En su estudio,
centrado en las tendencias recientes de la producción de soya y los
cambios en la cobertura forestal en el estado de Mato Grosso, Marcia
Macedo y sus colaboradores demuestran que se puede romper el vínculo
Christine Padoch
Teniendo en cuenta el rápido aumento en la demanda de productos
como el aceite de palma, la soya y la carne, así como la disminución en
las tierras disponibles para la agricultura, ¿Pueden los bosques
sobrevivir? ¿Podemos alimentar, vestir y darle un techo al creciente
número de miles de millones de personas en el planeta sin destruir los
bosques tropicales? Un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores
de varias instituciones norteamericanas y brasileñas sugiere que la
promoción de un uso más eficiente de las tierras agrícolas y la
aplicación de medidas contra la deforestación se hayan alcanzado
posiblemente en lo que alguna vez fuera el área de pérdida de bosques
más conocida del trópico : “el infame arco de deforestación”, situado en
la franja sur de la amazonia brasileña.
En su estudio,
centrado en las tendencias recientes de la producción de soya y los
cambios en la cobertura forestal en el estado de Mato Grosso, Marcia
Macedo y sus colaboradores demuestran que se puede romper el vínculo,
aparentemente inevitable, entre crecimiento agrícola y pérdida de
bosques, y que se pueden alcanzar simultáneamente los objetivos de
conservación forestal y de aumento en la oferta de alimentos, fibras y
combustibles.
Los autores llevaron a cabo su investigación en Mato Grosso durante
el periodo 2006-2010, cuando la tasa de deforestación de este estado
fronterizo, notoriamente alta, se redujo a sólo 30% de lo que había sido
la década anterior. En el mismo quinquenio, la producción agrícola en
Mato Grosso alcanzó niveles sin precedentes.
Macedo y sus colaboradores utilizaron datos obtenidos a través de
sistemas de detección remota y estadísticas referentes a los cambios en
la cobertura de tierra y la producción agrícola recolectados por el
gobierno de Brasil. Los investigadores determinaron que mientras el 78%
del aumento en la producción de soja durante el periodo 2006-2010 se
debió a la expansión agrícola en nuevas áreas (Mato Grosso lidera la
producción de soja en Brasil), el 91% de dicha expansión ocurrió en
tierras que habían sido desmontadas anteriormente, con frecuencia para
habilitar áreas para pastoreo. La expansión no requirió la tala de
bosques. El otro 22% del aumento en la producción de soja se debió a un
mayor rendimiento por área.
Los autores destacan que la reducción en la tala de de bosques
“coincidió con el colapso de los mercados de productos básicos”, pero
que también durante ese mismo periodo se implementaron políticas contra
la deforestación. Este último cambio sugiere que el declive en las tasas
de deforestación no sólo se debió a la crisis financiera. En efecto, la
rentabilidad en el sector de la soja en Mato Grosso volvió a niveles
previos al 2006, pero la deforestación continuó disminuyendo, lo que
sugiere que las “medidas que combaten la deforestación pueden haber
afectado al sector agrícola”. Estos datos son ciertamente promisorios
aunque también plantean serias interrogantes que los autores han tratado
de abordar en su estudio.
Una de las preocupaciones está vinculada a las “fugas” o la
posibilidad de que la deforestación evitada en Mato Grosso simplemente
se haya trasladado a otro lugar. Macedo et al. encontraron pocas pruebas
de “fugas directas como resultado de la expansión de los cultivos de
soja” en regiones cercanas al tan amenazado Cerrado de Mato
Grosso, y durante ese tiempo las tasas de deforestación en varios
estados vecinos ricos en bosques en la Amazonia brasileña también
experimentaron una reducción. Sin embargo, los autores advierten que no
se debería excluir la posibilidad de que se dieran cambios indirectos en
el uso de tierra y fugas en otras regiones más distantes”.
La otra interrogante es, por supuesto, ¿puede la expansión de la
agricultura sin deforestación agregada durar en Mato Grosso y en otros
lugares? Según los autores, algunos cambios recientes sugieren que este
podría ser el caso. El gobierno brasileño ha invertido considerablemente
en el monitoreo y la aplicación de medidas contra la deforestación, y
tanto el gobierno como algunos grupos de la industria han “creado
poderosos desincentivos para la expansión hacia tierras con bosques”.
Sin embargo, los autores advierten que mantener las reducciones en las
tasas de deforestación en el marco de la pujante economía agrícola
brasileña necesitará también nuevos incentivos de políticas que
promuevan el uso efectivo de tierras degradadas, especialmente a medida
que el desarrollo de infraestructura facilite el acceso a las tierras
forestales remanentes en la región y las nuevas tecnologías hagan su uso
potencial más rentable.
Las advertencias de estos autores son oportunas. Informes recientes
de la región sugieren ya un posible aumento en las tasas de
deforestación y las consecuencias de la controvertida Ley Forestal en
Brasil siguen siendo inciertas. Es difícil prever las nuevas presiones
que supondrán el próximo gran auge económico y el aumento en los precios
de los productos básicos sobre los bosques remanentes del trópico.
No obstante, resulta evidente que tanto las sociedades como los
gobiernos deberán considerar con mucho cuidado estrategias apropiadas,
multifacéticas y específicas al contexto así como incentivos de
políticas, si realmente desean equilibrar las presiones económicas con
la necesidad de preservar los bosques y los múltiples servicios que
ellos ofrecen. En este artículo, Macedo et al. logran demostrar que, por
lo menos en un lugar, se puede alcanzar este equilibrio (almenos por
cierto tiempo).
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