Medio kilómetro de arena de cantera encima de una vieja mina de
lignito inundada en la orilla del mayor lago artificial de Europa y a la
sombra de la central eléctrica más potente de España. Con el verano
enfilando la recta final, centenares de vecinos de As Pontes se pasearon
ayer por la flamante playa urbana que Endesa les ha construido a 300
metros de la puerta de casa, en un pueblo minero tirando a gris
industrial y que genera un buen pico (5%) de toda la electricidad que
consume el Estado, con 2.312 megavatios de potencia instalada.
En los último cuatro años, al Springfield gallego le ha
crecido un lago de 8,7 kilómetros con dos islotes y un arenal de 435
metros de largo que han transformado para siempre la geomorfología de
una localidad que echó el cierre a su yacimiento de carbón en diciembre
de 2007 y que ahora aspira a convertirse en un referente turístico para
los deportes náuticos como alternativa a la minería.
La nueva playa prefabricada de As Pontes es cualquier cosa menos
típica. Para empezar, desde la arena se ve la altísima chimenea de la
térmica (356 metros), en la lista negra de los ecologistas como uno de
los puntos calientes de la contaminación continental. La temperatura
media del agua ronda los 22 grados, más propia del Caribe que del
litoral atlántico, por no mencionar que As Pontes está a 43 kilómetros
de la costa y que hasta abril de 2008, el lago solo existía en los
planos de Endesa para regenerar el inmenso hueco que abrió en el suelo
medio siglo de extracción minera.
A este cúmulo de excentricidades, los ponteses (11.139 habitantes)
han respondido con total naturalidad y mucho entusiasmo. A pie, en bici o
en un trenecillo turístico patrocinado por el Ayuntamiento, multitud de
vecinos y curiosos se fueron descolgando ayer durante toda la jornada
por la pendiente vegetal que conduce hasta una playa colocada en el
extremo del lago más próximo al pueblo. Oficialmente, el lago y su playa
todavía son propiedad de Endesa pero un acuerdo a tres bandas entre la
eléctrica, el Gobierno gallego y el municipio permitirá el acceso el
libre y peatonal al arenal hasta que la Xunta pase a gestionarlo todo.
De limpiar la playa y vigilar el baño, se encargará el Ayuntamiento
pontés, que ya ha colocado bancos, papeleras y un cartel para anunciar
la jornada del socorrista en una laguna muy azul que alcanza 206 metros
de profundidad.
Con el cielo plomizo y el tiempo revuelto, los primeros en lanzarse
al agua fueron cinco chavales de As Pontes y una niña que posaron sin
pudor ante las cámaras como los primeros bañistas del lago. No hubo
chapuzón oficial y sólo la edil pontesa de Industria, Montse García, se animó a remojar los pies en el agua tibia.
En total, son 35.000 metros cuadrados de playa sin nombre y formada
con unas 100.000 toneladas de arena de cantera lavada. El arenal comenzó
a tomar forma en 1999 a partir de una de las escombreras exteriores de
la mina y los bañistas podrán adentrarse al lago por una suave pendiente
de 50 metros y tropezarse con algunas de las especies acuáticas,
truchas y bogas, que se colaron por las rendijas con el agua del río
Eume y que han empezado a colonizar espontáneamente los 547 hectómetros
de agua potable del lago,con una lámina de agua de 865 hectáreas,
similar en tamaño al centro urbano de A Coruña). “Tuvimos que convencer a
los escépticos de que esta era la mejor solución”, recordó ayer
Francisco Aréchaga, directivo de Endesa. La semana pasada, Aguas de
Galicia le dio el visto bueno al baño en el lago y Aréchaga destacó que
la calidad del agua “excede con creces los objetivos del proyecto”.
La ley obliga a Endesa a reponer el daño ambiental causado por 50
años de extracción minera. Desde 1976 a 2007, la compañía extrajo del
subsuelo pontés 261 millones de toneladas de lignito pardo para
alimentar las calderas de los cuatro grupos de la térmica (1.400
megavatios) y ha invertido 250 millones de euros en adaptarse al carbón
importado para contaminar menos y prolongar otras dos décadas la vida
útil de su planta más productiva.
“Todavía no me acostumbro a decir que abrimos la playa”, bromeó el
alcalde, Valentín González Formoso. El regidor socialista recordó que,
desterradas por la mina y sepultadas por las aguas del lago, hay más de
50 lugares y “cinco o seis parroquias” que fueron sacrificadas para
ejecutar este macroproyecto energético y ambiental. A Manuela Rochela,
octogenaria vecina expropiada de una de esas aldeas inundadas,
le tocó descorrer la placa conmemorativa. Un honor que agradeció
emocionada. El Ayuntamiento y Endesa no dudaron en tirar de gaitas y
castillos hinchables para hacer del estreno de la playa un día de fiesta
total. En septiembre, los escolares pondrán nombre al arenal.
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