Stensil. Se espera que los operadores nucleares japoneses aporten 1.500 millones de dólares de seguro, muy lejos de los entre 100.000 y 250.000 millones que se estiman necesarios para cubrir los costes en Fukushima. Proveedores como GE están explícitamente exonerados de toda responsabilidad, aunque los defectos que presentan sus equipos contribuyan con el desastre. «Las leyes de Canadá y Japón están diseñadas para proteger a las compañías nucleares, no a las personas que viven cerca de sus reactores», dice Stensil. Los niveles de radiación en las cercanías de los reactores de Fukushima todavía son altos, demasiado para los seres humanos que trabajan en la zona. La Organización Mundial de la Salud advirtió que un tercio de los trabajadores corren mayores riesgos de padecer cáncer. Ni los robots empleados ni las cámaras de larga distancia pueden revelar el estado del combustible nuclear dañado. Este está todavía caliente y requiere enormes cantidades de agua para enfriarse, pero la planta se está quedando sin espacio de almacenamiento para el agua radiactiva. La gerencia de Tepco reconoció que hasta 2021 no empezarán a remover los 11.000 elementos de combustible radiactivo. El desmantelamiento de toda la central necesitará por lo menos 40 años. «Advertimos que las plantas nucleares de Japón pueden estar sometidas a terremotos mucho más fuertes y tsunamis mucho más grandes de lo que fueron diseñadas para soportar», dice Philip White, de la ONG Centro Ciudadano para la Información Nuclear, con sede en Tokio. «Asombrosamente, este peligro de colapso causado por un tsunami se había publicitado desde 2008 en documentos emitidos por la Organización de Seguridad de la Energía Nuclear de Japón, pero los dueños de las centrales efectivamente ignoraron esta contingencia», explica Alexander Likhotal, presidente de Green Cross International. «Lo que causó semejante desastre fue el fallo humano de no tomar las precauciones adecuadas en materia de seguridad contra amenazas naturales conocidas y altamente posibles», señala Likhotal en un comunicado. Los terremotos son comunes en Japón, donde en los últimos dos años se produjeron casi 2.500 seismos. Tras el desastre de Fukushima se clausuraron los 50 reactores nucleares del país, que suministrabann un 30 por ciento de toda la electricidad. Apenas dos volvieron a operar. En los meses posteriores al desastre, el gobierno japonés lanzó un ambicioso plan de energía renovable y eliminó la nuclear. Hasta ahora se ha utilizado alrededor de 3,6 gigavatios de energía solar, eólica y geotérmica. El objetivo es llegar al 35 por ciento de fuentes renovables para 2030. Pero con la reciente elección del primer ministro, el conservador Shinzo Abe, el gobierno vuelve a estar a favor de la energía nuclear. Los operadores de las centrales atómicas que prometan mejorar la seguridad tendrán permitido reanudar las operaciones. «No creo que sea lógico hacer esto de este modo», dice Takada, miembro de Greenpeace Japón.



Masdar quiere convertirse en una ciudad ecológica modelo de impacto mundial: una urbe del futuro. En 2008 comenzó su construcción en el emirato árabe Abu Dhabi. ¿En qué van los trabajos?
La idea es que Masdar funcione exclusivamente con fuentes de energía renovables, produzca 0 emisiones y poca basura, además de que consuma poca agua.
La universidad de Masdar ya está lista, no en vano es este el lugar en donde se ha gestado la visión de Masdar como ciudad ecológica del futuro. Los primeros 120 estudiantes ya ocupan el Instituto de Ciencia y Tecnología, en donde crean un nuevo estilo de vida acorde con la naturaleza en una ciudad para 40.000 habitantes. Masdar, a 17 kilómetros de la Abu Dhabi, con sus rascacielos, se construye desde hace cuatro años.
Y aunque la crisis financiera global ha frenado el proyecto, la visión sigue en pie: crear una ciudad verde y sustentable, dice el ingeniero alemán Simon Breuninger,
“En Masdar City tuvimos que cambiar el concepto inicial de construir primero creyendo que la gente ya vendría después. Pero debido a la baja demanda de inmuebles como consecuencia de la crisis financiera nos hemos tenido que limitar a proyectos más pequeños”
Empresas alemanas como Siemens abren filiales por estos días para impulsar proyectos en Masdar. El jefe de estrategias de Masdar, Steve Severance, explica las bondades de la tecnología verde allí implementada.
“Si ustedes tocan el piso se darán cuenta que es fresco, y eso en pleno desierto. La brisa fresca que sopla es un efecto logrado con la construcción de callejuelas estrechas que sirven como túneles de viento. Además hemos construido una torre de  viento que canaliza la brisa hacia el piso.”
El diseño de las calles es producto de una mezcla de tradición árabe y tecnología verde que genera un microclima propio. Todos los edificios tienen una gruesa capa aisladora de materiales que son más baratos que el vidrio térmico. Además, las ventanas que dejan pasar calor fueron reducidas a un mínimo. “Un factor importante porque la rentabilidad es una de las claves de este megaproyecto verde”, dice  Chris Wan, jede de diseño de Masdar.
El edificio de la central regional de Siemens en Masdar será una de las construcciones más eficientes en el manejo de energía. Su consumo será del 65% menos que el de un edificio convencional.
También la Agencia Internacional para Fuentes Renovables de Energía tendrá pronto su sede principal en Masdar. Su vice-director, Frank Wouters:
“La construcción de la sede de la Agencia Internacional para Fuentes Renovables de Energía le dará un nuevo impulso a este proyecto de una ciudad verde en pleno desierto, en donde los veranos son extremedamente calurosos y secos. Si lo logramos aquí, el principio será aplicable en todo el mundo”.
Críticos señalan que Masdar sólo será un punto verde en el desierto. Pero Simon Breuninger recalca que esta ciudad verde quiere ser una especie de faro en la conciencia ecológica del mundo”.
“Los Emiratos son más conocidos por consumir energía en grandes cantidades, pero la visión ecológica de Masdar está logrando un cambio de mentalidad en la sociedad y la industria”.
Con la construcción de una ciudad verde, Abu Dhabi se prepara para cuando las fuentes de petróleo se agoten. El consorcio estatal Masdar planea exportar tecnología verde para las exigencias de las urbes del futuro. Un proyecto que despierta el interés de ambientalistas de todo el mundo que visitan la ciudad en gestación, como la comisaria para Medio Ambiente de la Unión Europea, Connie Hedegaard:
“Masdar es un buen ejemplo de que las construcciones ecológicas también son rentables. El cambio de mentalidad se da si nos lo proponemos y la economía ve que la ecología es un buen negocio. Masdar es un hito que, además, nos demuestra que no podemos seguir ignorando el cambio climático.”

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