miércoles, 28 de agosto de 2013

Confirman el riesgo para la aviación en erupciones como la de Islandia de 2010

El equipo del doctor Grobety analizó muestras de ceniza volcánica tomadas en diferentes puntos en su viaje desde el volcán a través de Europa.
 INNOVAticias.
Partículas de un tipo perjudicial para los motores a reacción fueron las primeras en desprenderse y caer desde la nube de cenizas del volcán Eyjafjalla tras su erupción en 2010, según explicarán este miércoles investigadores en la Conferencia Goldschmidt, organizada por la Asociación Europea de Geoquímica, que se celebra en Florencia, Italia, hasta el viernes. La investigación, dirigida por Bernard Grobety, de la Universidad de Friburgo, en Suiza, ayudará a mitigar el impacto de futuras erupciones volcánicas en el transporte aéreo.
   El equipo del doctor Grobety analizó muestras de ceniza volcánica tomadas en diferentes puntos en su viaje desde el volcán a través de Europa. Estos especialistas encontraron que las dos formas diferentes de las partículas de ceniza, cristalina y vidriosa, se comportaron de manera diferente durante su viaje, de forma que a medida que la nube se movió por el aire, las partículas cristalinas, que son más densas y pesadas, cayeron de la nube primero en comparación con las partículas cristalinas, que tienen una talla uniforme.
   "Ya se sabe que las partículas más grandes, más pesadas en una nube de cenizas, serán las primeras en caer fuera a medida que la nube se aleja de un volcán", dice Grobety. "También está claro que las partículas de igual tamaño pero de mayor densidad caerán más rápido. Nuestra investigación, sin embargo, es la primera evidencia de la pérdida más rápida de partículas cristalinas en una nube volcánica y de los cambios en la composición general de las cenizas durante el transporte", añade.
   En concreto, este investigador explica que como las partículas cristalinas son más duras y se funden a temperaturas más altas, son más perjudiciales para los motores a reacción que las partículas vítreas. "Entender el comportamiento de las diferentes formas de la nube de cenizas permitirá a las autoridades afinar su respuesta ante una nueva erupción volcánica", adelanta este investigador.
   La erupción del volcán Eyjafjalla en 2010 impidió el tráfico aéreo en Europa durante seis días, afectando a más de 20 países. Desde entonces, se abrió una amplia investigación para reducir el impacto de futuras erupciones, pero gran parte de los estudios se basan en la nube de cenizas homogénea, en su concentración y el tamaño de las partículas que la componen, mientras que el análisis del equipo de Grobety añade otro nivel de detalle que podría reducir aún más el impacto de cualquier erupción.
   "Ya estamos en el punto en el que podemos decir que si la ceniza tiene una cierta concentración y un tamaño de partícula determinado, no representa una amenaza para las aeronaves", dice Grobety. "Sin embargo, es posible que incluso en una concentración más alta, si hay partículas cristalinas presentes, los aviones pueden seguir siendo seguros para volar. Controlando la rapidez con que estas partículas caen desde la nube, se podría reducir la zona afectada o ayudar a levantar las restricciones del tráfico aéreo antes", subraya.

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