El equipo del
doctor Grobety analizó muestras de ceniza volcánica tomadas en
diferentes puntos en su viaje desde el volcán a través de Europa.
INNOVAticias.
Partículas
de un tipo perjudicial para los motores a reacción fueron las primeras
en desprenderse y caer desde la nube de cenizas del volcán Eyjafjalla
tras su erupción en 2010, según explicarán este miércoles investigadores
en la Conferencia Goldschmidt, organizada por la Asociación Europea de
Geoquímica, que se celebra en Florencia, Italia, hasta el viernes. La
investigación, dirigida por Bernard Grobety, de la Universidad de
Friburgo, en Suiza, ayudará a mitigar el impacto de futuras erupciones
volcánicas en el transporte aéreo.
El equipo del doctor Grobety analizó muestras de ceniza volcánica
tomadas en diferentes puntos en su viaje desde el volcán a través de
Europa. Estos especialistas encontraron que las dos formas diferentes de
las partículas de ceniza, cristalina y vidriosa, se comportaron de
manera diferente durante su viaje, de forma que a medida que la nube se
movió por el aire, las partículas cristalinas, que son más densas y
pesadas, cayeron de la nube primero en comparación con las partículas
cristalinas, que tienen una talla uniforme.
"Ya se sabe que las partículas más grandes, más pesadas en una
nube de cenizas, serán las primeras en caer fuera a medida que la nube
se aleja de un volcán", dice Grobety. "También está claro que las
partículas de igual tamaño pero de mayor densidad caerán más rápido.
Nuestra investigación, sin embargo, es la primera evidencia de la
pérdida más rápida de partículas cristalinas en una nube volcánica y de
los cambios en la composición general de las cenizas durante el
transporte", añade.
En concreto, este investigador explica que como las partículas
cristalinas son más duras y se funden a temperaturas más altas, son más
perjudiciales para los motores a reacción que las partículas vítreas.
"Entender el comportamiento de las diferentes formas de la nube de
cenizas permitirá a las autoridades afinar su respuesta ante una nueva
erupción volcánica", adelanta este investigador.
La erupción del volcán Eyjafjalla en 2010 impidió el tráfico aéreo
en Europa durante seis días, afectando a más de 20 países. Desde
entonces, se abrió una amplia investigación para reducir el impacto de
futuras erupciones, pero gran parte de los estudios se basan en la nube
de cenizas homogénea, en su concentración y el tamaño de las partículas
que la componen, mientras que el análisis del equipo de Grobety añade
otro nivel de detalle que podría reducir aún más el impacto de cualquier
erupción.
"Ya estamos en el punto en el que podemos decir que si la ceniza
tiene una cierta concentración y un tamaño de partícula determinado, no
representa una amenaza para las aeronaves", dice Grobety. "Sin embargo,
es posible que incluso en una concentración más alta, si hay partículas
cristalinas presentes, los aviones pueden seguir siendo seguros para
volar. Controlando la rapidez con que estas partículas caen desde la
nube, se podría reducir la zona afectada o ayudar a levantar las
restricciones del tráfico aéreo antes", subraya.
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