Como insistiendo en su característica capacidad de desaparecer, el
agua del Guadiana se ha perdido de vista en algunos de sus tramos a su
paso por Extremadura en los últimos meses. Pero lo ha hecho cubierto por
una verde capa de camalote.
La planta invasora se detectó en la región en 2004, pero no se le dio
importancia, por tratarse de una especie propia de climas tropicales
(procede del Amazonas). Meses después
afectaba a unos 80 kilómetros, entre los municipios pacenses de
Medellín y Mérida, la misma zona donde desde 2011 ha vuelto a
explosionar. El presidente de la Confederación Hidrográfica del Guadiana, José Díaz Mora, admite que es momento de “acostumbrarse” a esta vegetación exótica —incluida como “amenaza grave” en el catálogo de especies invasoras publicado en 2011—,
manteniendo la lucha para evitar los daños en el ecosistema fluvial y
el riesgo para el regadío, sin renunciar a su erradicación, “pero a
largo plazo”
El camalote, también conocido como jacinto de agua, es una planta
flotante de grandes hojas y vistosas flores, tradicionalmente usada como
ornamento en acuarios y jardines (ahora está prohibido), y se cree que
llegó al Guadiana accidentalmente. ¿Qué ha pasado para que la plaga, que
se dio por controlada, haya vuelto con virulencia? De las 183.000
toneladas que se recogieron entre 2004 y 2006, se pasó a solo 5,54 en
2010, según datos de la Confederación. Pero en 2011 se subió a casi
40.000 y en 2012 se han superado las 51.000.
“Tiene una capacidad reproductiva —tanto por semillas como de forma
vegetativa— impresionante; en condiciones favorables, en solo un mes
puede doblarse la cantidad en el río”, explica Nicolás Cifuentes,
ingeniero de la Confederación y uno de los coordinadores de la lucha
contra la especie. La invasora pone en riesgo el ecosistema del río, ya
que impide el paso de la luz que precisan otros animales y vegetales y,
como aporta gran cantidad orgánica, puede dar lugar a procesos de
eutrofización, que eliminan el oxígeno del agua, volviéndose tóxica.
La transformación del Guadiana a su paso por Extremadura lo convierte
en un medio propicio para el camalote. Es una zona cálida la mayor
parte del año, el río discurre con poca altura y corriente (lo que eleva
la temperatura del agua) y con gran cantidad de nutrientes (por el
retorno del regadío), además de la ausencia de sus depredadores
naturales. También le beneficia la dificultad de acceso para retirarlo.
Al principio, se plantearon dispositivos de hasta 500 personas.
En los últimos meses, han trabajado unos 40 técnicos de la
Confederación combinando la extracción manual con el uso de maquinaria
(barreras, barcas, retroexcavadoras y camiones). El organismo sacó en
febrero a concurso un contrato de 1,4 millones de euros para luchar contra la plaga, incluyendo la adquisición de maquinaria más específica como una embarcación cosechadora.
Las dudas sobre si los recortes, incluso la mala fe de antiguos
técnicos despedidos, pueden haber contribuido a reactivar la plaga son
inevitables, pero Díaz Mora las descarta: “Es cierto que los recursos
económicos se están ajustando en todos lados, pero en este caso, sobre
todo ha influido el desconocimiento de a qué nos enfrentábamos. Yo no
estaba cuando apareció, pero entiendo que no se intuyera el alcance que
podría tener. Y ahora tampoco pensábamos que se pudiera reavivar así”.
“Cuando se detectó por primera vez, avisamos del peligro que implicaba, y
nos tildaron de alarmistas”, lamenta sin embargo Jesús Valiente, de la Asociación en Defensa de la Naturaleza de Extremadura (Adenex). La inversión pública hasta 2012 supera los 21 millones de euros, según la Confederación.
En la zona afectada se suma, además, otro riesgo: que el camalote
llegue a la red de regadío. Justo en un embalse cercano a Mérida
arrancan dos redes de riego que abarcan 42.000 hectáreas de cultivo.
“Por ahora, no nos afecta, pero la preocupación está ahí”, explica
Víctor Oyola, gerente de la Comunidad de Regantes del Canal de Lobón,
que suma 120 agricultores y unas 1.700 hectáreas. Si la planta entrara
en los canales, reduciría el caudal provocando problemas de
abastecimiento y podría inutilizar llaves de paso y otros dispositivos.
“Instalamos unas rejas especiales para evitar que esto ocurra, pero no
dejamos de estar pendientes”, explica Cifuentes.
“Somos conscientes de la dificultad de afrontar este problema, pero
vamos mejorando nuestros medios”, añade el presidente de la
Confederación, convencido de que el camalote es ya una línea fija de
actuación en la gestión del Guadiana. Al menos, durante mucho tiempo
(aunque se lograran extraer todas las plantas, las semillas aguantan
latentes entre 15 y 20 años), porque la especie invasora, pese a ser
flotante, ha logrado enraizar en el Guadiana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario