
La idea de este experimento se remonta al siglo XVIII, cuando Joseph Priestley puso a un ratón en el interior de una caja hermética con plantas y a otro, en una caja similar, pero sin vegetación. El segundo murió después de unas pocas horas, mientras que el primero superó la prueba. Así se demostró que las plantas son realmente la fuente del oxígeno que necesitan los seres vivos.
La cámara de Stewart y sus 'acompañantes' tenía 8 metros de longitud, 2,5 de altura y 2 de ancho. En su interior había 150 plantas, 30 grandes y 120 más pequeñas. Esta 'selva' fue regularmente alumbrada con lámparas para mantener la fotosíntesis.
Stewart logró tener suficiente oxígeno para sobrevivir; sin embargo, enfrentó varios síntomas desagradables: le dolía la cabeza, se sentía cansado y tenía problemas de sueño, que en parte fueron causados por las condiciones del experimento, donde predominaban la humedad y el calor, algo cómodo para la vegetación, pero no para el hombre.
Además, se detectó que la cantidad de plantas no fue suficiente para Stewart, ya que, mientras el porcentaje del oxígeno a la hora del inicio del experimento constituía un 21%, cuando el profesor salió de la cámara, la proporción de éste en el aire se había reducido al 10%, lo que corresponde al nivel que habitualmente se observa a una altura de 4.500 metros sobre el nivel del mar.
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