
El sistema, que algunos bromistas ya han denominado como '¿a qué culo pertenece este coche?', no es nada simple. Consiste en un sensor que está conectado al asiento del conductor en 360 puntos. Su función es analizar el nivel de presión que les impone una u otra 'sección' de las nalgas y los muslos, según una escala de entre 0 y 256 unidades. A partir de estos datos que se transmiten a un 'laptop', se forma una huella en forma de imagen 3D que sirve para que en el futuro el automóvil pueda 'reconocer' a su propietario.

Sin embargo, los ingenieros no comunican si su innovación es capaz de recordar y admitir posibles modificaciones. Con lo cual no está claro qué pasará si conduce otra persona el vehículo o si el mismo propietario engorda o adelgaza, por ejemplo.
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