Algunos
defienden un “uso compartido de las tierras”, en donde la producción
agrícola se lleva a cabo en complejos paisajes multifuncionales.
ECOticias.
Se estima que la población mundial llegará a nueve mil millones
de personas en el año 2050. No sólo habrá más bocas que alimentar, sino
que también sociedades con mayores recursos económicos exigirán una
dieta más rica en proteínas, lo que demandará una considerable cantidad
de tierra e inversión. Debido a que la mayor parte de la tierra
productiva del mundo ya está siendo cultivada de una u otra forma,
quienes formulan las políticas están tratando de conciliar la necesidad
de sembrar más cultivos con la necesidad de no invadir ecosistemas que
ya están en peligro.
Algunos defienden un “uso compartido de las tierras”, en donde la
producción agrícola se lleva a cabo en complejos paisajes
multifuncionales. Otros prefieren “el ahorro de tierra”, es decir,
maximizar la producción agrícola en tierras ya cultivadas o marginales,
de modo que se puedan destinar otras áreas para la conservación de la
biodiversidad.
Aunque el debate en torno al “ahorro de tierra” versus “el uso
compartido de tierra” se presenta como una opción o blanca o negra,
(como se puede apreciar en este artículo: news.mongabay.com/2011/0901-hance_landsaving.html),
en realidad existen varias tonalidades de gris en la planificación del
uso de la misma, dependiendo de la interacción de una multitud de
factores geográficos, ecológicos, económicos, sociales y políticos.
Sorprendentemente, existen pocos estudios exhaustivos que presenten
ejemplos reales acerca del potencial para ahorrar tierra o usarla en
forma compartida con fines agrícolas y asociados con beneficios para la
biodiversidad.
Es oportuno entonces que Victor Gutíerrez-Vélez y sus colegas hayan
publicado recientemente los resultados de su investigación sobre los
diferentes sistemas de expansión de la palma aceitera en la Amazonia
peruana y su impacto sobre la conversión de los bosques. Utilizando
técnicas de teledetección y con el apoyo de investigación de campo,
Gutíerrez-Vélez y colegas pudieron realizar una comparación entre la
expansión de la palma aceitera de escala industrial con alto rendimiento
y sistemas de bajo rendimiento establecidos por pequeños agricultores, y
determinar cómo estos dos sistemas se integraron a los usos actuales de
tierra. Sus resultados son sorprendentes.
Gutíerrez-Vélez y colegas determinaron que aunque las plantaciones de
bajo rendimiento de los pequeños agricultores registraron la mayor
expansión de palma aceitera (80 por ciento), sólo el 30 por ciento
resultó en una conversión directa del bosque. Sin embargo, la expansión
de alto rendimiento, aunque reduce el área total destinada para alcanzar
las metas de producción, resultó en un aumento del 75 por ciento en la
conversión de bosques maduros. Es evidente los resultados de esta
investigación van en contra de lo que piensan aquellos que defienden el
ahorro de tierra como un medio para lograr la producción agrícola y la
conservación de la biodiversidad.
Entonces, ¿por qué resultó la producción de palma aceitera de alto
rendimiento en una mayor pérdida del bosque? Gutíerrez-Vélez y sus
colegas especulan que la expansión está íntimamente relacionada con la
tenencia de la tierra. Las tierras que ya han sido desmontadas, más
apropiadas para la agricultura de alto rendimiento, se caracterizan por
tener una tenencia insegura, por lo cual con frecuencia están en
disputa. Para muchos intereses comerciales es más sencillo adquirir
tierra forestal propiedad del Estado, evitando así las complicaciones
sociales y políticas que pudieran generar los conflictos de tierra. Por
otro lado, la mayor parte de la expansión de palma aceitera por parte de
pequeños propietarios tuvo lugar en tierras que ya habían sido taladas,
y donde debido a que no hay mucha demanda de tierra es más fácil
negociar los derechos de tenencia.
Una complicación adicional identificada por Gutíerrez-Vélez et al.
se refiere a la existencia en el Perú de un entorno económico favorable
para la agricultura comercial, tales como el apoyo político, rebajas en
los impuestos y subsidios, que constituyen incentivos importantes para
la conversión de bosques maduros. Los autores concluyen que el
otorgamiento de incentivos similares para promover la expansión en
tierras marginales o en áreas que ya han sido taladas tendría un efecto
considerable sobre las tasas actuales de conversión de la tierra. Aunque
Perú no es un productor importante de palma aceitera, los incentivos
actuales para aumentar la producción probablemente resultarán en la
conversión de más bosques maduros: una tendencia preocupante en varios
lugares del trópico.
Gutíerrez-Vélez y sus colegas muestran las complejidades sociales y
políticas detrás de conceptos aparentemente simples como el “ahorro de
tierra” y “uso compartido de tierra”. Sin duda, todavía nos queda mucho
camino por recorrer a fin de poder conciliar la producción agrícola para
una población que sigue en aumento con la preservación de nuestros
recursos naturales cada vez más reducidos.
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