lunes, 26 de septiembre de 2011

Un viaje de 800.000 años atrás para saber cómo evoluciona el clima

Joan Grimalt es director del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA), centro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y uno de los expertos en clima más destacados de España. A lo largo de esta semana ha estado presente en Salamanca para participar en el congreso sobre cambios climáticos que ha reunido a decenas de especialistas de todo el mundo. Uno de los proyectos más importantes de Grimalt en la actualidad cuenta con la colaboración de la Universidad de Salamanca: estudiar la evolución del clima en el Mar de Alborán, entre España y Marruecos, en los últimos 800.000 años.
ECOticias.
Este detallado estudio de la evolución climática "será una referencia mundial porque estamos yendo hacia atrás unos 800.000 años a muy alta resolución" y porque "el Mar de Alborán está colocado en una zona muy estratégica", afirma en declaraciones a DiCYT. No existe ningún registro tan detallado, en lenguaje científico, "a tan alta resolución", sobre el clima de épocas tan lejanas y "cuando se dé a conocer será una aportación muy valiosa para poder saber cómo ha variado el clima en la Tierra", asegura.
Esto se debe a que el Mar de Alborán y toda la península Ibérica "reciben la influencia de los procesos climáticos que se producen tanto en la Antártida como en el Ártico". Grimalt asegura que no se trata de sobrevalorar la importancia de la península Ibérica, sino que "todo el mundo ha visto en los últimos años que los testigos marinos recogidos alrededor de la península son fundamentales para conocer la dinámica general de los océanos por lo menos en los últimos tres millones de años", precisamente, por recibir la influencia de las aguas antárticas y árticas.
Los testigos marinos son enormes tubos que se introducen en el lecho marino para recoger sedimentos acumulados durante miles de años y que ofrecen a los científicos las pistas necesarias para averiguar cómo ha sido el clima del pasado.
En el caso de Joan Grimalt esas pistas son orgánicas. Por ejemplo, hay una especie de alga llamada 'Emiliania huxleyi' que "según sea la temperatura del agua en la que vive fabrica compuestos diferentes y esto es como tener un 'paleotermómetro'", asegura. "Quieren adaptarse a la temperatura del agua en la que viven y para ello sufren estos cambios, que para nosotros son una herramienta fundamental para reconstruir la temperatura de las aguas", apunta.
Trabajar en los mismos testigos
El Grupo de Geociencias Oceánicas del Departamento de Geología de la Universidad de Salamanca tiene una línea de investigación similar y por eso colabora con Joan Grimalt en el proyecto del Mar de Alborán y en otros, pero usa métodos diferentes. "Ellos investigan microfósiles y yo moléculas orgánicas, la metodología es diferente, pero trabajamos sobre los mismos testigos, esto es importante porque intentamos reconstruir lo que ha pasado y cuantas más medidas tengamos, estaremos más seguros de las conclusiones", señala.
El estudio de la materia orgánica que realiza el director del IDAEA se puede basar en las algas o en otros elementos, como las hojas de los árboles que llegan desde el continente al mar. "También conocemos moléculas orgánicas que nos hablan de la intensidad de los vientos o de la intensidad de los flujos de agua profunda en los mares", añade. Todo ello acaba convertido en sedimentos marinos y contiene información del clima. "Conocemos diversas moléculas que nos indican cómo ha cambiado la temperatura del mar en el pasado y esto es un elemento clave para hacer modelos, porque la temperatura superficial del mar está en una interfase entre atmósfera y océano y esto es precisamente lo que mueve el clima, la interacción entre atmósfera y océano", comenta.

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