Autoridades recomiendan estar alerta frente a esta especie invasora, que puede ser mortal.
A simple vista es inofensivo,
pero el molusco, un gigante para el promedio de sus congéneres, se está
volviendo una amenaza nacional, no solo ambiental y agrícola, sino para
la salud pública. Es el caracol africano (Achatina fulica), especie
invasora oriunda de Kenia, Mozambique y Tanzania, que se encuentra en la
lista de las 100 más riesgosas del mundo, según la Unión Internacional
para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Comenzó como una amenaza menor. Los primeros ejemplares se vieron en
vida silvestre en los primeros años del siglo XXI. Ya en el 2010 se
desplazaban por Amazonas, Putumayo y Huila. Pero hoy, voceros del
Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional y del
Instituto Alexánder von Humboldt le dijeron a EL TIEMPO que la especie
está en 23 de los 32 departamentos. Ricardo Combariza, zootecnista de la
Corporación Autónoma de la Orinoquia (Corporinoquia), califica la
invasión de esta especie como “crítica”.
Él explica que la presencia del caracol es normal en el 70 por ciento
de los municipios de Casanare, Arauca y Vichada, algunos de ellos con
gran vocación agrícola, como Yopal, Orocué, Aguazul, Villanueva y Paz de
Ariporo (Casanare); también en Santa Rosalía, La Primavera y Puerto
Carreño (Vichada) y Tame y Arauca (Arauca).
“En una sola jornada de capturas, en Yopal, hemos encontrado hasta
15.000 ejemplares”. Todos suelen ser erradicados, “pero a los 15 o 20
días están de nuevo en el lugar de donde los retiramos”, dice el
experto.
A los caracoles, también apodados ‘gigantes’ porque pueden alcanzar
los 30 cm, los han visto en colegios de Cali y en barrios como El Caney y
la ciudadela Comfandi, donde la gente suele caminar con mucho cuidado
sobre las zonas verdes para no pisarlos. También en Buenaventura, donde
han recogido hasta 320.000 ejemplares, lo cual no ha impedido que
algunos se hayan apoderado de zonas boscosas.
La Corporación Autónoma Regional del Valle (CVC) dice que ya están en
los cuatro extremos de este departamento. Los han reportado en 100
barrios y hasta en la terminal de transporte de Villavicencio (y en
otros 15 municipios del Meta), en jardines de casas de Bucaramanga; en
Puerto Caldas, cerca de Pereira; en Valledupar (Cesar), e incluso en
Arjona, población de Bolívar situada a media hora de Cartagena.
Pueden vivir en condiciones climáticas extremas (aunque prefieren las
zonas húmedas y calurosas). Y se distinguen por su capacidad para
camuflarse entre la hojarasca, por el color café de su cuerpo carnoso y
porque sus caparazones, en su parte más amplia, tienen líneas
intercaladas de colores marrón, beige y a veces violeta. Los caracoles
nativos colombianos, por el contrario, tienen la parte mayor del
caparazón en un solo tono, no rayado, y su cuerpo carnoso es gris
oscuro.
El Achatina fulica ingresó al país desde Brasil o Venezuela. Fue
traído por personas interesadas en comerciar la crema hecha con su baba,
que es básicamente su esperma, supuestamente con gran poder para
mejorar la piel y regenerarla, así como para aliviar las venas várice.
Aunque no han faltado quienes lo han querido tener como mascota, tráfico
que se ha hecho muy común en algunas zonas de entrada y salida de
Bogotá, según lo confirmó la Policía Ecológica. Por estas prácticas
informales en todo el territorio, el animal se salió de control.
Desde el punto de vista ambiental, la amenaza se concentra en que
desplaza a otras especies y destruye ecosistemas. “Hemos visto cómo
algunas zonas de morichales y humedales se secan por la presencia del
caracol, que se come la flora. También consume caracoles más pequeños y
típicos de las regiones, y esto representa un peligro para el equilibrio
ecológico”, agregó Combariza.
Por ahora, no tiene enemigos naturales nacionales comprobados como en
África, donde es consumido masivamente por cocodrilos en zonas
pantanosas (ver recuadro).
Para los agricultores, es una plaga que destruye cultivos, ya que
puede consumir más de 800 clases de plantas, incluso tubérculos, árboles
frutales, leguminosas (fríjol, soya), cacao y algunas ornamentales. Ya
es fácil verlo en cultivos de papaya, yuca, plátano, banano y aun en
cultivos de café, donde no era usual hallarlo. Y para toda la población,
su presencia no es grata porque pone en riesgo la salud. No es
venenoso, pero usualmente es portador de un parásito que causa dolores
abdominales y meningitis, una dolencia potencialmente mortal.
No todos los caracoles tienen el parásito. Algunos de ellos lo
adquieren al comer o tener contacto con residuos que dejan roedores,
especialmente ratas, que lo llevan en sus pulmones y que suelen excretar
al suelo. La cadena mortal sigue armándose cuando el caracol que ha
adquirido el parásito contamina alimentos que son consumidos sin lavar
por los humanos, en ese momento la persona se expone a que ese parásito
se introduzca en su cuerpo y produzca problemas intestinales,
apendicitis y, si se instala en el cerebro, meningoencefalitis, dolencia
potencialmente mortal.
Casos de personas muertas han sido reportados en Brasil, Perú y
Ecuador. En Colombia, en enero del año pasado, el hospital San Andrés,
de Tumaco, reportó que un bebé de 15 meses había muerto por meningitis
bacteriana tras tener contacto con un caracol gigante africano. Aunque
el Ministerio de Ambiente expidió la resolución 654 de abril del 2011,
para que las CAR y Parques Nacionales controlen y prevengan la presencia
de este caracol, y prohíban su uso y cría en cautiverio y promuevan
métodos de exterminio (no puede arrojarse en rellenos sanitarios
ordinarios, por ejemplo), la invasión está lejos de ser controlada.
Porque el caracol tiene dos características que lo hacen difícil de
frenar. Primero, es muy resistente y además polífago, es decir,
permanece con un hambre voraz que calma comiendo cuanto encuentra,
incluso el cemento de las paredes, rico en carbonato de calcio y que
consume para fortalecer su caparazón. Y además tiene una facilidad
increíble para reproducirse. Es hermafrodita (tienen ambos sexos a la
vez) y puede aparearse con cualquier ejemplar de su especie. Cada uno
puede poner tandas de huevos fértiles durante meses, entre 100 y 200 por
cada postura, que eclosionan en máximo 21 días.
Cada caracol tiene una vida promedio de 5 a 9 años, y vive entre
ramas de vegetales en descomposición. Por eso, no olvide vigilar
jardines y huertas, los lugares donde mantiene su peligrosa
descendencia.
Hallan posible depredador
Se trata de una garza que se ve en Buenaventura
En Buenaventura, un ave podría convertirse en el peor enemigo de los
caracoles. Se trata de una especie llamada popularmente cocorota,
similar a una garza de tamaño medio, que, según observaciones de
técnicos de la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC),
devora al molusco sin intoxicarse. Los resultados están aún en estudio.
Sería el primer depredador oficial del ‘Achatina fulica’, al que
también se ha visto con frecuencia en Puerto Asís y Mocoa (Putumayo);
Purificación (Tolima), Mitú (Vaupés); Santa María, San Luis de Gaceno,
San Miguel de Sema (Boyacá); Santafé de Antioquia (Antioquia), y Agua de
Dios, Quipile, Puerto Salgar, Guaduas, La Vega y Apulo, municipios
calurosos de Cundinamarca.
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