El antiguo cortijo de la Dehesa de Abajo, ubicado en una finca de 620 hectáreas del Ayuntamiento de La Puebla del Río (Sevilla), ha reabierto sus puertas esta primavera, tras una década de vicisitudes, como centro de actividades ambientales en una privilegiada y poco conocida puerta de entrada a Doñana.
Ubicada en la zona de contacto de los pinares del Aljarafe sevillano y las marismas del Guadalquivir, la Dehesa de Abajo
suma los hábitats de monte mediterráneo y humedal, lo que le aporta una
extraordinaria riqueza botánica y faunística, incluidas especies tan
valiosas como el lince y el águila imperial ibéricas o la cigüeña negra,
en peligro de extinción.
También concentra la mayor colonia de
cigüeña blanca de Europa, con unos 400 nidos, otros ochenta nidos de
milanos negros y una de las más importantes colonias de abejarucos, que
la consolidan como un punto de gran interés ornitológico.
Beltrán
de Ceballos, naturalista vinculado a Doñana desde su inicio como espacio
protegido y destacado activista en la restauración de la Dehesa de
Abajo, "con nocturnidad y alevosía", según confiesa a EFE, es ahora el
gestor de esta finca que pretende consolidar como centro de actividades
ambientales que generen riqueza en el entorno y como un lugar de
encuentro de naturalistas, científicos y amantes de la naturaleza.
Fue José Antonio Valverde, fundador del Parque Nacional de Doñana,
quien a final del pasado siglo promovió la restauración de esta zona,
que calificó de "una Doñana en pequeñito" y cuyo elemento principal, el
arroyo Majaberraque, había sido desecado años antes y aislado de las
marismas mediante un muro.
De Ceballos encabezó las actuaciones
clandestinas para tapar los tubos de drenaje y construir una compuerta
que permitió recuperar las 65 hectáreas de la laguna de La Rianzuela, en
la que ahora nadan decenas de especies de aves, entre ellas, la focha
moruna, la cerceta pardilla, o el pato malvasía, en peligro de
extinción, y que se pueden avistar desde los observatorios construidos.
El desastre ecológico de la mina de Aznalcóllar, en abril de
1998, revalorizó el papel estratégico de esta laguna, pues la retención
de sus aguas, afluentes al cercano río Guadamar, evitó que empujasen la
riada tóxica hacia el Parque Nacional de Doñana.
La restauración
de la laguna dejó entonces de ser una actuación clandestina para
consolidarse como un adecuada restauración ambiental.
Concesión de Reserva Natural Concertada
También
a final del pasado siglo se derribó una estructura de cemento, futuro
centro de interpretación auspiciado por el Organismo Autónomo Parques
Nacionales pues la Junta de Andalucía apostó por recuperar del diseño
original del cortijo y declaró este paraje, donde los vecinos de la
Puebla festejan secularmente bodas y bautizos, Reserva Natural
Concertada.
Los sucesivos fracasos para poner en valor estas
instalaciones, asaltadas en varias ocasiones y en las que se han
invertido unos 350.000 euros, llevaron a la Diputación de Sevilla y al
Ayuntamiento de la Puebla a licitar, a final del pasado año, la
concesión de la gestión de esta reserva natural.
Plegadis,
consultora ambiental que dirige Beltrán de Ceballos, en una UTE con el
vecino de Puebla del Río Antonio Pérez Bizcocho, han sido los
adjudicatarios de esta concesión que, de forma pionera en España, no
sólo no percibe subvención de la Administración sino que le pagará un
canon.
"Nos parece la forma adecuada de hacer las cosas en esta
época de crisis; la situación económica nos obliga a gestionar de esta
manera los activos inmovilizados de las administraciones para que no se
conviertan en auténticos pasivos", ha declarado a EFE.
El rebelde
activista ambiental que hace décadas restauró clandestinamente esta
laguna afronta ahora el reto de convertirla en un centro de excelencia
ambiental que aporte riqueza a zona, una privilegiada pero desconocida
puerta de entrada a Doñana. EFEverde
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