De todos los indicadores de desarrollo —desde el utópico de la
felicidad de Bután al más prosaico de la renta per cápita— hay uno
especialmente sucio: la emisión de CO2 por persona. Y, en ese
al menos, China ya ha alcanzado a Europa. Un informe de la Agencia de
Evaluación Medioambiental de Holanda y el Centro de Investigación
Conjunta de la Comisión Europea calcula que China lanzó a la atmósfera
9.700 millones de toneladas de dióxido de carbono en 2011 —un 9% más que
el año anterior—, lo que supone 7,2 toneladas por habitante. Mientras,
los 27 países de la Unión produjeron 7,5 toneladas por cabeza. Estados
Unidos está en 17,3 toneladas por persona, en una clasificación que está
liderada por Australia, con 19 toneladas. España está en 6,4. Las
emisiones en todo el mundo de CO2 —dióxido de carbono, uno de
los principales gases de efecto invernadero— fueron de 34.000 millones
de toneladas, un 3% más que en 2010.
El emparejamiento entre la UE y China llega por dos caminos opuestos.
En la primera, las emisiones bajaron un 30%, debido principalmente a la
debilidad de la actividad económica por la crisis, los inviernos suaves
y los altos precios del petróleo. Sin embargo, en China han subido con
rapidez en los últimos años. Ello se debe “a su tasa de crecimiento
económico (un 9,2% en 2011) y especialmente, a la fuerte actividad de
construcción de inmuebles e infraestructuras”, dice el informe.
China, que en 2009 superó a Estados Unidos como primer país generador de CO2, representa ahora el 29% del total, frente
De alguna manera, el descenso en los países más desarrollados
compensa la subida de los países emergentes. El resultado es que, según
el informe, parece que será posible limitar la subida de la temperatura
media de la Tierra a 2 grados centígrados respecto a los niveles de la
era preindustrial —el objetivo de las negociaciones de Naciones Unidas
contra el cambio climático— “si las emisiones acumuladas en el periodo
2000-2050 no exceden los 1,5 billones de toneladas de CO2”. Pero advierte que “si continúa el aumento global de emisiones de CO2, las emisiones acumuladas superarán ese total en las dos próximas décadas”.
Pekín y otros Gobiernos de países en desarrollo, como India, temen
que si ponen límite a sus tasas de contaminación, la velocidad a la que
crecen sus economías se vea afectada, por lo que han pedido exenciones
en las negociaciones internacionales para la lucha contra el cambio
climático. Argumentan que como naciones menos avanzadas y con menor tasa
de emisión per cápita que el mundo industrializado no deben ser
sometidas a las mismas restricciones. El hito alcanzado por Pekín, al
igualar en emisión por persona a la UE, puede restar argumentos a los
negociadores chinos a partir de ahora.
“La tendencia china es más o menos similar desde 2002, acumulando algo más de media tonelada de emisiones de CO2
per cápita y por año”, afirma Xavier Labandeira, catedrático de
Economía de la Universidad de Vigo y Director del centro de
investigación Economics for Energy. “Esto hace que converja muy
rápidamente a unas emisiones per cápita con ligera tendencia a la baja
de la Unión Europea desde 1990. Esa tendencia europea se debe a la
aplicación de políticas climáticas durante la última década
(principalmente el mercado de derechos de emisión) y también a la
recesión económica que vivimos en los últimos años”, indica. “En
cualquier caso las cifras reflejan el papel creciente de China como
fábrica del mundo, lo que unido a un sector energético muy dependiente
del carbón (en torno al 50% del carbón mundial se quema en China),
explica ese fenómeno”, añade.
Este experto, sin embargo, apunta un matiz. Es ese papel de proveedor
universal enmascara “que buena parte de las emisiones que se realizan
en China responden a la demanda exterior de sus productos y a la
deslocalización de ciertas actividades productivas (y sus emisiones)
desde otros países”. Es decir, aumentan sus emisiones porque fabrica lo
que los demás países usan.
China se ha fijado como objetivo reducir las emisiones de dióxido de
carbono por unidad de PIB un 40-45% entre 2005 y 2020, pero el rápido
crecimiento de su economía implica que la generación de contaminantes
seguirá aumentando en términos absolutos. Labandeira lo explica así:
primero, “aún queda mucho camino para que China alcance los niveles de
emisiones per cápita de EE UU, que hoy casi triplican a los chinos”.
Además, “supongo que China hará esfuerzos para que no se produzca una
convergencia hacia la situación americana ya que cuestiones como la
dependencia energética, la mejora en su competitividad o la
contaminación local suponen un incentivo importante para políticas de
ahorro y eficiencia energética”.
Por eso, aunque China sigue oponiéndose oficialmente a que se le
impongan desde fuera reducciones en sus emisiones, les parece injusto
tener que apretarse el cinturón cuando los países ricos nunca lo
hicieron —lo que les permitió llegar a su nivel de desarrollo— , el
catedrático cree que será el propio país el que, por su interés, tome
medidas. “De hecho, en el corto plazo es más probable que las mejoras
que se produzcan en China se deban a esas razones que a la adopción de
límites estrictos de emisiones en el marco de un acuerdo internacional”
similar al de Kyoto.
No es el único. El líder de esta clasificación, Australia, se ha
sumado al número creciente de países que han impuesto una tasa sobre la
generación de carbono, y a partir del 1 de julio la aplica a las 500
mayores empresas contaminantes. Durante tres años, el precio será fijo:
el primer año, 23 dólares australianos (19,6 euros) por tonelada; el
segundo, 24,15 dólares y el tercero, 25,4 dólares. En julio de 2015,
entrará en vigor un sistema de comercio de emisiones y el precio será
establecido por el mercado.
China está planeando imponer una tasa de carbono a los grandes
consumidores de energía a partir de 2015, con un valor estimado de 10
yuanes por tonelada (1,28 euros).
La situación es crítica. Labandeira la resume así: “China es desde
hace tiempo el principal emisor mundial, en términos absolutos, de CO2.
En términos relativos también está mostrando una evolución claramente
negativa. Por ello será un país crucial para que se pueda mantener el
aumento de temperatura por debajo de dos grados. El problema es que
muchas de las emisiones que se van añadiendo tienen un cierto carácter
irreversible, como cuando se construye una central térmica de carbón.
Por ello muchas veces se afirma que se está cerrando, en los próximos
años, la ventana de oportunidad para que el aumento de temperatura no
supere ciertos umbrales”.
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