Sin ir más
lejos, esta semana hemos oído que las primas a las renovables son como
un fondo de pensiones, con rentabilidades grabadas a fuego en las que
se garantizan durante 25 años precios desorbitados.
ECOticias.
La proximidad de la esperada reforma energética, anunciada por
el Gobierno para el primer semestre, tiene en pie de guerra a todo el
sector energético. El enemigo preferido de muchos actores son las primas
a las renovables, a las que se ataca sin cuartel, desviando a menudo
la atención sobre la mota en el ojo ajeno e ignorando la viga en el
propio.
Sin ir más lejos, esta semana hemos oído que las primas a las
renovables son como un fondo de pensiones, con rentabilidades grabadas a
fuego en las que se garantizan durante 25 años precios desorbitados. Y
el ataque viene precisamente de empresas que se benefician
directamente de que la eólica rebaje los precios del mercado eléctrico
(gracias al viento, la factura de la luz de los consumidores
industriales se ha reducido en un 27% en lo que va de año) y que
disfrutan de los pagos por interrumpibilidad. Sin embargo, ¿qué tiene
más sentido? ¿Incentivar a la eólica para que el dinero que se destina a
energía se quede en España o compensar a una serie de empresas por
aceptar interrupciones en el suministro, cuando esto hace tiempo que ya
no es necesario?
Desde el sector eólico, negamos la mayor: las primas a la eólica
están muy lejos de ser elevadas y, no sólo no encarecen los precios de
la electricidad, sino que los rebajan. Ahora bien, en este debate, a
menudo se olvida lo más importante: que los incentivos que se
implantaron en España en los años noventa con el objetivo de fomentar el
desarrollo de las energías autóctonas y limpias (renovables), en vez
de penalizar a las más contaminantes, han sido uno de los principales
motivos de que nuestro país haya creado una industria eólica propia, con
empresas en toda la cadena de valor y tecnología de vanguardia que
exportamos a todo el mundo.
Sin embargo, hay otros mecanismos que paga el sistema, como la
interrumpibilidad -por el que determinados consumidores industriales
reciben compensaciones por aceptar interrupciones en el suministro-, que
quizás tuvieron sentido en su día, pero que han dejado de tenerlo con
el tiempo.
La eólica, además de ser un sector industrial que consume acero,
cemento, hierro, cobre, pintura…, es una fuente de electricidad
autóctona que resguarda a las empresas de las subidas de precios de los
combustibles fósiles.
Volviendo a las primas a la eólica, según el centro de investigación
JRC de la Comisión Europea, los 81,27 euros que paga España de tarifa
regulada (75,5 €/MWh una vez descontado el impuesto del 7% a la
generación que entró en vigor en enero) sólo están por encima de lo que
pagan Eslovaquia, Lituania, Portugal e Irlanda. Según IHS, las primas
españolas están un 18% por debajo de la media europea.
Otro dato: en enero y febrero, la eólica generó el 56% de la
electricidad del Régimen Especial (11,6 TWh) y supuso el 33,4% de las
primas reales, según la liquidación 2/2013 del Régimen Especial
publicada por la Comisión Nacional de Energía (CNE).
La verdad es que nos hubiera gustado incluir en esta entrada del blog
una comparativa europea de pagos por interrumpibilidad pero, a
diferencia de las primas a las renovables, los incentivos a la industria
han sido tradicionalmente menos transparentes.
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