Apenas hay un alma entre la humareda de las obras que se apuran por terminar el mayor campamento destinado a alojar de forma provisional a parte de las decenas de miles de afectados por las lluvias que, hace un mes, asolaron Pekín.
Alrededor de cuarenta kilómetros al suroeste de la capital
china, en las faldas de majestuosas montañas y entre frondosa
vegetación, se encuentra el distrito de Fangshan, el más perjudicado por
las lluvias que anegaron la capital pequinesa el pasado 21 de julio,
las peores en sesenta años con un saldo oficial de 79 fallecidos.
En
esa zona es donde el Gobierno de Pekín, muy criticado por su gestión de
la catástrofe, anunció que se habían construido 40 campamentos
provisionales para que los damnificados comenzasen sus "nuevas vidas",
según publicó la agencia oficial Xinhua hace ocho días.
Sin
embargo, el más grande de ellos sigue en proceso de construcción y no
llega a alojar al centenar de inquilinos cuando se cumple un mes de la
tragedia.
La vida en el campamento
"La
gente se traslada sucesivamente. Nosotros llegamos aquí el 15 de
agosto", cuenta a Efe Tien (prefiere dar sólo su apellido), que ronda la
cuarentena y se mudó al campamento con su marido, sus dos hijas y su
padre después de perder su vivienda durante las lluvias.
Ella y
su familia son algunas de las pocas personas que transitan por las
inacabadas calles, en las que asegura no viven más de "50 ó 60
personas", a pesar de haber capacidad para cerca de 2.000.
"Hay
gente que aún está buscando sus pertenencias o en casas de amigos, como
hicimos nosotros antes de venir", comenta su marido, y muestra la
habitación de menos de diez metros cuadrados en la que vive con su
mujer, presidida por un rústico somier. "Estamos esperando las camas",
explica Ting.
Las normas rezan que los menores de quince años
deben compartir cuarto, mientras lo mayores tienen, si lo desean,
derecho a disponer de uno individual. Los Ting ocupan dos, uno para el
matrimonio y otro para el abuelo y las pequeñas, que juguetean por los
pasillos.
"Estamos bien. Tenemos agua, luz y comida gratis", dice
a Efe la mujer, aunque matiza que la situación "no es perfecta. A veces
falta comida y pasamos frío por la mañana y por la noche".
Precariedad
Esa
precariedad es lo que ha motivado a algunos ciudadanos "a rechazar las
viviendas, ya que prefieren quedarse en hoteles pagados por el
Gobierno", sugiere a Efe un policía que, junto a otros dos agentes,
escolta la visita por órdenes del jefe del campamento.
El
mandamás declina hacer comentarios y, aunque da su beneplácito para
grabar las obras, prohíbe entrevistar a más personas, tarea que no
resulta difícil de cumplir en la vacía vecindad.
Su nerviosismo
casa con la censura que sucedió al torrente de críticas que llovió
contra el consistorio de Pekín, toda una ex capital olímpica, por no
haber advertido a tiempo a sus ciudadanos del peligro temporal, poseer
un sistema de desagüe obsoleto o haber ocultado durante días la
verdadera cifra de fallecidos.
De forma inaudita, la prensa
oficial cargó las tintas contra las autoridades, a las que acusó de
modernizar la ciudad a marchas forzadas para las Olimpiadas de 2008 en
vez de invertir en infraestructura, comentarios que cesaron cuando el
Gobierno instó a los diarios a centrarse en "los logros", según publicó
el "Beijing Daily".
En esa línea, los medios oficiales han
publicado este mes noticias como la voluntad de Pekín de no maquillar la
cifra de muertos o la admisión de "errores generalizados" en la gestión
por parte del ex alcalde, Guo Jinglong, elevado a máximo jefe del
Partido Comunista en la ciudad tras las crisis.
Mientras el Ejecutivo airea su propósito de enmienda, los afectados por las inundaciones
recuerdan "lo grave que fue la situación", según narra a Efe el joven
Liu desde su floristería de Fangshan, cuyo coche quedó destrozado ese
fatídico día.
A poca distancia, en el campamento provisional, el
cabeza de familia de los Tian asegura que salieron a flote "por nosotros
mismos", y que aún no saben "cuándo volveremos a nuestra casa".
"No
nos han informado de si han empezado a ser reparadas", dice, al son del
repiqueteo de los tractores que todavía construyen su hogar
provisional. EFE
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