El número de ballenas jorobadas que visita el litoral
brasileño creció desde las 1000 registradas en 1966, cuando su caza fue
prohibida, hasta las 11.418 el año pasado, pero difícilmente se volverá a
las 30.000 que había antes de que los barcos balleneros casi las
extinguieran.
"Difícilmente conseguiremos una recuperación total. Lo más probable
es que la población continúe creciendo por un tiempo pero llegará un
momento en que se estabilizará", explicó a Efe la bióloga Marcia Engel,
directora de la ONG Instituto Ballena Jubarte (nombre de las jorobadas
en portugués).
Engel, que desde hace veinte años
se dedica al estudio y la
preservación de las ballenas jorobadas, explicó que "además de la caza,
hay otras amenazas que limitan el aumento de la población, como los
cambios climáticos que reducen el alimento, la contaminación de los
mares y la contaminación sonora submarina".
El Instituto, que asesora al gobierno en temas balleneros y es
financiado por la petrolera estatal Petrobras, ha constatado el gradual y
lento crecimiento de la población de las jorobadas en censos aéreos
realizados desde 2002.
En el primer censo se contaron 3.396 ejemplares en los estados de
Espíritu Santo y Bahía. Tres años después, con la contabilidad extendida
a todo el litoral, el número llegó a 6.000.
En 2008 fueron registradas 9.300 jorobadas en todo el litoral
brasileño y en 2011, según resultados divulgados recientemente, se llegó
a los 11.418 ejemplares pese a que la búsqueda se limitó a la costa
entre los estados de Río de Janeiro (sudeste) y Sergipe (noreste).
En el siglo XX fueron cazadas unas 200.000 ballenas de varias
especies en el hemisferio sur por empresas que usaban su grasa como
combustible o argamasa, según datos del Instituto, que tiene su sede en
Praia do Forte, una antigua villa de pescadores convertida en un punto
turístico a 100 kilómetros de Salvador, la capital del estado de Bahía
(nordeste).
En el lugar se ofrecen paseos turísticos para ver a los cetáceos en alta mar.
Según Engel, en 1980 se creía totalmente extinguido al grupo de
jorobadas que migra a aguas tropicales de Brasil en el invierno austral
para aparearse y dar a luz.
"El aumento de la población es una consecuencia directa del fin de la
caza comercial, pero también de los estudios que permitieron conocerlas
mejor y lanzar campañas de preservación que incluyen una redefinición
de las rutas marinas y la creación de parques que les sirven de
santuarios", asegura Engel.
La prohibición de la caza, decretada por Brasil en 1966 y reforzada
por la moratoria internacional de 1985, no garantiza que la población de
jorobadas se recupere totalmente.
"El ambiente que era ideal mudó por los cambios climáticos, la contaminación y la reducción del alimento", subrayó la bióloga.
Las jorobadas, que miden hasta 16 metros y pesan hasta 40 toneladas,
viajan anualmente cerca de 4.500 kilómetros hasta la Antártida, en donde
permanecen la mayor parte del año, en busca de krill, el crustáceo que
le sirve de alimento.
La población de krill al parecer se redujo por el calentamiento de
los océanos y ese déficit de alimento es la principal hipótesis que
explica el récord de casi cien ballenas encalladas en la costa brasileña
en 2010.
"Las autopsias no revelaron ninguna enfermedad, por lo que es muy
probable que las muertes estén relacionadas a problemas de
alimentación", según la bióloga.
Otras amenazas son las capturas accidentales en redes de pesca y,
según la especialista, "las jorobadas son las ballenas de las que hay
más casos de choques con barcos en el mundo".
Pese a que la caza está prohibida en Brasil, la presión de países
como Japón, Islandia y Noruega para acabar con la moratoria mundial a la
caza de ballenas sigue siendo una amenaza para la especie.
La principal esperanza es que la Comisión Ballenera Internacional
(CBI) cree un Santuario de Ballenas en el Atlántico Sur, una propuesta
hecha por primera vez por Brasil en 2001 y que este año estuvo a punto
de alcanzar los votos necesarios.
La propuesta, apoyada por los 11 países latinoamericanos que integran
la CBI, recibió en julio en Panamá el respaldo de 38 de los 61 países
presentes (65 por ciento), pero seguirá en el tintero porque requería el
respaldo del 75 por ciento.
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