En el
área rural que rodea el puerto de Jaitapur, en India, los campesinos
apenas tienen para comer pero llevan cerca de ocho años rechazando
compensaciones e impidiendo al Gobierno la construcción de la mayor
planta atómica del mundo, en lo que supone el renacimiento en Asia del
movimiento 'Nucleares, No'.
"Quién iba a hacer presagiar a la industria nuclear europea, y a
los bancos que la apoyan que en su deslocalización hacia el Sudeste
asiático se iban a encontrar con la oposición de los más pobres",
explicó Vaishali Patil, líder del movimiento antinuclear en Jaipatur
(India), en una entrevista con Efe.
Patil ha recorrido esta semana
varios países europeos, entre ellos España, recabando apoyos para
frenar este gigantesco complejo nuclear, de 9.900 megavatios, promovido
por la Corporación India de Energía Nuclear (NPCIL) con tecnología
francesa (reactores presurizados Areva de nueva generación) y
financiación de bancos de toda Europa, entre ellos alguno español.
La
activista, doctora en Sociología, de 42 años, asegura que la zona donde
planean situar los seis reactores del complejo reúne "los mismos
requisitos que Fukushima", la central accidentada en Japón en 2011, "al
tener un altísimo riesgo sísmico y de tsunamis".
El área es además
uno de "los vergeles de India y del mundo" por su riqueza agrícola y
pesquera, "dos recursos de los que se alimentan miles de personas del
estado indio de Maharashtra, que no tienen otra cosa para vivir".
"Los
europeos deben saber que las empresas y bancos de sus países están
mirando a países asiáticos como India, Indonesia o Camboya para
desarrollar los planes que no pueden poner en marcha localmente", dijo, y
pidió apoyo en esta batalla "porque el problema de los residuos
nucleares o de un posible accidente nos afecta a todos".
A pesar
de vivir en la más absoluta pobreza, "el 90% de los habitantes de la
zona donde se proyecta construir la central han rechazado la
compensación que les daba el Gobierno por expropiar sus tierras y el 10%
que no lo ha hecho es porque es propietario pero no vive en la zona
sino en la capital del estado, en Bombay", explicó la activista.
A
la empresa pública encargada de construir la central le ha sido
imposible trabajar desde el año 2005 por las protestas ciudadanas.
"No
queremos esa planta en nuestras tierras porque no queremos riesgos
innecesarios en un estado con tantas posibilidades para las energías
renovables; porque no reducen nuestra dependencia energética en tanto
que tendríamos que importar el uranio; y porque supone un coste
elevadísimo", sostuvo.
Según Patil, el coste de los reactores
presurizados de nueva generación de Areva previstos para Jaipur se ha
multiplicado por cuatro respecto a lo inicialmente presupuestado en los
países donde se están construyendo, como Finlandia, "lo que hace que el
día que produzcan electricidad se tenga que vender a un precio
elevadísimo".
"Y eso sin tener en cuenta el problema sin resolver
de los residuos", alertó la activista, quien apunta a que si India, que
cuenta con 20 reactores operativos en la actualidad, "pusiera en
relación lo que ha invertido en energía nuclear y el beneficio que ha
tenido, el balance, sin duda, sería negativo".
Patil denuncia el
"oscurantismo" del Gobierno de India en este sentido, le acusa de
ocultar durante años "pequeños grandes accidentes nucleares" y de
impedir la participación ciudadana en este proyecto.
A pesar de
las dificultades, la activista insiste en que ni ella ni sus
conciudadanos se arrugan: "La lucha antinuclear es para nosotros, tras
la de Gandhi, la segunda batalla por nuestra libertad". EFE
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