sábado, 27 de julio de 2013

El caracol africano invade más de medio Colombia

Autoridades recomiendan estar alerta frente a esta especie invasora, que puede ser mortal.

A simple vista es inofensivo, pero el molusco, un gigante para el promedio de sus congéneres, se está volviendo una amenaza nacional, no solo ambiental y agrícola, sino para la salud pública. Es el caracol africano (Achatina fulica), especie invasora oriunda de Kenia, Mozambique y Tanzania, que se encuentra en la lista de las 100 más riesgosas del mundo, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Comenzó como una amenaza menor. Los primeros ejemplares se vieron en vida silvestre en los primeros años del siglo XXI. Ya en el 2010 se desplazaban por Amazonas, Putumayo y Huila. Pero hoy, voceros del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional y del Instituto Alexánder von Humboldt le dijeron a EL TIEMPO que la especie está en 23 de los 32 departamentos. Ricardo Combariza, zootecnista de la Corporación Autónoma de la Orinoquia (Corporinoquia), califica la invasión de esta especie como “crítica”.
Él explica que la presencia del caracol es normal en el 70 por ciento de los municipios de Casanare, Arauca y Vichada, algunos de ellos con gran vocación agrícola, como Yopal, Orocué, Aguazul, Villanueva y Paz de Ariporo (Casanare); también en Santa Rosalía, La Primavera y Puerto Carreño (Vichada) y Tame y Arauca (Arauca).
“En una sola jornada de capturas, en Yopal, hemos encontrado hasta 15.000 ejemplares”. Todos suelen ser erradicados, “pero a los 15 o 20 días están de nuevo en el lugar de donde los retiramos”, dice el experto.
A los caracoles, también apodados ‘gigantes’ porque pueden alcanzar los 30 cm, los han visto en colegios de Cali y en barrios como El Caney y la ciudadela Comfandi, donde la gente suele caminar con mucho cuidado sobre las zonas verdes para no pisarlos. También en Buenaventura, donde han recogido hasta 320.000 ejemplares, lo cual no ha impedido que algunos se hayan apoderado de zonas boscosas.
La Corporación Autónoma Regional del Valle (CVC) dice que ya están en los cuatro extremos de este departamento. Los han reportado en 100 barrios y hasta en la terminal de transporte de Villavicencio (y en otros 15 municipios del Meta), en jardines de casas de Bucaramanga; en Puerto Caldas, cerca de Pereira; en Valledupar (Cesar), e incluso en Arjona, población de Bolívar situada a media hora de Cartagena.
Pueden vivir en condiciones climáticas extremas (aunque prefieren las zonas húmedas y calurosas). Y se distinguen por su capacidad para camuflarse entre la hojarasca, por el color café de su cuerpo carnoso y porque sus caparazones, en su parte más amplia, tienen líneas intercaladas de colores marrón, beige y a veces violeta. Los caracoles nativos colombianos, por el contrario, tienen la parte mayor del caparazón en un solo tono, no rayado, y su cuerpo carnoso es gris oscuro.
El Achatina fulica ingresó al país desde Brasil o Venezuela. Fue traído por personas interesadas en comerciar la crema hecha con su baba, que es básicamente su esperma, supuestamente con gran poder para mejorar la piel y regenerarla, así como para aliviar las venas várice. Aunque no han faltado quienes lo han querido tener como mascota, tráfico que se ha hecho muy común en algunas zonas de entrada y salida de Bogotá, según lo confirmó la Policía Ecológica. Por estas prácticas informales en todo el territorio, el animal se salió de control.
Desde el punto de vista ambiental, la amenaza se concentra en que desplaza a otras especies y destruye ecosistemas. “Hemos visto cómo algunas zonas de morichales y humedales se secan por la presencia del caracol, que se come la flora. También consume caracoles más pequeños y típicos de las regiones, y esto representa un peligro para el equilibrio ecológico”, agregó Combariza.
Por ahora, no tiene enemigos naturales nacionales comprobados como en África, donde es consumido masivamente por cocodrilos en zonas pantanosas (ver recuadro).
Para los agricultores, es una plaga que destruye cultivos, ya que puede consumir más de 800 clases de plantas, incluso tubérculos, árboles frutales, leguminosas (fríjol, soya), cacao y algunas ornamentales. Ya es fácil verlo en cultivos de papaya, yuca, plátano, banano y aun en cultivos de café, donde no era usual hallarlo. Y para toda la población, su presencia no es grata porque pone en riesgo la salud. No es venenoso, pero usualmente es portador de un parásito que causa dolores abdominales y meningitis, una dolencia potencialmente mortal.
No todos los caracoles tienen el parásito. Algunos de ellos lo adquieren al comer o tener contacto con residuos que dejan roedores, especialmente ratas, que lo llevan en sus pulmones y que suelen excretar al suelo. La cadena mortal sigue armándose cuando el caracol que ha adquirido el parásito contamina alimentos que son consumidos sin lavar por los humanos, en ese momento la persona se expone a que ese parásito se introduzca en su cuerpo y produzca problemas intestinales, apendicitis y, si se instala en el cerebro, meningoencefalitis, dolencia potencialmente mortal.
Casos de personas muertas han sido reportados en Brasil, Perú y Ecuador. En Colombia, en enero del año pasado, el hospital San Andrés, de Tumaco, reportó que un bebé de 15 meses había muerto por meningitis bacteriana tras tener contacto con un caracol gigante africano. Aunque el Ministerio de Ambiente expidió la resolución 654 de abril del 2011, para que las CAR y Parques Nacionales controlen y prevengan la presencia de este caracol, y prohíban su uso y cría en cautiverio y promuevan métodos de exterminio (no puede arrojarse en rellenos sanitarios ordinarios, por ejemplo), la invasión está lejos de ser controlada.
Porque el caracol tiene dos características que lo hacen difícil de frenar. Primero, es muy resistente y además polífago, es decir, permanece con un hambre voraz que calma comiendo cuanto encuentra, incluso el cemento de las paredes, rico en carbonato de calcio y que consume para fortalecer su caparazón. Y además tiene una facilidad increíble para reproducirse. Es hermafrodita (tienen ambos sexos a la vez) y puede aparearse con cualquier ejemplar de su especie. Cada uno puede poner tandas de huevos fértiles durante meses, entre 100 y 200 por cada postura, que eclosionan en máximo 21 días.
Cada caracol tiene una vida promedio de 5 a 9 años, y vive entre ramas de vegetales en descomposición. Por eso, no olvide vigilar jardines y huertas, los lugares donde mantiene su peligrosa descendencia.
Hallan posible depredador
Se trata de una garza que se ve en Buenaventura
En Buenaventura, un ave podría convertirse en el peor enemigo de los caracoles. Se trata de una especie llamada popularmente cocorota, similar a una garza de tamaño medio, que, según observaciones de técnicos de la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC), devora al molusco sin intoxicarse. Los resultados están aún en estudio.
Sería el primer depredador oficial del ‘Achatina fulica’, al que también se ha visto con frecuencia en Puerto Asís y Mocoa (Putumayo); Purificación (Tolima), Mitú (Vaupés); Santa María, San Luis de Gaceno, San Miguel de Sema (Boyacá); Santafé de Antioquia (Antioquia), y Agua de Dios, Quipile, Puerto Salgar, Guaduas, La Vega y Apulo, municipios calurosos de Cundinamarca.

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