Las cañerías de plomo de fincas antiguas provocan que el 8,1 % de las muestras tomadas por la Agencia de Salud Pública de Barcelona (ASPB) en grifos de agua para el consumo humano presenten una concentración superior al nuevo límite fijado por la normativa europea, que entrará en vigor en 2014.
En su informe sobre la calidad sanitaria del agua, la ASPB
indica que el 3,1 % de los controles realizados presenta concentraciones
de este metal por encima de los 25 microgramos por litro (límite
vigente desde 2003), mientras el porcentaje que se incrementa al 8,1 %
si se toma como límite los 10 µg/litro, que será el valor máximo fijado
en Europa a partir del 1 de enero de 2014.
No obstante, estos
datos no son extrapolables al conjunto de la capital porque, según han
informado a Efe fuentes de la ASPB, las muestras fueron tomadas sobre
todo en los distritos de la ciudad con mayor número de fincas antiguas
(Eixample, Ciutat Vella y Gracia), en las que aún son habituales las
cañerías de plomo, y en muchos casos se hicieron a petición de los
propietarios, quienes sospechaban que las canalizaciones no estaban en
buen estado.
A pesar de ello, los autores recogen en el informe
que este porcentaje "no es menospreciable" y que refleja la importancia
de este problema en la capital catalana, aunque no existe un registro
sobre el número exacto de fincas que se encuentran en esta situación.
En
2011 aumentó el número de solicitudes de los propietarios de estos
edificios para que la Agencia realizase un analítica gratuita de la
calidad del agua de sus grifos (unas 70 peticiones, gracias en parte a
una campaña de iniciada por la ASPB), aunque lejos de las cerca de 400
que la Agencia realizó de oficio.
El plomo, tóxico
El informe señala que la causa más frecuente de incidencias en
la calidad del agua de los grifos barceloneses es la existencia de
cañerías y otros elementos de plomo en las instalaciones interiores que
producen una cesión al agua de este metal y generan concentraciones que
superan el límite permitido (actualmente 25 µg/litro).
El informe
elaborado por los servicios de vigilancia ambiental de la ASPB (con el
análisis de 2.632 grifos entre 2004 y 2011) indica que la cantidad de
plomo liberado de las cañerías de consumo varía en función de diversos
factores (ph y dureza del agua, temperatura o recorrido de la
canalización y tiempo de contacto).
Teniendo en cuenta que el
plomo puede ser tóxico para la salud humana, la agencia recomienda a los
dueños de estos edificios que sustituyan las cañerías de plomo por otro
material.
Mientras se
llevan a cabo estos cambios, los técnicos recomiendan dejar correr el
agua del grifo un rato antes de beberla -para renovar el agua que haya
quedado estancada- y no utilizar el agua caliente del grifo para beber
ni cocinar ya que la concentración de plomo puede ser mayor.
Joan
Ramon Villalbí, adjunto a la gerencia de la ASPB, subraya que no hay
indicios de que se haya producido ninguna intoxicación por plomo en
Barcelona, "posiblemente porque a pesar de que haya instalaciones muy
vetustas, el agua que bebemos aquí es un muy rica en sales y no llega a
disolver en plomo".
Sin embargo, indica Villalbí, los pediatras
del norte de España, de zonas como Asturias o Galicia, hace años que
tienen documentados casos de intoxicación por plomo en niños.
El depósito comunitario
Otro
de los aspectos que recoge el informe es la existencia de depósitos
internos comunitarios, situados habitualmente en las azoteas de los
edificios, que pueden provocar una alteración de la calidad sanitaria
del agua a causa de la falta de limpieza y mantenimiento.
La
distribución de agua en estas fincas se hace por aforamiento a través de
una cañería única que posteriormente se distribuye a depósitos desde
donde llega a las viviendas por cañerías individuales.
La ASPB
señala que este sistema de depósitos era útil antiguamente para
garantizar la disponibilidad de agua en caso de cortes de suministro,
pero que ahora no sólo ha perdido su sentido sino que puede ser causante
de problemas ya que la falta de limpieza, y el estancamiento de agua
puede provocar el agotamiento de la concentración del desinfectante
residual e incluso generar la proliferación de algunos microorganismos.
Aguas
de Barcelona ha informado a Efe de que a 31 de julio pasado, las
acometidas por aforamiento en el área de Barcelona eran 3.210, el 1,53 %
del total, porcentaje que la empresa califica de residual, y que además
va descendiendo en los últimos años. EFEverde
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