'Nos dejó un
legado póstumo, una advertencia a la humanidad, un mensaje que muy pocos
han sabido recoger y que otros han pretendido ocultar'
Pedro Pozas Terrados .
Si Rodríguez de la Fuente nos transportó al mundo de la
naturaleza y de la biodiversidad y Julio Verne nos enseñó la aventura y
la ciencia, Jacques Cousteau nos reveló las maravillas del mundo
submarino, sus habitantes, las cuevas subterráneas, lo corales de mil
colores y el mundo mágico del mar. Lo que antes sólo podíamos intuir en
los acuarios, el nos dejó kilómetros y kilómetros de cinta grabada en
sus documentales traducidos a todas las lenguas del mundo.
Con su gorro rojo y a bordo del Calypso, surcó todos los mares y
océanos, nos mostró también la belleza de los cetáceos, su vida, sus
costumbres, el mundo mágico que Julio Verne nos quiso hacer soñar con
“20.000 leguas de viaje submarino” y que Cousteau, paisano suyo, logro
hacer realidad.
Pero además de toda la belleza submarina que supo transportar a las
pantallas de la televisión y cine en cientos de documentales, también
nos dejó un legado póstumo, una advertencia a la humanidad, un mensaje
que muy pocos han sabido recoger y que otros han pretendido ocultar.
Como si supiera que pronto le llegaría la hora de abandonar este
mundo hermoso lleno de maravillas pero también de horrores cometidos por
los humanos, quiso escribir un último libro que fuera un mensaje para
las generaciones futuras, para esos niños que veían sus documentales y
de mayores se enfrentarían a una sociedad gravemente manipulada por
ocultos poderes financieros. Con este pensamiento, se reunió con Susan
Schiefelbein, que fue editora de la Saturday Review y periodista,
escribiendo guiones de muchos de los documentales de Cousteau. Durante
semanas, Susan fue escribiendo lo que Jacques quería expresar y
denunciar de forma contundente.
El libro titulado “Los humanos, las orquídeas y los pulpos. Explorar y
conservar el mundo natural” no fue publicado hasta 2007, diez años
después de escribirlo, lanzándonos claras advertencias para la
humanidad. ¿Por qué se tardo tanto tiempo? ¿Qué era lo que impedía su
publicación ante un personaje como el de este gran científico? Pero
curiosamente ha sido descatalogado, olvidado de forma intencionada una
vez más, escondido y tachado de revolucionario por algunos que le
cerraron las puertas aún estando con vida.
Desde el otro lado del mar donde descansa eternamente Cousteau, este
rey del mar, genio de la vida marina, nos abre después de tantos años de
silencio, su corazón y su mensaje para que quede grabado en la frente
de la sociedad adormecida.
Susan, en el Epílogo del libro nos dice: “Jacques-Yves Cousteau y yo,
acabamos este libro poco antes de su muerte en 1997. El y yo habíamos
colaborado en varios proyectos durante más de veinte años.......Durante
esos años, Cousteau hizo muchas advertencias sobre las direcciones que
estaban tomando los seres humanos. Siempre que se presentaba a la
perspectiva de una calamidad, buscaba una salida. Su clarividencia
demostró ser excepcionalmente clara. Algunas de las puertas de salida
que él había identificado, por desgracia se han cerrado desde entonces.
Pero la mayoría de sus soluciones no sólo siguen siendo válidas sino que
requieren una atención urgente”.
A este gran hombre, siempre se le ha conocido por sus documentales,
por mostrar las maravillas del mundo submarino, pero siempre que podía y
en cualquier evento o conferencia, lanzaba mensajes de advertencia,
mensajes que no eran bien visto por los políticos y que los medios de
comunicación silenciaban, hasta tal punto que dejaron en muchas
ocasiones de invitarle a actos oficiales por temor a lo que pudiera
decir públicamente. Sus actos eran vigilados de forma continua y solo
dejaban filtrar por aquella época, lo que los Estados querían que
saliera a la luz pública. Si las redes sociales hubieran existido por
aquella época tan fuerte como están ahora por el momento, hubiera
revolucionado la sociedad y sus denuncias hubieran sido escuchadas de
forma clara.
Por todo ello, he querido desenterrar su legado humano dirigido a las
generaciones jóvenes y futuras, porque no pueden seguir estando ocultas
en un libro descatalogado y que muchos de sus seguidores ni siquiera
saben que existe. Seguro que desde ese otro mundo del mar donde descansa
mecido por las olas de la vida, Cousteau agradecerá este artículo y
apoyará con todas sus fuerzas para que sea divulgado en los mil mares de
la vida, la justicia, la verdad y la igualdad.
En 1996, el Calypso fue hundido de forma extraña en un supuesto
accidente mientras estaba anclado y a salvo en el Puerto de Singapur. Me
recuerda a ese otro atentado del Rainwo Warrior de Greenpeace hundido
en el Puerto de Auckland (Nueva Zelanda) cuando iba a participar en una
flota verde por la paz contra las pruebas nucleares francesas de
Mururoa. Pocos meses después de la pérdida del Calyso, Jacques se
encontró con la muerte.
Sobre las conclusiones de la Cumbre de la Tierra realizada en Rio en
1992, dijo: “Río le declara la guerra a la pobreza, pero los delegados
sólo ofrecen una fórmula para erradicarla: lo que ellos llaman
desarrollo sostenible. Lo que en realidad quieren decir es desarrollo
económico, puesto que el desarrollo económico sostenible es un
contrasentido. La Tierra no puede sostener una creciente explotación de
sus recursos no renovables, les están diciendo a los pobres: ¡haced lo
que hacen los ricos!....Pero si cada individuo de la población
proyectada de la Tierra..siguiera su ejemplo al pie de la
letra....acabaríamos con nuestro planeta”.
Voy a desarrollar cada capítulo del libro y recoger lo más llamativo,
el mensaje más claro, las palabras que lanzo este gran hombre para que
ahora podamos utilizarlas como símbolo de unidad y libertad hacia un
mundo que nos depara graves consecuencias, si no viramos 180 grados la
nave de nuestro destino.
Ya en su primer capítulo “El impulso de explorar”, Cousteau no hace
el primer razonamiento y llamamiento a problemas sociales y ambientales
con los que se había encontrado y una gran lista que aumentaba día a
día, como la lógica absurda de los pescadores que responden al declive
de las poblaciones de peces doblando su esfuerzo de captura, agotando
los stocks y pasando de pérdidas en un año a la bancarrota al año
siguiente. La lógica absurda de creer que debemos aplicar todos y cada
uno de los descubrimientos científicos, de pensar que el progreso exige
subordinar los intereses humanos a las nuevas tecnologías en lugar de
utilizar las nuevas tecnologías para satisfacer los intereses humanos.
La lógica absurda de los militares que proponen compensar la amenaza
que suponen las crecientes reservas de plutonio y bombas nucleares de su
vecino aumentando las propias. La lógica absurda de intentar
fortalecer la economía mundial institucionalizando el mercado global,
enriqueciendo a los ricos y empobreciendo a los pobres. La lógica
absurda de los líderes políticos que proclaman su apoyo a los derechos
humanos al tiempo que ignoran los derechos de las generaciones futuras.
Estas y otras afirmaciones y por ser una persona popular y
televisiva, era el temor que tenían a Cousteau el poder político y
científico y que intentaran por todos los medios que jamás hablara en un
acto público en directo frente a políticos y ciudadanos. Temían sus
declaraciones. De hecho este libro solo se publicó diez años después de
su muerte.
RIESGO PÚBLICO
En la primera página de este tercer capítulo ya avisa sobre la
irresponsabilidad de los políticos. Dice que ante los vertidos, escapes
radiactivos y el cambio que supone el clima global, las autoridades
intentan tranquilizar lo que perciben como temores frívolos de los
ciudadanos. Nos dicen que por razones muy complicadas, los expertos
consideran que el riesgo es aceptable, los seres humanos deben aceptarlo
para que continúe el progreso. Ante ello Cousteau considera que la
libertad, fraternidad, el albedrío para tomar decisiones personales y el
derecho a disponer de información veraz y completa, éstos son valores
que se ven comprometidos cuando unas autoridades empujan a los miembros
del público, de la ciudadanía a afrontar riesgos peligrosos sin una
cuidadosa evaluación previa, a menudo sin contar siquiera con su
consentimiento.
Hacer recortes en los planes de seguridad de las centrales nucleares,
hacer caso omiso de los riesgos para la salud que representan ciertos
productos químicos lucrativos, son ejemplos de riesgo que no demuestran
reverencia por la vida, solo indiferencia. No persiguen metas
humanitarias desinteresadas, solo el beneficio económico. Quienes lo
inflingen recogen los beneficios a corto plazo, mientras que son los
ciudadanos quienes lo afrontan y sufren los costos a largo plazo. Como
vemos, nada ha cambiado desde que Cousteau afirmara estas verdades en su
legado. Continuaba diciendo que los riesgos públicos no razonables no
se aceptan razonablemente. Con demasiada frecuencia, estos riesgos se
ocultan a la sociedad, censurados por gobiernos e industrias que de
manera ilógica citan el interés nacional como justificación del peligro
al que someten a los intereses humanos. Como se está viendo con estas
afirmaciones, Jacques era un estorbo para las instituciones oficiales,
para los políticos de su país y del resto de las naciones del mundo,
para las industrias contaminantes.
Esta capacidad crítica de Jacques, es la que ha estado siendo
ocultada mientras vivía, poniendo barreras a sus palabras, silencios a
sus declaraciones, muros a sus advertencias.
Mucha gente escribe, da por seguro que si el gobierno ha aprobado un
producto, éste debe ser seguro. Pero no es verdad. Los tecnócratas nos
están convirtiendo en temerarios. Los juegos de azar que nos imponen a
menudo ponen en riesgo nuestra seguridad en beneficio de metas que no
hacen avanzar la causa humana, sino que la socavan. Al apostar con
nuestras vidas a sus planes, quienes nos gobiernan no cumplen con el
mandato de una sociedad democrática, sino que la traicionan. No nos
ennoblecen, sino que nos convierten en víctimas. Y al consentir riesgos
que han tenido como consecuencia daños irreversibles para el medio
ambiente, nosotros mismos no solo renunciamos a nuestros propios
derechos como ciudadanos. También nosotros victimizamos a los no
voluntarios últimos, a los niños del futuro, indefensos, sin voz y sin
voto.
Si la mala administración del riesgo en la actualidad fuera solo un
problema de políticos corruptos y técnicos malvados, la historia sería
más melodramática y el problema más fácil de resolver. Pero los errores
en la gestión del riesgo nacen del hecho de que, a medida que la
tecnología progresa, vamos perdiendo de vista hacia dónde queremos ir.
En una ocasión, un evaluador de riesgo o como podríamos
decir ahora, una compañía de seguros o un Ministerio de Economía,
valoró cada ave muerta por un vertido de petróleo a dólar la pieza.
Cousteau quedó atónito y le dijo: ¿Cómo se atreve a poner un valor en
dólares a un ave? ¿A la vida? Si vemos el catálogo de especies en
peligro de extinción que al entrar ilegalmente sin un documento que lo
ampare, es considerado contrabando, veremos como cada especie tienen
presuntamente un valor. En esto Cousteau estaba totalmente en contra. La
vida no se vende, no tiene valor. No puede asignarse un valor monetario
a la vida sencillamente porque la vida trasciende el valor económico,
nos dice este genio en su libro. Una vez y otra vez, han sido los
valores de mercado, en lugar de los valores humanos, los que han dictado
las decisiones políticas.
Nos cuenta que cuando el consejero de un gobierno minimizó la
posibilidad de una catástrofe causada por la energía nuclear afirmando
que “los terremotos, los huracanes y los tornados son mucho más
probables y pueden tener consecuencias comparables a los de un accidente
nuclear, o incluso mayores”, olvidó mencionar la simple verdad que
invalida este argumento: no podemos prevenir los terremotos, los
huracanes o los tornados, pero podemos prevenir desastres tecnológicos
innecesarios. Uno nos lo hace la naturaleza; el otro, nos lo hacemos
nosotros mismos.
Denuncia también que la industria utiliza de manera habitual decenas
de miles de sustancias químicas y que lo que la gente no sabe, es que
solo se han comprobado los efectos sobre la salud de aproximadamente un
20 por cien de los productos de uso diario. Si no sabemos nada sobre los
efectos individuales de miles de sustancias químicas, ¿cómo puede
alguien predecir los efectos que pueden tener una vez mezclados, en
innumerables combinaciones, en el aire y el agua donde los rociamos,
emitimos y vertimos? ¿Realmente (se pregunta) nos importan tan poco
nuestros hijos que también nosotros podemos ignorar los costes
desconocidos de tecnologías no probadas en un futuro inimaginable?. Las
autoridades anuncian urbi et orbi como verdades incuestionables
la seguridad de las tecnologías. Pero la historia ha demostrado
demasiado a menudo que son incuestionablemente erróneas. Se decía que
uno de cada 17.000 años por central nuclear, eran los riesgos de una
fusión del núcleo, según el Informe Rasmussen. Pero cuando las centrales
nucleares en conjunto llevaban 4.000 años de funcionamiento en el
mundo, se habían producido ya dos fusiones del núcleo. El de la central
nuclear de Chernóbil, irradió solo en Rusia a 75 millones de personas,
produciendo la muerte de decenas de miles que aún hoy continúa
produciéndose víctimas mortales y malformaciones. Lo mismo ocurrió con
el Challenger, en las probabilidades estaba un fallo entre 100.000
lanzamientos. Solo en 25 lanzamiento explotó por los aires dejando ocho
astronautas muertos. Son datos para reflexionar como así lo ha hecho
Cousteau en este magnífico libro.
Por ello, los responsables de las decisiones políticas, continúa
Jacques, nos abandonan a un juego de la ruleta rusa, pidiéndonos que
apretemos unos gatillos tecnológicos sin decirnos si hay balas en la
recámara. Esto no es dirigir. Esto no es democracia. Esto es dictadura
tecnocrática, dictadura del mercado.
Y hoy lo estamos viendo con la crisis y el poder financiero que está
realizando sin miramientos golpes de estado a las democracias del mundo.
Cousteau ya nos lo advertía: “dictadura del mercado”.
Dentro de este mismo capítulo, continúa diciendo que después de que
las naciones desarrolladas declararan que el tabaco era perjudicial para
la salud, las compañías tabacaleras comenzaron a comercializar
intensamente sus cigarrillos en países en vías de desarrollo donde la
información sobre los riesgos no se había divulgado ampliamente. Después
de que ciertos dispositivos para el control de natalidad provocaron
daños internos y esterilidad en mujeres de países desarrollados, las
compañías farmacéuticas se llevaron sus productos a naciones en vías de
desarrollo donde las mujeres no estaban informadas. Después de que la
entonces Alemania Occidental prohibiera la telidomida a causa de su
vinculación con la focomelia, una malformación congénita, su fabricante
siguió vendiendo el fármaco, durante trece angustiosos meses más, a
italianos desinformados. Después de que el pueblo austriaco y el alemán
comprendieran la amenaza que suponían sus crecientes residuos
radiactivos, las industrias implicadas negociaron su envió a China,
Egipto o Somalia. Una práctica que hoy sigue en plena vigencia tras la
muerte de Cousteau hace ya más de catorce años. Decía que al negar a la
gente el derecho a la información sobre los riesgos que introducen en
sus vidas diarias, los responsables políticos les niegan los derechos
que les corresponden como ciudadanos. El señalaba que según escribía
James Madison “Un gobierno popular sin información popular o los medios
para adquirirla, no es más que el prólogo a una farsa o una tragedia, o
quizás ambas”. Por desgracia, concluye, que en todo el mundo son muchos
los políticos que demuestran lo que dice Madison con sus trágicas y
absurdas maneras de imponer su voluntad: ahogando todas las objeciones
públicas en el caso de que se filtre a los ciudadanos la información
sobre los riesgos y burlándose de los miembros de la comunidad que
protestan, mofándose de ellos para desacreditarlos. Lo estamos viendo
hoy en día en los movimientos del 15M o diferentes ONGs cuando denuncian
o cuando el Proyecto Gran Simio fue ridiculizado por el Gobierno y la
oposición en el 2006 y 2008.
La gente, sigue escribiendo, teme alzarse contra las autoridades que
imponen el peligro más de lo que temen el propio peligro. Se confunde la
temeridad con la bravura. Se desprecia a los “quejicas” por bloquear la
versión oficial del progreso, cuando en realidad aspiran al verdadero
progreso, el de presionar para que las tecnologías sean cada vez más
seguras.
En una placa expuesta a la entrada de la Exposición Universal del
Chicago de 1933, decía: La ciencia descubre. La tecnología ejecuta. El
hombre se adapta.
¿Es éste-dice Cousteau- el “progreso” que queremos comprar con la
moneda del riesgo humano? ¿Son la sumisión y la resignación las metas
por las que debemos jugarnos la vida o la vida de nuestros hijos?
Continúa advirtiendo, que ningún periodista que se precie puede
considerar noticia el hecho de que los gobernantes y los funcionarios
mientan y que la gente lo sepa. Lo sorprendente, lo terrible, es que la
gente sepa que sus gobernantes mienten y no hagan nada al respecto. En este sentido, Yacques se adelantaba a lo que iba a ocurrir en 2011, con las manifestaciones ciudadanas de todo el mundo.
El problema de la democracia moderna, dice, no es que la gente
haya perdido el poder que tenía, sino que haya dejado de valorar en su
justa medida el poder que posee. Considérese esta asombrosa verdad:
el hambre nunca ha asolado a una democracia. Los déspotas pueden
gestionar mal los recursos de su pueblo, pueden consumir las arcas de
sus naciones y pueden almacenar reservas de alimentos para ellos mismos
porque no tienen que dar cuenta de su fracaso como dirigentes. Los
sociólogos proponen que el arma más poderosa contra el hambre es la
libertad, la libertad del pueblo a pedir y recibir información, la
libertad del pueblo para participar en los asuntos públicos.
AGUA IRREPARABLE, AIRE IRREPARABLE
En este capítulo cuarto, Cousteau mantiene que todavía las industrias
vierten sustancias desconocidas a la Tierra, y realizan pruebas para
identificar los peligros solo después de habernos expuesto a ellos, en
lugar de hacer las pruebas primero para garantizar nuestra seguridad.
Las ciudades siguen resolviendo sus problemas transfiriendo sus venenos a
otros, a merced del viento, de las aguas de un río o de las corrientes
de una costa; las naciones siguen computando la contaminación en
subtotales, afirmando la”aceptabilidad” de cada una de sus infracciones
individuales por mucho que se añadan implacablemente al agregado global.
Los seres humanos aún tenemos que comprender la enormidad de lo que
estamos haciendo: en un segundo geológico, estamos deshaciendo
complejidades que tardaron una eternidad en crearse. Mientras que la
historia la contamos en milenios, la historia de la vida se escribe en
miles de millones de años.
Comenta que somos parte de la Tierra, el producto de todo lo que vino
antes, y por tanto emparentados con todo lo que hoy existe.
Nos enseña que en lo más profundo de nuestra carne y nuestros huesos,
llevamos trazas de nuestros orígenes más elementales, legados de la
atmósfera y los océanos primitivos: el hierro de nuestra sangre, el
carbonato de calcio de nuestros huesos, el mar en miniatura dentro de
cada célula, menos salado que el mar actual pero que recuerda una era en
la que algún pez mutó para convertirse en reptil y se arrastró por la
tierra virgen. Nosotros, los seres vivos, ya sea mamíferos, anfibios,
reptiles o plantas, todos somos aire y agua encarnados. La atmósfera y
el océano sustentan la vida. El poder de estos dos recursos es aún más
asombroso si tenemos en cuenta que, por “infinitos” que parezcan
nuestros suministros de aire y agua, son en realidad escasas las
provisiones de ambos de que de algún modo sustentan muestras multitudes.
La naturaleza nos ha dado mareas que alimentan la tierra con
nutrientes, y las hemos convertido en mareas globales.
¿Por qué proteger la biosfera de la Tierra? El futuro que estamos
creando puede ser milagroso o trágico: nadie habrá que pueda explicar la
historia completa. La pregunta no es por qué debemos proteger la
biosfera; la pregunta es cuando. La respuesta es ahora.
LAS SAGRADAS ESCRITURAS Y EL MEDIO AMBIENTE.
Jacques Cousteau se preguntaba: ¿Cuántos leen escrituras
que alaban la creación de su Dios pero consienten que se dañe?. Los
periódicos nos informan diariamente de políticos, presidentes y
ayatollahs que de manera regular proclaman que dirigen sus naciones de
acuerdo con la palabra de su Dios. Pero..¿cuántos de ellos honran el
divino mandamiento de salvaguardas la naturaleza? ¿Cuántos, al
contrario, se comportan como Pedro de la pasión, proclamando a grandes
voces que creen en Dios pero le niegan cuando surge la oportunidad de
proteger el medio ambiente tal como mandan las sagradas escrituras?.
Charles Darwin desde un primer momento, fue un racista
empedernido y por ello inventó la selección natural, el fuerte se come
al débil, una táctica empleada a fondo por los nazis. Cousteau escribe
que por desgracia para los Yaganes, Charles Darwin los describió en los
años 1830 en los cuadernos de notas de su histórico viaje a bordo del
HMS Beagle. Desde entonces los indígenas de la Tierra del Fuego
perdieron su anonimato, y con él la calidad de vida. Darwin regresó a su
tierra con amenos relatos sobre unos grotescos animales humanos. “Nunca
había visto criaturas más miserables”, anotó “atrofiados en su
crecimiento, con sus horrendas caras grotescamente ornamentadas con
pintura blanca y casi desnudos...con la piel roja sucia y grasienta, el
cabello enmarañado, las voces discordantes. Viendo a tales hombres,
resulta difícil creer que sean nuestros parientes y vivan en nuestro
mismo mundo” Darwin comparó a los Yáganse con los monos y se equivocaba
como lo hizo con la selección natural, ya que la teoría de la evolución
no es idea de Darwin, sino de Lamark.
De esta forma, años después, los emisarios del mundo
culto dispararon a los nativos como si fuesen aves de caza. Infectaron
la tribu con sus insidiosas importaciones: la sífilis y el alcoholismo.
De los miles de Yáganse que habían recibido a los primeros exploradores
con los brazos abiertos, solo sobrevivían veinticuatro. Los exploradores
del siglo XX, que habían planeado civilizar a los salvajes, los habían
eliminado salvajemente. Y eso se lo debemos a Darwin.
Dicen los monjes budistas que la bajeza del carácter
humano viene acompañada de daños al medio ambiente y, en consecuencia,
de un descenso de la esperanza de vida. Y al contrario, los budistas
afirman que un ambiente protegido produce una sociedad sana e incluso
moralmente. Tiene que haber una manera de mejorar la calidad de vida sin
necesidad de degradar la vida al mismo tiempo. Estamos malditos, pero
no por el destino, sino por nosotros mismos. Nos hemos dejado resignar a
la falta de agua limpia, a la falta de recursos, de paisajes
incorruptos, no afectados por explotaciones mineras o silvícola.
COGE EL DINERO Y CORRE.
Mientras saquean en busca de beneficios económicos, quienes arrasan
las tierras y los mares solo piensan en el dinero para hoy, sin pensar
que están acabando con su propio botín para mañana. Las redes de nailon
han revolucionado la industria pesquera, dicen los propietarios de las
flotas. Pero quienes utilizan redes de nailon han creado una industria
competidora: la pesca fantasma. Cada año, cientos de millones de kilos
de materiales de plástico utilizados por las flotas comerciales (redes,
sedales, boyas) se hunden hasta el fondo. Las redes de algodón se
desintegran, las de nailon, no.
Habla de las explosiones con dinamita para pesca y como
el 90% de los peces que matan, se hunden y se pudren en el fondo; de los
que echan chorros de cianuro con el fin de anestesiar a los peces
tropicales y recogerlos para el comercio, matando el coral y muchas
otras especies; de los millones de botes de recreo que sin conciencia y
de forma abusiva, lanzan sus anclas cada día rompiendo corales en todos
los arrecifes del mundo, arrasando las praderas de posidonia (los
bosques del mar); de las deforestaciones tropicales y el abuso en la
destrucción de los bosques del mundo.
Se lamenta que por el momento estamos atrapados en el
círculo vicioso del saqueo: la degradación que hemos causado nos embota
los sentidos y de este modo se autoperpetúa. Con cada extinción de una
especie, con cada destrucción de un paisaje, con cada corrupción de una
masa de agua, la gente se da cuenta de que la vida es menos agradable,
pero luego descubren que la desolación no es la muerte, que pueden
sobrevivir y por fin se acostumbran adaptándose a una calidad de vida
más baja. El empobrecimiento del medio ambiente corre paralelo al
empobrecimiento del espíritu. Cada uno, es causa del otro, y ambos se
agravan progresivamente.
Cuenta Jacques Cousteau, que su hijo se hizo amigo del
Jefe de una tribu indígena del amazonas cerca de la frontera entre
Ecuador y Perú. Un día, el jefe llamado Kukush, le informó que los
miembros más sabios de la tribu se habían reunido; necesitaban una nueva
canoa y habían discutido la grave decisión de si debían talar un árbol.
Por fin, habían decidido hacerlo y rezaban a los dioses para que los
perdonaran. Pero para Kukush, una plegaria no era suficiente. Para
remplazar el árbol que habían tomado, Kuskush plantó varios centenares.
No eran mas que plántulas, nunca crecerían lo bastante como para que él o
su tribu pudieran utilizarlos durante su vida. Aquellos árboles eran
para sus nietos. Eran para la Tierra. Hermosa lección de amor.
En este mismo sentido Cousteau denuncia que la industria
comercial sigue el credo “coge el dinero y corre”. Consideran más
conveniente erradicar todo un banco pesquero, invirtiendo en beneficios
inmediatos, que gestionar la pesca como un recurso frágil, pero
renovable. Nuestra voraz pesca está agotando los cofres de proteínas del
mundo, en lugar de llenarlos.
Ante la necesidad de amortizar sus costosos buques
industriales, adictas para siempre a créditos bancarios y subsidios
gubernamentales, la industria pesquera solo sirve para perpetuar el
caos. Conjuntamente, estos grupos de presión reclaman menos
regulaciones, mayor apoyo a los precios, más créditos gubernamentales,
más subsidios para los barcos y más tecnología. Hablan de capturas
monumentales y hacen promesas vacías sobre la abundancia de los años
venideros. Pocos hablan en defensa del consumidor, que ahora paga
precios desorbitados por el pescado en las pescaderías e indirectamente
en forma de impuestos. Pocos hablan en defensa de los peces, mientras
las poblaciones adicionales de especies comestibles siguen reduciéndose.
Pocos hablan a favor de los mares, mientras unas costas tras otras se
agotan y pasan a unirse al océano agotado. Todo el mundo habla del
presente, pocos hablan del futuro.
Un ejemplo de lo que dice Jacques, lo hemos tenido recientemente
cuando la Unión Europea no ha renovado el contrato para 2011 con
Marruecos que autorizaba la pesca intensiva y comercial a 135 barcos
europeos, entre ellos muchos de España, por 31 millones de euros. Hemos
agotado nuestros caladeros y dependemos de terceros países para
abastecernos de pescado. Otras formas, como bien señala él, se
encuentran en las inversiones en enormes buques “factoría”, auténticas
industrias flotantes equipadas con la maquinaria necesaria para cortar
cabezas, extraer espinas, filetear, empaquetar y congelar trozos
prácticamente genéticos de pescado irreconocible. Los pesqueros de
arrastre dragan los fondos del océano con redes cónicas que mantienen
abiertas por medio de un marco de acero de dos toneladas y media,
arrancando los peces del fondo al tiempo que destruyen su hábitat. El
aumento de la capacidad tecnológica solo ha conseguido agravar la
sobreexplotación. Bien es verdad, que los pescadores han acabado con
poblaciones de peces sin la ayuda de la tecnología mucho antes de que la
pesca industrial dotara a sus barcos se sónares panorámicos de
localización. La tecnología avanzada solo ha añadido velocidad a la
devastación; mientras que antes se tardaba décadas en arruinar un
caladero o población, hoy podemos realizar la hazaña en solo unas pocas
temporadas.
Cousteau no se queda en estos datos, va más allá. Afirma que una
industria que destina una tercera parte de sus productos a animales de
granja para piensos, no se dedica a alimentar a las personas. Si
realmente queremos alimentar con pescado a los hambrientos del mundo
¿por qué las naciones industrializadas han agotado las aguas de las
regiones del mundo donde se pasa hambre o están agotando sus caladeros?
Los caladeros vacíos del Tercer Mundo, los peces vendidos para alimentar
cerdos, el desperdicio de peces sin interés comercial, todo apunta al
hecho de que no agotamos las aguas del mundo en busca de comida, sino en
busca de beneficios. Sin embargo, la pesca no sustenta la economía hoy
ni lo ha hecho nunca. En la mayoría de los países, la pesca representa
menos del 1 % del PIB. Se pregunta: ¿por qué una industria como la
pesquera que contribuye tan poco a la sociedad posee una influencia tan
desproporcionada?. La respuesta es simple: la fuerza del grupo de
presión pesquero se deriva en la enormidad de sus pérdidas potenciales.
Los pescadores tienen mucha influencia y los hostigados políticos
locales no piensan en términos de las futuras temporadas de pesca, sino
en las próximas elecciones.
En 1967 Arvid Pardo, delegado maltés en las Naciones Unidas,
sorprendió a la comunidad global con una propuesta noble: declarar el
mar y sus recursos “patrimonio común de la humanidad”, del que no debía
apropiarse ninguna nación para su propio beneficio, sino que debía ser
salvaguardado por todas las naciones para el beneficio de toda la
humanidad. Inspirado por sus palabras, los miembros de la Asamblea
General de las naciones Unidas aprobaron de manera unánime la
declaración de Pardo e instituyeron un Comité de los Fondos marinos para
que elaborara la legislación que plasmara aquel magnánimo concepto. Por
desgracia, nunca llegó a funcionar por los intereses que todos sabemos.
Yacques escribe en este capítulo que solo conseguiremos proteger
nuestros caladeros si dejamos de desobedecer todas las leyes políticas y
comenzamos a cumplir unas pocas leyes naturales. Si simplemente cejamos
en nuestra obsesión por las reglas dirigidas a proteger a los
pescadores y comenzamos a respetar las reglas que también protegen a los
peces. Si respetamos las leyes biológicas de las pesquerías, a los
pocos años podríamos llegar a duplicar las capturas actuales, alcanzando
las proyecciones que hoy nos parecen quimeras. Podríamos convertir
nuestras famosas ZEE, que son zonas nacionales de explotación, en ZNR,
zonas nacionales de responsabilidad. Podemos dejar de insistir en que el
recurso pertenece a todas las naciones para agotarlo y comenzar a
darnos cuenta de que pertenece a todas las naciones para protegerlo.
Para poner fin a la anarquía de la pesca, debemos crear una Autoridad
del Océano Global que establezca normas racionales que cada nación
costera, haciéndose responsable de su propia zona de 200 millas, se
encargue de hacer cumplir. Una llamada de este gran humanista y
explorador del mar que ha quedado en el olvido.
LA CIENCIA Y LOS VALORES HUMANOS
Vemos cómo la biología, el estudio de la vida, conduce a
la guerra biológica, a los mecanismos de la muerte, la química, a
medicinas que curan enfermedades pero también a la contaminación que la
induce, la física, a nuevos conceptos sobre el universo que han hecho
más libres a la mente humana, pero también a las armas nucleares que nos
han condenado con el conocimiento de una amenaza constante. Los medios
científicos para exaltar la especie humana han quedado ensombrecidos por
los medios tecnológicos para eliminarla.
Hemos permitido, sigue diciendo Cousteau en el capítulo
dedicado a la ciencia, que se estrechen los objetivos de la ciencia, que
han pasado de ser una búsqueda del progreso global a ser una búsqueda
del poder nacional y el provecho personal. Les hemos permitido que tomen
sus decisiones en secreto, aplicando la ciencia en nuestra sociedad sin consideración por nuestra sociedad, sin responder ante nuestra
sociedad. Nos hemos dejado intimidar por los expertos, resultándonos
más fácil alegar ignorancia de las nuevas propuestas científicas que
aprender sobre ellas o hacer sentir nuestra voz, nuestras opiniones,
nuestras necesidades, nuestros deseos y exigencias. Nosotros, los que
pagamos la investigación científica, los que pagamos las aplicaciones
científicas, y las armas y los pesticidas y los venenos, nosotros hemos
permitido que nos quiten la ciencia, que la usen contra nosotros. Ni los
científicos ni los fabricantes de armas ni los especuladores, son los
únicos culpables. Nosotros mismos hemos permitido que en la comunidad
humana la ciencia quede disociada de la ética de la comunidad humana. Y
somos nosotros, solo nosotros, quienes podemos y debemos ponerla de
nuevo en su sitio.
Y sigue diciendo que los críticos más duros plantean a
los científicos preguntas que parecen justificadas ¿en qué momento se
convierte la falta de atención en negligencia? ¿No es la propia
negligencia un crimen, y la negligencia que pone en peligro vidas
humanas e incluso la vida misma, el crimen último? ¿No deberíamos exigir
a los científicos que estén atentos a los peligros inminentes? ¿No
deberíamos despertar a los sonámbulos?.
Cuando se han quemado libros, solo las páginas se
convierten en cenizas, no las ideas. Lo mismo puede decirse del
universo. Lo que una persona no descubra, otra lo hará: así lo prueba la
historia con su larga lista de casos en los que un descubrimiento fue
revelado de manera simultánea por varios científicos que trabajaban
independientemente en países alejados. Nadie logrará nunca censurar el
conocimiento porque nadie puede negar la existencia. Eso si añado yo,
pueden secuestrar, ocultar, comprar la patente....., pasar años o
décadas sin que salga a la luz un descubrimiento que beneficie a la
humanidad de forma gratuita, que contribuya al bienestar social, pero
tarde o temprano la luz sale de nuevo, algunas veces por necesidad y
otras por los nuevos científicos sin títulos, personas que estudian,
aprenden, son autodidactas, descubren, prueban, comparan y sobre todo,
divulgan para el conocimiento libre de la humanidad.
Yacques nos dice que el despilfarro de los recursos
intelectuales de la ciencia ha quedado prácticamente institucionalizado
en años recientes a causa de dos políticas concretas: la asignación
inapropiada de fondos para la investigación y el secretismo científico.
El secreto priva a la sociedad del conocimiento, pero también en algunos
casos de su seguridad cotidiana. Amparándose en el pretexto de la
seguridad nacional, los departamentos de defensa y las agencias de
inteligencia han archivado desde siempre miles de artículos científicos
de investigación aplicada en carpetas clasificadas. Ahí esta el caso de
NicolasTesla y seguro que de otros muchos investigadores y genios de la
historia.
Cousteau lo escribe bien claro. Quien monopoliza sus
hallazgos por intereses económicos puede ser mezquino, pero quien oculta
hallazgos que pueden afectar a la seguridad humana, a la salud o a la
vida, es un criminal. En muchos países civilizados quien se niega a
ayudar a una persona en peligro puede ser arrestado y procesado. ¿Son
los ejecutivos que, en nombre de la competencia, ocultan información
sobre un nuevo fármaco que podría salvar vidas tan diferentes de quien
ve morir a una persona y, teniendo el poder de ayudarla, no hace nada?.
Tenemos que dejar, nos advierte, que utilizar los poderes
de la ciencia para amenazar a otras naciones y comenzar a utilizarlos
para poner fin a nuestras divisiones globales. Debemos aprender que una
nación enfrentada a otra es como una mano enfrentada al corazón, dos
elementos de un mismo cuerpo vivo que intenta dañar a sus propias partes
y destruir el todo. El enemigo de la humanidad nunca ha sido la
ciencia, ni siquiera los descubrimientos científicos relacionados con el
arsénico o el átomo. El único enemigo de la humanidad es el ser humano.
La revolución científico-industrial no ha sido en absoluto una
revolución. ¿Qué tipo de revolución fracasa en su intento de
proporcionar a las personas hambrientas la comida que necesitan y en
cambio proporciona a los ricos comida en exceso? Debemos admitir una
terrible verdad: durante más de medio siglo hemos tenido a nuestra
disposición la capacidad científica de poner fin al sufrimiento en el
mundo. Durante más de medio siglo hemos podido utilizar la ciencia para
eliminar las necesidades humanas.
Ante esta profunda lamentación de Jacques Cousteau, añado
que si hemos podido y no lo hemos hecho, si podemos ahora y lo
ignoramos, evitar la muerte de millones de personas por hambrunas, somos
responsables y partícipes de esos crímenes contra la humanidad.
LA PAZ CALIENTE: ARMAS NUCLEARES Y ENERGÍA NUCLEAR.
Los contenedores en los que se guardan los residuos
radiactivos, se hinchan con los gases y a través de fugas salen a la
tierra circundante. Así se expresa Cousteau en el capitulo sobre la
energía nuclear. Denuncia que cientos de centrales nucleares envejecidas
se acercan a la obsolescencia mientras las compañías y los países que
las construyeron no tienen ni dinero para desmontarlas ni lugar donde
enterrar las partes contaminadas. Las agencias gubernamentales han
eludido el problema de proteger a los ciudadanos simplemente haciendo
caso omiso de ellos, vertiendo líquidos radiactivos en los ríos y
bombeando toneladas en la tierra, utilizando el sello de “seguridad
nacional” para mantener sus sucios secretos ocultos a los ojos de su propio pueblo.
Nos relata el atroz asesinato de cientos de miles de
personas civiles en Hiroshima y Nagasaki, como el Presidente de Estados
Unidos Harry Truman quiso ser el administrador de esa nueva arma letal e
intentar que solo ellos tuvieran la bomba para erigirse superiores a
las demás potencias.
Deja claro que la energía nuclear es la fuente más cara a
causa de los costes astronómicos de la construcción de unas centrales
lo bastante resistentes como para soportar una irradiación constante,
por no mencionar la arremetida radiactiva de posibles accidentes. El
físico y premio Nobel Henry Kendall, ha calculado, que una central
nuclear grande produce la cantidad de radiactividad de vida larga que
liberaría la detonación de casi dos mil bombas de Hiroshima. Para pagar
las nuevas centrales, la industria de Estados Unidos cargó a los
consumidores incrementos de las tarifas eléctricas de hasta un 50 por
ciento. Hoy día, más de un centenar de centrales nucleares en ese país
han sido canceladas.
El accidente de la Central Nuclear de Fukushima por un
tsunami en Japón (2011), donde han muerto centenares de personas y
cientos más que se irán produciendo con el paso del tiempo, ya lo
auguraba Jacques Cousteau en este capítulo de su libro. Decía hablando
de la inseguridad de estas centrales radiactivas preguntándose ¿Qué
precio pagarán por las decisiones de hoy de abrazar más fuertemente la
energía nuclear? ¿Cómo puede ningún simple mortal afirmar que tienen
poder sobre las incógnitas de los 250.000 años que durante los cuales
los residuos nucleares seguirán siendo peligrosos? ¿Podemos realmente
creer todos los imponderables y todos los impredecibles del planeta, los
tsunamis, los movimientos geológicos, incluso asteroides, respetarán la
integridad de nuestros almacenes de residuos y nuestras centrales
nucleares? Cada año sacude la Tierra unos 100.000 terremotos.
También como en algunos otros lugares del libro, Jacques
invita a la revolución pacífica, a lo que el 15 M o Democracia Real Ya
ha hecho tímidamente en España y en muchos lugares de Europa o la
llamada revolución árabe, donde algunos dictadores han sido destronados
por el ímpetu del pueblo y la unión de los ciudadanos. Nos dice
claramente Cousteau, que la decisión tomada por unos pocos políticos
de unas pocas naciones nos afecta a todos. Podemos evitar que negocien
con nuestras vidas y con las vidas de nuestros hijos. Basta con que nos
demos cuenta de que no necesitamos rendirnos a las dementes
irracionalidades de una docenas de hombres cuando nosotros somos miles
de millones de personas.
LA VIDA EN MIL MILLONES DE AÑOS.
Escribe que la sala de la evolución no solo define
nuestro lugar en el tiempo sino que también define nuestro lugar en la
fraternidad de la vida. Nosotros, los seres vivos, fuimos descritos por
Loren Eiseley como huérfanos cósmicos, sin memoria de la explosión de
las estrellas, las colisiones galácticas, las tormentas primigenias y
las erupciones de volcanes que nos concibieron. Sin embargo nosotros,
los huérfanos cósmicos, no estamos solos. Toda nuestra familia de la
vida, animales y plantas, animales de sangre fría o de sangre caliente,
todos somos hermanos unidos por antepasados comunes, las primeras
células nutridas por la tierra y el mar. Los acontecimientos que
tuvieron lugar a lo largo de miles de millones de años en el pasado sin
duda pueden guiarnos en nuestros sueños para los miles de millones de
años en el futuro.
Nos aclara que el desarrollo del cerebro y de la
inteligencia progresa a lo largo de vías paralelas durante la evolución
de los primates. Entonces la tendencia se fractura de manera abrupta
produciendo un cisma entre el chimpancé y el humano. He visto cachalotes
comportarse con más inteligencia que los simios. Nuestros homólogos
evolutivos más cercanos quizá no sean los primates, sino animales
situados en la cima de otra rama del árbol familiar: los mamíferos
marinos, y más concretamente en los cetáceos.
El homo sapiens escribe, aún no comprende que su
supervivencia depende ahora no de conquistar la naturaleza, sino de
protegerla. El hombre ha ascendido hasta su nivel de incompetencia. ¡Nos
queda tanto camino por recorrer………!
Jacques finaliza entre otras cosas, escribiendo que la
vida ha evolucionado hasta las formas que los biólogos consideran el
vertebrado más complejo, al ser humano, y la planta más compleja, la
orquídea; designando al pulpo, dada su inteligencia y su devoción por la
continuidad de su especie, como el invertebrado más elevado.
Las cuestiones medioambientales siguen cayendo en el
olvido, en la ignorancia de políticos que solo ven hasta donde llega las
urnas, sin importarles la situación real del mundo, de nuestra Tierra.
Lo denunciado por Cousteau sigue vigente, es actual y vamos a peor por
la ineptitud de gobernantes y dirigentes que bailan al son de la música
que les impone el poder financiero, responsable último de este ataque
suicida contra la vida.
La Cumbre de Durban de donde se supone deberían haber
salido planes de acción concretos para evitar que el cambio climático
siga avanzando y se sigan deforestando las selvas tropicales, ha sido un
nuevo completo fracaso. A los políticos no les importa las hambrunas,
la desertización, la deforestación…..,de esta forma se convierten en
cómplices de todas las muertes que se produzcan a causa del cambio
climático que nos quieren amoldar a él, en lugar de evitar su
continuidad alarmante hacia una autodestrucción sin precedentes en la
historia de la Tierra.
El activista contra la explotación petrolera en Nigeria y
en representación de la Red Internacional “Justicia Climática”, Nnimmo
Bassey ha preguntado a los gobiernos si no se avergüenzan de su egoísta
indiferencia por la creación de esta crisis y el pasotismo e ineficacia
para poder dar un respiro a todas las sociedades del mundo. Solo están
preocupados del negocio del CO2, un negocio que está hundiendo a muchos
pueblos que viven de los bosques.
Bassey ha dicho que “el acuerdo que se está generando
aquí significa más años de inactividad. Esta inacción tendrá como
consecuencia la incineración de África y causará devastación en todo el
mundo”. Este nuevo fracaso supone condenar a muerte a millones de
personas. ¿Tenemos que permitirlo? Cousteau nos ha dejado una gran
reflexión. El, que vivió las experiencias muy hermosas y nos hizo sentir
la belleza del mar, sabía que de no protegerlo, las estampas de la vida
se volverían grises, tristes, con colores de muerto de asfixia
ambiental.
Condenar a muerte a millones de personas por puro placer
de no ponerse de acuerdo en algo tan elemental como la protección de la
vida, de nuestra Tierra, colma el vaso de las dignidades y es un crimen
de lesa humanidad que tiene que ser juzgado por los pueblos del mundo.
La indignación que nos dejó Yacques en este libro, es la misma que
impulsa a la sociedad a indignarse contra la ineptitud, el robo, el
acoso, la dictadura y la falta de derechos fundamentales de las
personas. El bienestar social ha sido herido por una crisis nacida del
poder corrupto financiero. El bienestar de la humanidad esta siendo
asesinado ante una dictadura global que ataca el propio significado
“humanidad”.
Jacques Cousteau nos ha dejado este mensaje póstumo para
defender la vida de la Tierra en toda su amplitud. Un mensaje que debe
ser escuchado aunque haya pasado años y muchos hayan intentado que no
llegaran sus palabras a ser leídas por usted.
Debemos destapar a los opresores de nuestra sociedad, a
los que no quieren que sigamos avanzando y evolucionando hacía un
bienestar social total, a los que premeditadamente se aferran a
tecnologías obsoletas existiendo energías libres y casi gratuitas al
servicio del pueblo, apartar a los políticos ineptos instaurando leyes
que impidan privilegios, pedir responsabilidades penales por sus
acciones, que no se permita a representantes elegidos por el pueblo
proceder de empresas manipuladoras, que tengan responsabilidad penal en
el empleo de dinero público.
Cousteau ya lo pedía poco antes de su muerte en 1997, el
hombre en su conjunto debe evolucionar hacia un mundo de vida,
preservando la biodiversidad en todo su esplendor.
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