El estudio
consistió en analizar la viabilidad de cuatro cultivos lácticos
comerciales por medio del sometimiento a procesos de fermentación en su
polen apícola.
ECOticias.
Investigadores de la UN implementaron un revolucionario proceso
que permite disminuir la carga microbiana del polen para aprovechar más
sus nutrientes proteínicos. La industria apícola se reinventa. La idea
de este proceso es recrear de manera industrial el modelo utilizado por
las abejas para el consumo proteínico del polen. Ellas lo recolectan, lo
almacenan en celdas selladas y después de procesarlo lo consumen con un
alto nivel de nutrientes y proteínas.
El estudio consistió en analizar la viabilidad de cuatro cultivos
lácticos comerciales por medio del sometimiento a procesos de
fermentación en su polen apícola. La caracterización microbiológica y el
posterior tratamiento térmico aplicado determinaron una disminución
significativa en la carga microbiana.
Gracias a las condiciones geográficas y climáticas del territorio
colombiano, la producción apícola nacional es una de las mayores del
mundo, especialmente en la Sabana de Bogotá y en el Altiplano
Cundiboyacense –en donde es menor la cantidad de toxinas en el
ambiente–, aunque su explotación no es muy bien aprovechada.
Esta industria tiene una característica específica que la diferencia
de las demás, pues entre mayor producción se presente, el beneficio
ecológico para la región aumenta: “Si las abejas sobreviven en
determinadas zonas, significa que hay una menor presencia de sustancias
tóxicas en el ambiente. Cuando la colmena recolecta más, se genera mayor
polinización, más frutos, más semillas y más cruces entre las especies
que garantizan su conservación”, afirma la profesora Martha Quicazán,
ingeniera química y docente de la UN.
La innovadora propuesta de estos investigadores se realizó a partir
de la recolección, secado, tratamiento térmico e inoculación del polen
para bajar la carga microbiana y así poderlo someter a la fermentación.
Al término de este proceso, su composición química cambió y se logró
recrear el modelo utilizado por las abejas.
Para la profesora Quicazán, el polen debe verse como si fuera coco o
como la comida de las hormigas en un nivel microscópico: “Si yo comiera
coco entero me perdería el valor nutricional que está en su interior,
porque su coraza es muy fuerte. Si hago algo para romperlo, podría
aprovechar sus nutrientes. Algo similar ocurre con las hormigas que
recolectan su alimento, lo almacenan para que se degraden ciertos
componentes y luego lo consumen”.
Con estos resultados, las asociaciones de apicultura nacionales están
interesadas en su aplicación y el propio Ministerio de Agricultura se
ha encargado de financiar cada uno de sus pasos. El objetivo para el
futuro es generar valor agregado a esta industria y poner a marchar la
técnica en el menor tiempo posible: “La aspiración de este trabajo es
muy grande porque tiene un potencial muy alto; el producto será un polen
con alta calidad microbiológica, sensorial y nutricional para el
consumo”, asegura la profesora Quicazán.
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