Las playas de aguas transparentes o las selvas de verdes infinitos ya no son atractivo suficiente para los hoteleros costarricenses, que apuestan cada día más por la sostenibilidad ambiental para mantener su condición de verdaderos paraísos terrenales.
Hoteles construidos con maderas certificadas, que dan un
tratamiento total a sus desechos, que utilizan energía solar o reducen
al máximo el consumo, que tienen huertas orgánicas propias con las
cuales preparan sus alimentos, que usan exclusivamente productos
biodegradables y secan la ropa al sol son la nueva tendencia en el país
más visitado de Centroamérica.
Los turistas buscan estos refugios
de paz y naturaleza precisamente por su compromiso ambiental, y porque
en ellos tienen la oportunidad de aprender las claves de una vida con
una reducida huella ambiental.
Las autoridades costarricenses
respaldan esta estrategia y para potenciarla crearon un Certificado de
Sostenibilidad Turística (CST), que es una especie de control de calidad
ambiental y social para la gestión de las empresas relacionadas con el
turismo.
El CST mide cuán amigable con el ambiente es una empresa y
la califica de 1 a 5, solo que en lugar de las tradicionales estrellas
de la industria hotelera otorga hojas de árboles.
Esta certificación es reconocida a nivel internacional y por
los principales agentes turísticos del mundo, que tratan a los hoteles
certificados con preferencia en sus ofertas.
Actualmente, 29
hoteles costarricenses cuentan con las "cinco hojas" de sostenibilidad,
lo que garantiza que sus operaciones casi no tienen impacto ecológico y
que además son socialmente solidarias y responsables.
Un ejemplo
de esta nueva generación de hoteles con la máxima distinción es "Playa
Nicuesa Rainforest Lodge", ubicado en el Pacífico sur del país, frente a
las tranquilas aguas del Golfo Dulce, en medio de un exhuberante bosque
tropical.
El único acceso al hotel es por mar, pero el paseo
mismo desde el puerto de Golfito (el más cercano), es una antesala de la
maravilla natural que espera.
Una lancha lleva a los turistas,
casi exclusivamente europeos y norteamericanos, sobre las aguas del
golfo, que en un día sin demasiado viento lucen como un espejo del
cielo, hasta un diminuto muelle al final del cual árboles siempre verdes
alojan lapas, tucanes y otras aves de colorido plumaje.
Compartir con la vida: arañas, hormigas y aves tropicales
El
sendero desde la playa hasta la recepción del hotel es corto pero lleno
de vida: arañas, hormigas y otros insectos, así como aves tropicales
pululan alrededor hasta que el edificio principal salta a la vista.
Una
estructura abierta, completamente de madera, emerge de entre los
árboles. Para entrar es necesario quitarse los zapatos, pues hasta el
piso es de brillante madera, y además, según sus administradores, el
estar descalzo hace que las personas se sientan más cómodas y en
contacto con la naturaleza.
En este lugar no hay aire
acondicionado a pesar de las altas temperaturas de más de 30 grados todo
el año, y la humedad del 98 por ciento, pues es la misma brisa del mar y
la sombra de los árboles la que se encarga de refrescar el ambiente.
La
coordinadora de sostenibilidad de Nicuesa Lodge, Verónica Flores,
explicó a Efe que el objetivo del hotel siempre ha sido "ajustarse a su
entorno, y no al revés, como es la fórmula tradicional".
El consumo energético del establecimiento, asegura Flores, es
de entre 800 y 1.000 kilovatios al mes, pero si se toma en cuenta que en
una vivienda promedio se consumen cerca de 500 kilovatios al mes, se
puede apreciar lo reducido que es.
La razón es simple: con 20
paneles solares cargan baterías para todo tipo de utensilios, y el resto
de la electricidad necesaria la producen en una pequeña planta de
biodiesel.
Las bolsas de plástico no están permitidas en este
lugar, ni siquiera para traer los suministros que compran en Golfito;
las frutas que se ofrecen a los huéspedes son únicamente las que están
de temporada, y tampoco aceptan bebidas en envases plásticos, por el
contrario, se preparan jugos y refrescos naturales con las frutas del
jardín comestible que poseen.
Los huéspedes dividen su tiempo
entre zambullidas en la playa, tours en kayak, buceo con máscara y tubo,
caminatas por el bosque y hasta clases de yoga, con actividades más
educativas como charlas de sostenibilidad, recorridos por el centro de
reciclaje y el de compost, e incluso se les ofrece la posibilidad de
sembrar un árbol nativo.
"A los que siembran un árbol les damos un
certificado por haber contribuido al mantenimiento del bosque tropical y
hemos tenido casos de personas que regresan cada año para ver cómo va
creciendo su árbol", contó Flores.
Ejemplos como el de Nicuesa se
vuelven poco a poco la norma en un país que ya es reconocido como un
destino natural por excelencia, pero que ansía ir más allá. EFEverde
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