Se trata de dos lugares desconectados del mundo, el primero por ser
una reserva ambiental que protege una parte de lo que queda del
desforestado Bosque Atlántico brasileño y el segundo por ser una pequeña
isla en la que ni circulan los autos.
VIAJE DE DESCONEXIÓN
A 170 kilómetros de Curitiba, capital de Paraná, se encuentra la Reserva Natural Salto Morato. Se trata de un lugar desconectado del mundo en el que no hay cobertura para los teléfonos móviles y, ni mucho menos, conexiones a internet.
A 170 kilómetros de Curitiba, capital de Paraná, se encuentra la Reserva Natural Salto Morato. Se trata de un lugar desconectado del mundo en el que no hay cobertura para los teléfonos móviles y, ni mucho menos, conexiones a internet.
Eso permite al visitante centrarse en lo verdaderamente interesante
del enclave: la naturaleza rebosante, que se concreta en 580 especies
diferentes de plantas, 329 de aves, 80 de mamíferos, 29 de reptiles, 40
de anfibios y 40 de peces.
Esa biodiversidad atrae a investigadores de todo Brasil, que se
acercan a Salto Morato para estudiar el comportamiento de las diferentes
especies que lo habitan. La reserva está habilitada para ello, con
alojamiento para los científicos y salas de estudio.
Lo más espectacular de todo es la cascada Morato, que da nombre a la
reserva. Impresiona a todos los visitantes, que beben su agua
directamente del riachuelo que se forma.
Esta reserva, burbuja natural de 2.340 hectáreas en un Brasil con
cada vez mayores problemas de contaminación, no es de fácil acceso. Hay
que invertir cuatro horas en alcanzar el lugar desde Curitiba, ya que el
camino es de tierra (barro cuando llueve, cosa que es habitual) y está
en muy mal estado.
La responsable de los visitantes en la reserva, Maricy Rizzato,
asegura que, pese a ser un hándicap para atraer visitantes, “el difícil
acceso hace que solo visiten Salto Morato los que realmente tienen
interés en sensibilizarse con el medio ambiente”.
Esta licenciada en turismo, que vive en la reserva permanentemente
desde hace tres años y medio, aseguró en declaraciones a Efe que “es
maravilloso poder ser habitante de Salto Morato, porque ningún día es
igual y el contacto con la naturaleza es constante”.
PARAÍSO FRENTE AL MAR
Cerca de Salto Morato se encuentra Ilha do Mel, una isla paradisíaca que en algunos momentos parece no ser real. Desde las poblaciones costeras de Pontal do Sul y Paranaguá se pueden tomar pequeñas embarcaciones que llevan al enclave.
Cerca de Salto Morato se encuentra Ilha do Mel, una isla paradisíaca que en algunos momentos parece no ser real. Desde las poblaciones costeras de Pontal do Sul y Paranaguá se pueden tomar pequeñas embarcaciones que llevan al enclave.
Ilha do Mel se pisa por primera vez en el muelle de la playa de
Brasilia y, al salir del barco, el visitante se encuentra con una playa
casi virgen, de arena muy fina y de una gran extensión.
Los autos tienen vetado el acceso. De hecho, no hay calles
asfaltadas. La única forma de transporte es por agua o mediante los
pedales de una bicicleta, pero lo mejor es caminar y perderse por los
senderos de arena de playa y hierba verde, que siempre acaban
desembocando en el mar.
Hay varios albergues en la isla, así como “posadas”, pequeños
establecimientos turísticos regentados habitualmente por familias
locales. Todos ellos están muy integrados en el paisaje y no estropean
el verde de la arbolada, que combina con el marrón claro de la arena y
el azul del océano Atlántico.
La tranquilidad es el denominador común en ambos lugares.
Tranquilidad y desconexión del mundo real, para darse cuenta, durante
unos días, de que el teléfono móvil, el coche o el ordenador pueden ser
sustituidos por un buen libro, una buena conversación y la contemplación
de la belleza natural. Y que no pasa nada.
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