Aceite de oliva, vino y plátano de Canarias son algunos de los productos que, además de sus propiedades nutricionales, ofrecen al consumidor información, en su etiqueta, sobre la huella de carbono que acumulan en cada una de las fases de su proceso productivo.
Pero, ¿qué es la huella de carbono? Es la suma de emisiones de
CO2 a la atmósfera a lo largo del ciclo de vida de un producto, desde la
generación de la materia prima hasta su reciclaje.
Las razones
por las que las empresas agroalimentarias miden el impacto de su
actividad en forma de emisiones son variadas: van desde la conciencia
medioambiental al interés por mejorar la eficiencia energética y, en
última instancia, ahorrar costes.
Motivos aparte, lo cierto es que
el sector agroalimentario está "a la cabeza" en la cuestión de la
huella de carbono, asegura a Efeagro José Luis Tejera, director de
Cambio Climático de Aenor, una de las entidades certificadoras de esta
huella.
"De los 85 productos que tenemos certificados, 43
corresponden a alimentos y, sobre todo, a vinos", señala, aunque España
está aún lejos de países como Francia, donde la Ley Grenelle obliga a
que "todos los productos de gran consumo incluyan esa información".
Una
de las empresas líderes en el seguimiento de la huella de carbono fue
Bodegas Matarromera, que ya en 2010 logró la certificación de su Emina
Vermejo, un blanco de DO Rueda; en estos momentos cuenta con otros dos
vinos certificados, el Emina Tinto de Ribera de Duero y el Matarromera
Crianza.
"Somos viticultores; dependemos del medio ambiente, de la
tierra y el clima, y tenemos que cuidarlo", explica el director de
I+D+i de Matarromera, Alberto Guadarrama.
Gracias al cálculo de la
huella de carbono -y que figura en la etiqueta de la botella- la bodega
se dio cuenta de que el uso de botellas menos pesadas suponía un
importante ahorro de costes y emisiones al transportarlas, porque se
consumía menos gasóleo.
"Para una empresa con vocación de
exportación como nosotros, fue todo un descubrimiento y logramos un
producto más rentable y competitivo", precisa Guadarrama.
El
vinícola es uno de los sectores más implicados y a la zaga de
Matarromera vinieron más; el último ha sido el Grupo Faustino, que hace
menos de un mes logró el certificado de la huella de carbono de ocho
vinos de sus seis bodegas.
El sector oleícola español, reunido
bajo el paraguas de Citoliva (Centro Tecnológico del Olivar y del
Aceite) también se ha sumado a esta tendencia y el próximo mes
presentará la primera calculadora de la huella de carbono del aceite de
oliva.
"Este software no sólo cuantifica la huella de todo el
proceso de producción, sino que evalúa las acciones con las que se
pueden reducir emisiones de CO2 y los costes de inversión asociados",
detalla la responsable de I+D+i de Citoliva, Carmen Capiscol.
Sin
embargo, el proyecto no tiene en cuenta el "efecto sumidero" del olivar,
ya que aunque se emite CO2 a la atmósfera, sobre todo por el uso de
fertilizantes, también la planta absorbe CO2 y compensa parte de esas
emisiones.
"La mayoría de las metodologías para medir la huella no
incluyen esta cuestión, pero en realidad es algo importantísimo",
subraya.
Los que sí han integrado este "efecto sumidero" han sido
Asprocan (Asociación de Productores de Plátano de Canarias), que están
en la última fase para obtener la verificación de su huella carbono de
este producto, que presenta una huella especialmente baja.
La
responsable del proyecto, Ana Piedra Buena, argumenta que se debe a que
usan como abono materia orgánica del propio cultivo, como las hojas de
las plantas que van muriendo, de forma que el CO2 va al suelo y no a la
atmósfera; "no generamos nuevas emisiones; el CO2 ni se crea, ni se
destruye, sólo se transforma", añade.
Pero ¿es la huella de
carbono una información que valore el consumidor? "Sinceramente creo que
todavía no", dice Buena, "en España no es un elemento determinante para
que la gente se decante por el producto, aunque sí puede ser una
ventaja competitiva".
De opinión parecida es Alberto Ruiz, jefe de
Salud, Seguridad y Medio Ambiente de Nutreco, quien considera que el
consumidor español todavía no está preparado para valorar esta
información.
La filial de Nutreco especializada en productos
avícolas, Sada, también ha medido la huella de carbono del conjunto de
su actividad empresarial, una información que utilizan "para uso
interno, para intentar mejorar y ser más eficientes; no incluimos ese
dato en el etiquetado, porque no es una información con la que el
consumidor medio esté familiarizado".
Una información a la que el
consumidor de países como Corea del Sur, Japón, Costa Rica, Reino Unido o
Alemania está mucho más habituado y que, poco a poco, recala en España,
con el sector agroalimentario como aliado. EFEverde
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