Sí. Empecé en Nature en 1979, a partir de 1982 fui el editor de ciencias físicas y en 1988 me fui para fundar Physics World. Finalmente en 1995 volví a Nature como director.
García Molina
Lleva más de 30 años viendo cada día sobre su mesa la mejor ciencia
del mundo antes de que nadie la haya publicado aún. Por las manos del
director de Nature y de todo su grupo de publicaciones, Philip Campbell (1951), han pasado artículos que han hecho historia, como los de la oveja Dolly,
el agujero de la capa de ozono y la transmisión del virus de la gripe
aviar, que fue vetado por el Gobierno de EE UU. Ahora se enfrenta a un
nuevo panorama, el de las publicaciones de acceso abierto en la Unión
Europea. Campbell ha hablado en exclusiva con SINC del presente y futuro
de Nature y la investigación de alto nivel.
Desde hace 17 años es director de Nature, pero antes se doctoró en Física de la atmósfera y fundó otra revista…
Sí. Empecé en Nature en 1979, a partir de 1982 fui el editor de ciencias físicas y en 1988 me fui para fundar Physics World. Finalmente en 1995 volví a Nature como director.
¿Qué investigaciones le ha gustado más publicar en Nature?
En mi primera etapa recibí el descubrimiento del agujero de la capa de ozono y el de las buckyesferas de fullereno C60. Me encantaban estos hallazgos fundamentales, eran fáciles de tratar porque los referees siempre estaban de acuerdo y podía publicarlos sin dudar. Justo después de volver a Nature publicamos el nacimiento de la oveja Dolly.
Aquello fue maravilloso, ciencia del mejor nivel y, aunque los
especialistas lo esperaban, para el resto de la gente parecía
profundamente nuevo.
Un poco antes de incorporarme como director, Nature publicó
el hallazgo del primer planeta extrasolar girando alrededor de otra
estrella. Mis artículos favoritos probablemente sean esos. Ah, y también
el genoma humano. Se trataba del proyecto más masivo que se había hecho
nunca y publicarlo supuso una satisfacción, pero los otros fueron más
inesperados y por ello más excitantes.
¿Cuando le ponen sobre la mesa resultados de tal calibre, se da cuenta desde el principio de la importancia que tienen?
No siempre. Con cada uno de ellos trabajamos de una manera diferente.
Ante el fullereno y el primer exoplaneta pensé inmediatamente: “esto es
un descubrimiento fundamental”. Con la oveja Dolly supe
enseguida lo que tenía delante, pero no el impacto que alcanzaría. Era
el primer mamífero, el animal más cercano al humano que se había
conseguido clonar, y la preocupación que creó en la opinión pública fue
inesperada. El agujero de la capa de ozono estaba menos claro, las
mediciones eran sorprendentes pero no entendíamos de verdad qué era ni
cómo se comportaría. Se convirtió en un artículo icónico porque fue el
primer ejemplo real de la influencia del hombre en la atmósfera. Gracias
a él se pudieron tomar iniciativas para frenar el daño, pero no
teníamos ni idea de lo que iba a suponer en aquel momento.
¿Por qué ponen tan difícil publicar en Nature?
Rechazamos el 92% de los trabajos que recibimos. Para que publiquemos
un estudio, debe ser auténticamente extraordinario y en ciencia
producir algo original es muy difícil. Muchas veces no se puede planear,
hay que tener la suerte de encontrarlo. Otra poderosa razón es que
insistimos en que el resultado esté muy bien fundamentado. Solemos
sugerir a los científicos que vuelvan a trabajar una y otra vez sobre su
estudio para que sea aplicable en un sentido amplio y tenga mayor
impacto. Tenemos reputación de conservadores porque queremos estar
seguros de que lo que publicamos es consistente.
¿Nature sigue siendo la revista científica más influyente en el mundo?
Creo que sí. Nuestras publicaciones son las más citadas y tenemos el
factor de impacto más alto entre las revistas de ciencias naturales, que
se mide por la cantidad de veces que se nos cita en la literatura
científica. Pero me gusta pensar en más criterios. Cuando repaso los
artículos un par de años después, hay muchos que me encantan
independientemente de su número de citaciones, como los de evolución,
artefactos del neolítico y restos de la Europa antigua.
¿Además de medir el factor de impacto clásico de la revista, tienen algún indicador de su influencia en internet?
En la web podemos medir las descargas de nuestros artículos, pero no
tenemos manera de compararlas con las de otras publicaciones. Aunque
sabemos que nuestra cobertura en la blogosfera y en Twitter es muy
amplia, no nos hemos comparado con otras revistas.
¿Cómo se ha adaptado Nature a la era web?
Creo que la esencia de Nature no cambiará fácilmente pase el
tiempo que pase. Nuestros criterios para escoger artículos no han
cambiado en absoluto. No tenemos un consejo editorial, los editores
siempre hemos sido los responsables de la primera selección y después,
por supuesto tenemos los referees que hacen la revisión por pares. Durante todo el tiempo que yo llevo siendo editor, y antes de que yo llegara, los principios han sido siempre los mismos.
Pero en la web de Nature además de artículos científicos hay noticias, blogs, vídeos…
Sí, la web ha cambiado la manera de trabajar de los periodistas y ahora publicamos cada día on line
de manera más informal, gratis para todo el mundo. Como consecuencia,
la velocidad a la que trabaja nuestro departamento de prensa es mucho
más rápida. Pero seguimos siendo una publicación mensual.
¿Se dirigen más al público ahora que antes?
No, hace unos años decidimos enfocarnos más hacia los intereses de los investigadores que a la audiencia general. La misión de Nature
en su declaración fundacional de 1869 era dual: por un lado, servir al
público y por otro, servir a los investigadores. Ahora damos más
importancia a esto último porque ya hay mucha otra gente dedicada a la
divulgación. Pero en la web hay contenidos gratuitos y de libre acceso
para el público y, por supuesto, sobre algunas investigaciones lanzamos
notas de prensa a los medios, que se dirigen al público.
¿Cómo deciden que artículos irán acompañados por notas de prensa?
Normalmente nuestra oficina de prensa piensa en lo que puede ser
interesante para los periodistas, lectores, editores de periódicos y
televisiones. Pero no siempre. A veces divulgan un artículo porque es
muy interesante desde el punto de vista científico; otras veces escogen
uno menos significativo, pero muy atractivo para los gustos del público…
es un ajuste natural entre lo atractivo y lo relevante. Lo que sí puedo
decir es que jamás publicamos artículos en función de la opinión de los
medios. Nuestro criterio para publicar ciencia es puramente científico.
¿Nunca han publicado nada por otras razones?
Bueno, sí, por razones políticas. Por ejemplo, publicamos un modelo
epidemiológico porque en aquel momento había una epidemia en el ganado. A
pesar de que el resultado no era científicamente destacable y
normalmente no se habría publicado en Nature, podía ser importante desde el punto de vista político.
¿Hay científicos que exageran sus resultados para ser noticia?
Nosotros tratamos de impedirlo. No podemos parar los pies a los
científicos que tratan de ‘vender’ sus temas a los medios, pero en
nuestras notas de prensa nos tomamos la molestia de no exagerar nada y
de hecho incluimos una frase para los periodistas: “Nos hemos preocupado
por no exagerar pero, si cree que lo hemos hecho, debería decírnoslo”.
A veces los científicos que publican en Nature nos piden
consejo para relacionarse con medios. Les decimos que expliquen todas
las cuestiones que subyacen a los resultados y se aseguren de que los
periodistas comprendan los límites de la investigación. Y, por otro
lado, vigilamos que el artículo científico en sí mismo no exagere el
resultado, que también puede pasar.
Intentaron durante un tiempo un sistema de revisión por pares on line. ¿Cómo les fue?
Hicimos un experimento de peer review (revisión por pares)
abierta hace algunos años. Colgábamos en la web un artículo que nos
había llegado e invitábamos a todos los científicos a que enviaran sus
informes de revisiones on line, que serían visibles para todo
el mundo. Después tendríamos en cuenta esas evaluaciones antes de
publicarlo. Nos encontramos con que muy pocos querían hacerlo y, los
pocos que se prestaban, en general hacían revisiones muy pobres.
Si yo, como editor de Nature, le pido a alguien un peer review,
suele hacer un buen trabajo porque se siente motivado, cosa que no
ocurre al solicitarlo masivamente en la web. Las buenas revisiones por
pares no vienen de voluntarios on line. Nadie quiere proclamar al mundo sus opiniones sobre el trabajo de otro en público y crearse enemigos.
Hace nueve meses, el Gobierno de EE UU vetó los resultados
de dos investigaciones sobre la transmisión del H5N1 en mamíferos por
razones de seguridad. ¿Es la primera vez que un gobierno veta una
publicación científica en su revista?
Era la primera vez que nos pasaba a nosotros pero ha habido otros casos. Proceedings of the National Academy of Sciences
recibió una llamada similar hace un tiempo y al final publicaron el
artículo. Después del caso H5N1, no hemos tenido más advertencias. Quizá
al Consejo Asesor Científico Estadounidense para la Bioseguridad le
gustaría que le enviáramos ciertos papers antes de publicarlos, pero no nos lo han pedido.
La ciencia asiática viene pegando fuerte. ¿Cómo está trabajando Nature en Asia?
Miramos hacia oriente como miramos a todos los países para encontrar
buena ciencia allá donde esté. Desde hace un tiempo, China ha aumentado
su producción de investigaciones que tienen cabida en las revistas de Nature.
El país lleva un tiempo apoyando la ciencia y, como resultado, ahora
algunos centros chinos hacen ciencia de alto nivel. Tenemos una web NatureChina, editores que visitan el país y vamos a expandirnos allí.
¿Y qué me dice de España?
Hemos publicado artículos expresando nuestra preocupación por la
situación financiera en España y su impacto en la ciencia. Soy bastante
optimista sobre el futuro de los científicos españoles. No hablo del
dinero, si no hay fondos no hay fondos, sino del talento, que está ahí.
Los científicos buenos encuentran maneras de sobrevivir y espero que eso
sea lo que hagan.
Todos los científicos sueñan con que Nature les acepte un artículo, pero ¿ustedes, los editores de las revistas, compiten para publicar investigaciones que les interesan?
Cuando sabemos que hay un resultado importante a punto de salir,
hablamos con los autores para animarles a publicar con nosotros.
Visitamos muchísimos laboratorios y nos aseguramos de que sus
científicos sepan que nos interesan. Sí, puede que sea una competición,
pero distinta a lo que se suele entender por competición. Buscamos a la
gente brillante. Es lo que haces cuando quieres publicar la mejor
ciencia del mundo.
Usted ha visto en su mesa la mejor ciencia de los últimos 30
años y la creación de nuevos campos como la genómica, la nanotecnología,
la biotecnología... ¿Qué cree que será lo próximo?
¡No sé adivinar el futuro! Lo que adoro de la ciencia es lo
impredecible que puede ser. Del futuro me preocupa la presión de los
jóvenes científicos por publicar sin parar, cuando ellos preferirían
tomarse el tiempo necesario para elaborar bien sus resultados. Muchos
jóvenes tienen supervisores que solamente consiguen financiación si
publican. No es nada sano.
¡Pero así funciona el sistema de las carreras científicas!
Así es el sistema ahora mismo, tiene razón. ¿Pero qué es preferible,
hacer algo rápido o esperar a tener algo bueno? El sistema dice que
debes publicar, trabajar duro y deprisa; es muy competitivo. Los
investigadores pasan épocas en las que tienen que invertir todo su
tiempo en el trabajo, así es. Pero nadie debería animar a un doctorando a
que publique antes de estar preparado, porque si algo puede ir mal, irá
mal. Imagina que los editores de Nature leen tu estudio,
piensan que tiene buena pinta, lo revisan y publican. Alguien más
replica tu experimento y descubre que tu resultado era accidental. No lo
supiste porque no hiciste esa última prueba adicional. Ya está ahí la
ley de Murphy. No hay que tener prisa por publicar.
“Me gustaría que Nature permitiera a los autores publicar por la vía dorada”
La semana pasada, la Comisión Europea anunciaba
que a partir de 2014, la información científica producida con dinero de
la UE tendrá que publicarse con acceso abierto. Tras conocer esta
noticia, Philip Campbell ha comentado con SINC la repercusión que tendrá
para Nature y otras revistas científicas cuyo acceso es de pago.
Hay dos opciones. Por la vía dorada, el autor paga para que todos los
lectores tengan acceso inmediato a la versión completa publicada. Para
Campbell esta sería la mejor opción: “Personalmente, me gustaría que Nature permitiera a los autores la vía dorada, pero la tasa que pagaría el autor por la publicación tendría que ser alta”.
Por la vía verde, el autor no paga, y la versión final, después de la
revisión por pares, se deposita en un repositorio después de un período
de embargo que, “en el caso de Nature, y para todas las revistas del grupo editorial Nature, es de 6 meses”, aclara Campbell.
El editor no parece inquieto por la política de open access:
“Creo que la mayoría de las agencias de financiación y la Comisión
Europea aceptarán una mezcla de la vía dorada y la verde y, sobre esa
base, Nature y las demás revistas del grupo ya son compatibles”.
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