domingo, 31 de marzo de 2013

Los pioneros del movimiento verde

Juan Clavero, Joaquín Paloma, Mercedes Sousa y José Manuel Gómez se colocan para la foto y recuerdan: “Ahí mismo, al lado del muelle del Vaporcito, estaba la salida de aguas residuales. Todos los vertidos de la ciudad, más lo que venía de río arriba, incluidos los vertidos de las azucareras y las alcoholeras, llegaban aquí. La peste era impresionante y había vecinos que en verano tenían que cerrar las ventanas por las náuseas”. Así era la desembocadura del río Guadalete en El Puerto de Santa María (Cádiz) hace ahora 30 años. Hoy el río baja turbio, por las lluvias, pero es sólo eso. Sus aguas no son tóxicas, los peces no flotan muertos en su cauce y, junto al muelle, se ha construido un paseo peatonal y se han instalado bares con terrazas.
Acabar con la contaminación de este río fue uno de los primeros retos de la Asociación Ecologista Guadalete y su primer gran éxito. Pero sus ocho socios fundadores se unieron, en realidad, movidos por otra amenaza: la construcción de un puerto deportivo que amenazaba a dos míticas playas de El Puerto. Cuando casi nadie había oído hablar de ecologismo, decidieron crear un colectivo que luchara por la conservación del patrimonio natural. Convocaron manifestaciones en la playa, se amarraron a las máquinas de la obra y hasta trataron de impedir la llegada de las autoridades al acto de inauguración con una cadena humana flotante. El proyecto de Puerto Sherry, con todo, siguió adelante, si bien el tiempo demostró que lo que se había presentado como un gran gancho económico estaba lleno de deudas. “No fue un fracaso de la asociación, fue de toda la sociedad. Perdimos las playas y, además, todos hemos tenido que contribuir para acabar con su agujero económico”, cuenta Joaquín Paloma, uno de los fundadores.
Lamentan su inexperiencia de entonces, la falta de asesoramiento. “Hoy habríamos podido parar Puerto Sherry”, asegura Juan Clavero, otro de los primeros socios. “Ni siquiera iniciamos una vía judicial y había caso. Todo el proceso fue una mamarrachada”, añade. José Manuel Gómez, el más joven de los fundadores, con sólo 18 años cuando se creó la asociación, apunta: “Era otra época. Ahora las Administraciones tienen más control, no se hacen tantas barbaridades”.

Depuradoras, lujos del Támesis

Hace 30 años, los peces muertos bajaban corriente abajo por el Guadalete hasta llegar, en alguna ocasión, a las playas. La contaminación era evidente y también sus consecuencias para el medio ambiente y para el turismo. Pero cuando la recién creada Asociación Ecologista Guadalete pidió soluciones a los políticos, estos contestaron que España era un país pobre: “Las depuradoras son un lujo para ríos como el Támesis”.
El colectivo organizó una carrera por etapas desde el nacimiento del río en Grazalema, hasta su desembocadura, con una botella de agua limpia como testigo. Fue la primera acción de una campaña que concluyó, en 1995, con un baño popular de mil personas en el río. Por primera vez los análisis garantizaban que el agua del Guadalete no era tóxica.
Eso no significa que la asociación se haya quedado quieta. El colectivo, hoy integrado en Ecologistas en Acción, ha centrado su foco en la última década en el control urbanístico. “Se han cometido muchos desmanes, pero si no hubiéramos actuado habría sido peor”, asegura Joaquín Paloma. Ponen como ejemplo un área de la ciudad, en los márgenes de la carretera de Fuentebravía. En el lado izquierdo se suceden las urbanizaciones; el derecho, llamado a convertirse en un reflejo, sigue virgen: la acción de los ecologistas logró tumbar 24 convenios urbanísticos sólo en esta zona. “Es lo que nos ha diferenciado de otros grupos, centrados sólo en velar por los espacios protegidos, en la conservación de las especies… Nosotros fuimos precursores cuando vimos la burbuja inmobiliaria, advertimos de la corrupción. Estábamos solos y el tiempo nos ha dado la razón”, señala Clavero. También les da la razón la Fiscalía de Medio Ambiente de Cádiz, que en su memoria anual llegó a reconocer “la labor de control de Ecologistas en Acción”.
Presumen de independencia económica. Las cuotas de sus más de 100 socios (la crisis les ha robado a algunos, que siguen colaborando pero no pueden estar al día en los pagos) les sirve para mantenerse. Y mucho trabajo altruista, “muchos días pringados”. Aunque haya a quien le sorprenda: “A veces a la gente le cuesta entender que esto no lo hacemos por interés propio, que no ganamos nada, que incluso pagamos”, dicen en coro. Se quejan de la falta de estructuración de la sociedad, de las pocas vías de participación ciudadana. “Cuando nacimos no existían apenas grupos ecologistas, pero sí otras asociaciones. El movimiento vecinal era muy fuerte”, recuerda Mercedes Sousa, una de las dos mujeres integrantes del grupo fundador. Ahora la crisis se está llevando por delante buena parte de la labor de los colectivos que permanecían activos y que dependían de las subvenciones. Ecologistas en Acción sólo cuenta con fondos públicos para proyectos concretos, pero no para su funcionamiento normal, y eso les está salvando.
Los fundadores de la Asociación Ecologista Guadalete cuentan también entre sus triunfos otros logros “menos mediáticos”. Por un lado, la capacidad de coordinación con otros grupos conservacionistas con la creación de la Federación Ecologista Pacifista Gaditana. En El Puerto se celebró la primera reunión de la provincia y la de todos los colectivos de Andalucía. Por otro, su trabajo de divulgación, sobre todo entre los jóvenes. Dicen que en estos años, desde 1983, no han perdido ni un ápice de ilusión y han ganado en experiencia y en conocimiento. También en credibilidad y comprensión social: hace tiempo ya que dejaron de responder a la pregunta de “qué es eso de ser ecologista”.

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