Tras un
periodo prolongado de sequía, las primeras lluvias desencadenan un
fenómeno conocido como “efecto Birch”. Este efecto consiste en el súbito
aumento de la respiración del suelo, es decir, en un aumento de la
emisión de CO2 a la atmósfera. Este proceso es especialmente relevante
por su influencia en el cambio climático en ecosistemas mediterráneos,
donde se produce un fenómeno de aridez estival importante.
ECOticias.
Aunque el proceso fue descrito en 1924 por A.N. Lebedyantsev en
Rusia y estudiado en profundidad por H.F. Birch en la década de los años
50, desde entonces han surgido diversas explicaciones sin que ninguna
interpretara completamente este fenómeno.
En ellas se han implicado fenómenos biológico-metabólicos, tales como
un incremento inmediato en la biomasa microbiana, el consumo masivo de
diversas sustancias protectoras -conocidas como osmolitos- producidas
por los microorganismos en su adaptación a la sequía, o el consumo
rápido de los microorganismos muertos y sus restos tras la humectación; o
simplemente físicos como puede ser la fractura de los agregados del
suelo tras la humectación y liberación del carbono protegido.
En un reciente artículo, los profesores e investigadores Federico
Navarro García y Miguel Ángel Casermeiro de la Universidad Complutense
de Madrid, junto con el profesor Joshua P. Schimel, de la Universidad de
California UC Santa Barbara, han encontrado la respuesta a este
interrogante surgido a principio del siglo XX. Dichos investigadores
analizaron los agregados del suelo que constituyen la unidad estructural
del suelo y que, entre otras funciones, protegen al carbono de la
degradación microbiana.
Al comparar la respiración después de la humectación entre agregados
íntegros y agregados destruidos, se observó una mayor producción de CO2
en los agregados destruidos sin que se produjera un incremento en la
cantidad de microorganismos tras su rotura. Así pues, un incremento en
la cantidad de carbono producido por la rotura de los agregados
explicaría el aumento de la producción de CO2.
Esta circunstancia pone de manifiesto el hecho de que el efecto
Birch podría deberse principalmente a fenómenos físicos que incrementan
la biodisponibilidad del carbono, y no a procesos metabólicos (al menos
en el caso de la primera humectación, es decir, la primera lluvia tras
un periodo prolongado de sequía).
Los resultados de este trabajo sugieren dos cuestiones importantes.
En primer lugar, que los agregados previenen la emisión de los gases de
efecto invernadero tras un periodo prolongado de sequía puesto que
protegen la materia orgánica de la descomposición microbiana; y, en
segundo lugar, que, contrariamente a lo establecido, la materia orgánica
durante los periodos de sequía sufre modificaciones bioquímicas
independientes de la actividad celular.
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