domingo, 10 de julio de 2011

Un estudio del CSIC refleja que el miedo al hombre explica la adaptación de las aves a las ciudades

Un estudio de los investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) José Luis Tella y Martina Carrete refleja cómo las aves, por lo general, temen al hombre y a los vehículos porque son una causa de mortalidad para las mismas, por lo que parece que las diferencias entre especies en su miedo al ser humano podría explicar por qué unas especies se aventuraron a vivir en las ciudades, mientras otras no se atrevieron.

En este sentido, el profesor de Investigación del CSIC en la Estación Biológica de Doñana José Luis Tella ha explicado a Europa Press que esta hipótesis sería "difícil" de corroborar en Europa, dada la larga historia de urbanización en este continente y donde las aves que hoy conocemos como urbanas colonizaron las ciudades hace siglos, por lo que resulta difícil determinar que les llevó a ello. Así, han planteado el estudio en una ciudad argentina, donde el proceso de urbanización es tan reciente que las aves están todavía en el proceso de convertirse o no en urbanas, lo que denomina "urbanización contemporánea".
   El estudio sobre la variabilidad interindividual en el miedo a los humanos y el tamaño relativo del cerebro de las especies y su relación con la invasión urbana contemporánea en aves nace de la pregunta de por qué la mayor parte de las aves no toleran vivir en las ciudades, mientras otras como el gorrión proliferan en el medio urbano.
   "La urbanización es una de las transformaciones del hábitat más drásticas", señala, al tiempo que apunta que hace desaparecer por completo el hábitat original para construir ciudades.
   Por otro lado, reitera que las investigaciones desarrollada por Carrete y él mismo demuestran que las diferencias entre especies en su miedo al hombre efectivamente explican las razones de que unas invadan las ciudades, mientras que otras las rehuyen.
   Si bien, señala que las especies que invaden la ciudad no son aquellas que podrían parecer mas confiadas, ya que todos los individuos se dejan acercar por igual, sino aquellas en las que la variación en el miedo al hombre es mayor entre individuos, es decir, existen individuos desde muy confiados a muy asustadizos.
CEREBROS MÁS GRANDES
   En este sentido, afirma que son estas especies con mayor variación entre individuos y los más confiados los que invaden las ciudades. Estas especies con mayor variación en personalidades entre individuos se caracterizan también por tener tamaños relativos de cerebros más grandes.
   En definitiva, según precisa, "las pocas especies que soportan el miedo al hombre y se convierten en urbanas son aquellas con cerebros más grandes, lo que aparentemente permite la existencia de individuos con diferentes personalidades". "Aquellos con personalidades que implican un menor temor al hombre son los que deciden y consiguen vivir en la ciudad", añade.
   No obstante, ha recordado que ya se sabía, por investigaciones anteriores, que en general las especies con cerebros más grandes presentan mayor capacidad de adaptación a cambios ambientales, pero se desconocía por el contra el mecanismo que liga el tamaño del cerebro con su capacidad de adaptación. "El estudio demuestra que en el caso de la urbanización, es el miedo al hombre el mecanismo responsable que actúa sobre individuos con distintas personalidades", asegura.
   Por otro lado, indica que el desarrollo urbanístico a este tipo de individuos "no les afecta apenas, pues son capaces de soportar las molestias humanas, y a cambio consiguen vivir en un hábitat donde apenas hay depredadores y suele existir alimentos suficientes". Si bien, "el resto de individuos y especies no son capaces y se ven apartados de sus hábitats cuando son urbanizados", precisa.
   En referencia a la posibilidad de transformación en el comportamiento de estas aves como consecuencia del día a día en la ciudad, Tella ha manifestado a Europa Press que "entre las aves que consiguen vivir en las ciudades, se producen cambios en el comportamiento secundarios condicionados por la actividad de la ciudad como es la alimentación a horas en las que hay menos tráfico y viandantes, el canto cuando hay menos circulación de coches o la alimentación nocturna bajo la luz de las farolas.
   El profesor del CSIC, que ha desarrollado su trabajo junto a la investigadora argentina Martina Carrete, que actualmente desarrolla su labor en la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla), ha aclarado que no es cuestión de especies "tolerantes", sino de individuos "tolerantes" en especies donde existe una gran variabilidad en personalidades entre individuos.
   Por último, ha apostado por medidas que posibiliten una mejor relación ciudad-aves como por ejemplo el aumento del número y tamaño de zonas verdes, espacios donde se amortiguan las molestias humanas y las reacciones de miedo al hombre.

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