Seis meses después de que el huracán "Sandy" arrasara buena parte de las zonas costeras de la ciudad, Nueva York no ha cerrado aún las heridas físicas y emocionales, con una reconstrucción sin concluir y muchas familias modestas que sobreviven en condiciones muy difíciles.

El huracán causó 48 muertos en Nueva York (muchos, ahogados en sus casas) cuando olas de varios metros arrasaron viviendas, comercios e infraestructuras, inundaron los túneles y la red de metro.
Miles
de viviendas quedaron destruidas o dañadas gravemente, especialmente en
Staten Island y la península de Rockaways (Queens). El tercio sur de
Manhattan, partes de Brooklyn, Queens y Staten Island quedaron sin
electricidad durante días (en algunos vecindarios, semanas).
El recuerdo sigue vivo, entre los más pobres
Ahora, muchas de las zonas más turísticas de la ciudad, como Battery Park (que sufrió una inundación de cuatro metros de altura) están ya recuperadas y allí "Sandy" sólo es un recuerdo pero, en puntos menos visitados y muy modestos de Queens o Staten Island, la recuperación no ha llegado y la tragedia sigue muy presente.
Ahora, muchas de las zonas más turísticas de la ciudad, como Battery Park (que sufrió una inundación de cuatro metros de altura) están ya recuperadas y allí "Sandy" sólo es un recuerdo pero, en puntos menos visitados y muy modestos de Queens o Staten Island, la recuperación no ha llegado y la tragedia sigue muy presente.

Lucina no puede contener las lágrimas al recordar, en una
entrevista con Efe, cómo ella, su esposo y sus tres hijos (de 9, 7 y 5
años) tuvieron que huir por una ventana para no morir ahogados en una
casa en la que el agua llegó al segundo piso.
Un cubo de basura de
plástico permitió a los adultos llevar uno a uno a sus hijos hasta una
zona un poco más alta, y la madre, que no sabe nadar, fue remolcada por
su marido agarrada a una tabla. Allí los rescataron los bomberos.
Ellos
se salvaron, pero una pareja de ancianos que vivía al lado murió
ahogada. En Staten Island fallecieron 23 de las 48 víctimas mortales de
la ciudad, once de ellas en este vecindario.
"Todo se inundó,
perdimos todo", se lamenta Lucina, quien pese a que su familia se salvó
ve junto a su marido que todo lo conseguido tras nueve años de duro
trabajo en Estados Unidos (muebles, ropa, enseres domésticos, juguetes)
se esfumó tragado o destruido por el agua.
Tras dos semanas en un
albergue y un tiempo con unos familiares, desde diciembre alquilan otra
vivienda y han salido adelante gracias a algunas ayudas de las
autoridades, la escuela de sus hijos, el consulado mexicano o un centro
de apoyo a inmigrantes latinoamericanos. Sus niños reciben terapia
psicológica de la Cruz Roja.
Pero todas esas ayudan no cubren ni
de lejos la pérdida de todas las posesiones de esta familia de modestos
inmigrantes. Por ejemplo, aún siguen sin camas y duermen en catres de
camping."Siento que no nos ayudan lo suficiente", lamenta.
La
familia de Lucina, igual que la de su amiga peruana Andrea Fernández y
decenas de miles de personas más, no siguió la orden de evacuación de
las autoridades después de que sí salieran durante el huracán "Irene" de
2011 para ver que al final no pasó nada.

También ellos (su marido y dos niños) tuvieron que evacuar por una ventana hasta la pequeña barca de remos de un vecino -que casi vuelca por exceso de carga-, desde la que pasaron a la vecina casa de la suegra de Andrea, que es más alta.
Esa casa también se inundó y para no ahogarse tuvieron que agujerear una
pared a golpes para pasar a la vivienda situada detrás, aún más alta.
Andrea y su marido no tenían seguro, y después de perderlo absolutamente todo -el agua de mar destruyó paredes y electrodomésticos- han recibido muy pocas ayudas.
Andrea y su marido no tenían seguro, y después de perderlo absolutamente todo -el agua de mar destruyó paredes y electrodomésticos- han recibido muy pocas ayudas.
También han dependido de familiares y donativos, y
viven de alquiler en una casita de madera pero sin apenas muebles. Y se
queja de que los responsables de algunas entidades no distribuyen ayuda
entre los hispanos.
Ella también se emociona recordando el
calvario que están pasando, especialmente por sus hijos de 9 y 7 años,
mientras intentan reparar la casa en su tiempo libre. En seis meses,
apenas han logrado quitar escombros y limpiar la mitad de la pequeña
vivienda.
Otras 600 familias neoyorquinas que aún siguen sin casa
viven alojadas en hoteles pagados por las autoridades, pero este
programa concluye el próximo miércoles y aún no tienen a dónde ir.
En obras

Pero la línea A de metro no
ha podido reabrir todavía en Rockaways. La estación de South Ferry, al
extremo sur de Manhattan, abrió parcialmente a comienzos de este mes. En
Red Hook (Brooklyn), el supermercado Fairway sufrió daños por valor de
14 millones de dólares y no pudo reabrir hasta marzo, cuatro meses
después del huracán.
El acuario de Nueva York (en Brighton Beach, Brooklyn) espera reabrir esta primavera.
Igual
ocurre con la Estatua de la Libertad y la vecina isla de Ellis, que
integran un parque nacional y que siguen cerradas. Tras varios retrasos,
se prevé que reabran el 4 de julio, la fiesta nacional de EE.UU.
EFEverde
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