Con esta
lógica, en el año 2002, el Parlamento brasileño aprobó el “Programa para
Incentivar a las Fuentes Alternas de Energía” (PROINFA)
ECOticias.
A raíz del alza de los precios del crudo, múltiples crisis energéticas o la preocupación por el cambio climático, experiencias pioneras en el desarrollo de tecnologías energéticas renovables
se llevan a cabo en la región latinoamericana desde hace años, tanto
desde el ámbito local como a nivel nacional. Países como Argentina,
Brasil, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y, más recientemente, Perú, han
incentivado la producción de energía hídrica, eólica, solar, biomasa y
geotérmica a través de primas sobre tarifas eléctricas, empresas
paraestatales o fondos de subvención.
Con esta lógica, en el año 2002, el Parlamento brasileño aprobó el
“Programa para Incentivar a las Fuentes Alternas de Energía” (PROINFA),
que comenzó a operar la empresa Eletrobrás con el objetivo de activar
la producción de 3.300 MW de energía renovable antes de 2008. Brasil
logró que energía procedente de tres fuentes (biomasa, hidroeléctrica y
eólica) abasteciera el 10% de la producción nacional, convirtiéndose en uno de los gigantes energéticos de la región.
Por su parte, Argentina creó en 2006 un fondo fiduciario de energías
renovables, administrado por el Consejo Federal de la Energía Eléctrica,
que remunera con 1,5 céntimos de dólar el Kwh eólico, solar, biomasa y geotérmico.
Nicaragua otorgó en 2005 beneficios tributarios a las empresas
inversoras y Perú estableció primas para renovables sobre las tarifas
eléctricas, garantizando rentabilidades de al menos el 12%.
Gracias a estas iniciativas, en Latinoamérica el crecimiento exponencial de suministro energético procede de fuentes renovables hasta alcanzar un 29%,
según datos de la Agencia Internacional de Energía. Sin embargo, y tal
como señalan múltiples actores sociales en la región, una mirada más
profunda a los datos revela que más del 98% de esta energía proviene del sector hidroeléctrico y del biofuel,
los más competitivos económicamente hablando, pero que también han
generado muchas críticas “su daño a la biodiversidad y los altos costes
sociales que tienen”.
De esta forma, la mayoría de las experiencias sostenibles que se están desarrollando en la región tienen lugar a pequeña escala,
se implementan en áreas rurales con fines de autoabastecimiento y son
fruto de carencias energéticas. Y es que de la necesidad nace el
ingenio.
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