Uno de
los mejores métodos para estudiar los efectos del cambio climático
sobre los ecosistemas naturales no requiere costosas y punteras
tecnologías, sino tan sólo los ojos de un voluntarioso observador,
atento al vuelo de una mariposa.
Sus cortos ciclos de vida, su gran sensibilidad ante cambios en
el hábitat y la temperatura, y la fascinación que despiertan en muchos
naturalistas, hacen de las mariposas excelentes bioindicadores para
estudiar el impacto sobre la biodiversidad del cambio global, que abarca
fenómenos como el calentamiento global y los cambios en los usos del
suelo.
Cada vez más países y regiones europeas -diecinueve hasta
ahora- disponen de sus planes de seguimiento de mariposas diurnas, con
metodologías comunes y estandarizadas, un trabajo que comenzó en el
Reino Unido en 1976 y llegó a Cataluña, una de las regiones pioneras, en
1994.
"Yo trabajaba en los Aiguamolls de l'Empordà (Gerona), el
biólogo del parque conoció a la persona que montó la red en Reino Unido y
me propuso hacer la prueba piloto allí", recuerda en una entrevista con
EFEverde el coordinador científico del plan de seguimiento en Cataluña
-CBMS por sus siglas en inglés-, Constantí Stefanescu.
"Recogemos
datos en recorridos estandarizados en toda Cataluña, Andorra y Baleares,
y así conseguimos tener información sobre cómo evolucionan las
comunidades de mariposas en localidades concretas", explica Stefanescu.
La
metodología consiste en el estudio de tramos de un kilómetro, que el
voluntario debe recorrer una vez a la semana, de marzo a septiembre,
contando las mariposas que vea a su alrededor.
Desde 1994, más de
cien voluntarios del CBMS han recorrido 39.226 kilómetros y han contado
casi dos millones de mariposas de 200 especies; y, con el objetivo de
reproducir el éxito catalán, ya existen pruebas piloto en País Vasco,
Doñana y Sierra Nevada.
Esta "alucinante respuesta" de los colaboradores "sería impensable si estuvieses trabajando con escarabajos", dice el biólogo.
Además,
las mariposas son muy sedentarias y en muchos casos, sus orugas
dependen de una sola especie de planta para alimentarse, así que
"cualquier alteración del medio enseguida repercute sobre ellas",
explica Stefanescu.
Afectadas por cambios térmicos
Una
alteración como el cambio de los usos del suelo o el aumento de las
temperaturas derivadas del cambio climático, pues las mariposas son
ectotermas, necesitan el sol para regular su temperatura y se ven muy
afectadas por los cambios térmicos.
De momento, los planes de
seguimiento han establecido dos indicadores para conocer el estado de
las poblaciones a nivel europeo, uno sobre el declive de las mariposas
de pastizales -un 50 % desde 1990- y otro sobre los efectos del cambio
climático.
Así se ha documentado que las mariposas se están
desplazando hacia el norte -75 kilómetros entre 1990 y 2009- pero no lo
suficiente como para seguirle el ritmo al clima, ya que la isoterma de
temperaturas se ha desplazado lo equivalente a 249 kilómetros.
"Hemos
detectado cambios en la distribución tanto en latitud como en altitud,
parece que las mariposas tiran hacia arriba", afirma Stefanescu.
Malas
noticias para las que viven en cotas altas y no tienen más hábitat por
encima al que desplazarse, como las que habitan las cumbres de Sierra
Nevada, donde desde 2008 se utilizan como indicadores en el Observatorio
de Cambio Global del Parque Nacional.
"Las mariposas de los pisos
superiores ni pueden escalar hacia arriba ni tienen otras montañas de
sus características cerca", explica el conservador del Parque Nacional,
Ignacio Henares.
Henares apunta que, como pasa en Cataluña, "el
cambio climático es uno de los motores, acelera o multiplica los
efectos, pero el cambio de usos del suelo está teniendo mayor impacto".
Después
de evaluar los primeros resultados del seguimiento, Henares explica que
la tendencia es que las especies generalistas amplíen su área de
distribución y pierdan las de arriba, como las emblemáticas Apolo
(Parnassius apollo) o la Niña de Sierra Nevada (Polyommatus golgus). EFE
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