"Muchos
estudios han analizado la contaminación del aire, mientras que otros
han estudiado la contaminación acústica --dijo la líder del estudio,
Barbara Hoffmann
ECOticias.
Tanto la contaminación atmosférica de partículas finas como la
contaminación acústica pueden aumentar el riesgo de desarrollar
enfermedad cardiovascular, según concluyen investigadores alemanes que
han llevado a cabo un gran estudio poblacional, en el que ambos
factores se consideraron al mismo tiempo y que presentarán en la
Conferencia Internacional de la Sociedad Americana del Tórax, que se
celebra en Filadelfia (Estados Unidos).
"Muchos estudios han analizado la contaminación del aire, mientras
que otros han estudiado la contaminación acústica --dijo la líder del
estudio, Barbara Hoffmann, profesora de Epidemiología Ambiental en el
Instituto UITA Leibniz de Investigación de Medicina Ambiental, en
Alemania--. Este estudio se centró en las dos al mismo tiempo y encontró
que cada forma de contaminación se asoció de forma independiente con
la aterosclerosis subclínica".
"Este estudio es importante porque se dice que tanto la contaminación
del aire como la contaminación acústica constituyen importantes
problemas de salud", resaltó el doctor Philip Harber, profesor de Salud
Pública en la Universidad de Arizona (Estados Unidos), que no participó
en la investigación.
"En el pasado, algunos estudios de contaminación del aire han sido
descartados porque decían que era probable que la contaminación acústica
causara el daño y viceversa. Ahora sabemos que las personas que viven
cerca de autopistas, por ejemplo, están siendo perjudicadas por la
contaminación del aire y por la contaminación acústica", agrega.
Utilizando los datos del estudio Nixdorf Recall Heinz, un estudio
poblacional en curso de tres ciudades vecinas en la región alemana de
Ruhr, Hoffmann y sus colegas evaluaron la exposición a largo plazo a las
partículas finas con un diámetro aerodinámico <2,5 micras (PM 2,5) y
la exposición prolongada al ruido del tráfico en 4.238 participantes
en el estudio (con una edad media de60 años y un 49,9 por ciento de
varones).
La exposición a los contaminantes del aire se calculó utilizando
la 'EURopea Disperson sobre contaminación del aire o el modelo 'EURAD'
mientras la exposición al ruido del tráfico se evaluó utilizando modelos
de los niveles de ruido del tráfico exterior de la Unión Europea, que
se cuantificaron como exposición media de 24 horas ponderada (Lden) y
exposición nocturna (Lnight).
Para determinar la asociación entre las dos variables de riesgo
cardiovascular, los investigadores analizaron la calcificación de la
aorta torácica (TAC, en sus siglas en inglés), una medida de la
aterosclerosis subclínica. TAC se cuantificó usando tomografía
computarizada por haz de electrones sin contraste y mediante regresión
lineal múltiple, los investigadores controlaron otros factores de riesgo
cardiovascular (edad, género, educación, desempleo, consumo de tabaco,
historia y exposición al humo ambiental del tabaco, actividad física,
consumo de alcohol e índice de masa corporal).
Después de controlar por estas variables, los científicos
encontraron que la contaminación atmosférica de partículas finas se
asoció con un aumento de un 19,9 por ciento en la carga de TAC por 2,4
microgramos/m3. Para poner este aumento en perspectiva, los autores
señalan que la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados
Unidos ha revisado recientemente el límite global a la baja desde 15 a
12 microgramos/m3.
Los investigadores también encontraron que la contaminación del
ruido del tráfico nocturno aumentó la carga de TAC en un 8 por ciento
por 5 dB. (Un salón promedio tendría típicamente un nivel de ruido de
unos 40 decibelios con ponderación, o decibelios (A), una expresión de
la intensidad relativa de los sonidos percibidos por el oído humano,
mientras que el tráfico por carretera ocupada generaría cerca de 70-80
decibelios (A). La media de exposición al ruido del tráfico más de 24
horas no se asoció con un aumento de TAC.
Entre los subgrupos de los participantes, los investigadores
hallaron asociaciones más fuertes: la interacción de las PM 2,5 y la TAC
fue más clara entre los individuos menores de 65 años, con enfermedad
coronaria prevalente y los que tomaban estatinas, mientras el efecto de
Lnight fue más fuerte en los participantes que no eran obesos, no
tenía la enfermedad arterial coronaria y no tomaban estatinas.
Aunque el diseño transversal del estudio limita la interpretación
causal de los datos, el doctor Hoffmann cree que "las exposiciones
parecen ser importantes y ambas deben ser consideradas". Este
investigador adelantó que su grupo de investigación tiene previsto
llevar a cabo un análisis longitudinal de medidas de TAC repetidas en el
tiempo.
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