Hace un mes, Zakri Abdul Hamid, presidente de la Intergovernmental
Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services (IPBES),
expuso ante 450 expertos mundiales en biodiversidad reunidos en una
conferencia en Trondheim (Noruega) las consecuencias negativas que
supone para la salud y el bienestar de la humanidad la pérdida de
variedades de cultivos y razas de ganado. Afirmó, con respecto a estas
últimas, que “la tasa de razas en peligro de extinción está bajando,
pero los datos más recientes la cifran en el 22%”. España supera con
creces este porcentaje. Según datos oficiales del Ministerio de
Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (Magrama)
de las 184 razas presentes en el catálogo oficial, 128 (el 70%) están
en peligro de extinción. El porcentaje sube al 82% si se cuentan solo
las 157 razas autóctonas.
El IPBES es un
organismo que realiza funciones similares al Panel Intergubernamental
sobre Cambio Climático (IPCC), pero en materia de conservación y
protección de la biodiversidad. Como el IPCC, publica informes sobre la
repercusión que la perdida de esa diversidad tiene en los ecosistemas y
el desarrollo humano. Para el IPBES, las causas de la erosión genética
en los animales domésticos son la falta de reconocimiento del valor de
las razas autóctonas y su importancia en la adaptación a cada lugar de
origen, los incentivos para introducir razas exóticas y uniformizar la
producción en aras de la rentabilidad económica y la selección de razas
condicionadas por un determinado producto. Esa erosión genética hace
también que la propagación de epizootias (epidemias animales) sea más
recurrente y se extienda a más zonas.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO) considera como razas en peligro de extinción aquellas
en las que existen como máximo mil hembras reproductoras o un máximo de
20 machos reproductores. En esa situación, en España hay 19 razas de
ganado aviar (todas las autóctonas menos una), 14 de equino-caballar
(también todas menos una), seis de equino asnal, nueve de porcino, 15 de
caprino, 31 de bovino, 33 de ovino y el camello canario. La propia FAO
cuenta con una estrategia mundial para la ordenación de los recursos
genéticos de los animales de granja que orienta sobre la mejor manera de preservar esta biodiversidad doméstica y detener su pérdida.
En España, tanto el Gobierno central como las comunidades autónomas
cuentan desde hace años con normativa específica que fomenta la
conservación de razas ganaderas autóctonas y se dan ayudas para su
mantenimiento. Sin embargo, la sangría ganadera no deja de crecer, ya
que hace menos de dos años las razas en peligro de extinción eran 110,
frente a las 128 actuales. En España faltan ya varias de porcino, como
el chato vitoriano, el celta alistano y el lermeño, cabras como la
jurdana y vacas como la mantequera leonesa y la catalana autóctona.
Manuel Luque, director gerente de la Federación Española de Asociaciones
de Ganado Selecto (Feagas), alerta además sobre la situación crítica de
otra raza de cerdo: “La variedad de ibérico manchado de Jabugo contaba
con 51 efectivos a diciembre de 2012”.
Feagas, junto a fundaciones como Global Nature
y Félix Rodríguez de la Fuente trabajan intensamente en la recuperación
de este patrimonio genético y cultural. El último paso dado por el Magrama es la publicación
de un real decreto que regula el uso del logotipo Raza Autóctona 100% y
permitirá a los consumidores reconocer los productos procedentes de
estos animales.
Manuel Luque afirma que mantener la variabilidad genética que aportan
las razas autóctonas es trascendental. “Puede que no aporten grandes
producciones comerciales, pero ese reservorio genético es indispensable
porque aporta capacidad de adaptación a climas y lugares donde no
podrían sobrevivir otras razas, y capacidad de resistencia a
enfermedades que podrían convertirse en epidemia”, explica. Además,
Luque pide un reconocimiento no solo para los “ganaderos románticos” que
mantienen estas razas a pesar de su escasa rentabilidad y por razones
de conservación, sino para aquellos que “crían y cuidan de cabras como
la blanca celtibérica en la sierra de Gádor (Almería) o de la oveja
lojeña en la de Loja (Granada), ambas en peligro de extinción, en medios
donde otras razas no podrían subsistir por el clima y la vegetación
disponible para pastar; si pierden sus cabras y ovejas perderían su
trabajo, no habría ganado que las sustituyera”.
La Fundación Félix Rodríguez de la Fuente lleva a cabo el proyecto ConSuma Naturalidad,
cuyo objetivo es “fomentar la conservación de la biodiversidad
productiva y silvestre, impulsando la producción y el consumo de
productos derivados de razas de ganado y especies o variedades vegetales
autóctonas producidos en la Red Natura 2000 de nuestro país”. Hace
poco, emitieron una nota de prensa con el título El ganado ecológico es el cuerpo de bomberos más eficiente de la naturaleza.
Se referían a la importante labor ecológica que se consigue con el
mantenimiento de una raza autóctona de bovino criada en régimen
ecológico, la avileña-negra ibérica, en las faldas de la sierra de
Guadarrama.
La raza avileña-negra ibérica no está en peligro de extinción, pero
sí la gallina negra andaluza, variedad de la negra castellana incluida
en el catálogo oficial. “Las gallinas siegan la hierba a pico, la dejan
en mejor estado que el corte con máquinas, y encima controlan de manera
natural parásitos de nuestra tierras de labor, como lombrices y
caracoles”. Antonio Jesús Adame explica la función que hacen sus
gallinas autóctonas en la finca ecológica-biodinámica
(ganado y cultivos se retroalimentan de manera natural) que mantiene en
Fuente Palmera, en Córdoba. Adame reconoce que él puede criar estas
gallinas autóctonas como complemento del resto de la explotación, pero
afirma que “según está estructurada la producción industrial, que busca
la rentabilidad inmediata en grandes granjas, sería imposible
mantenerlo; estas gallinas ponen huevos en cualquier parte del campo", y
les han construido ponederos "cada 100 o 200 metros”.
En la Fundación Global Nature llevan desde su nacimiento, hace ya 20
años, apostando por la recuperación de razas autóctonas. Tanto en las
fincas que gestionan como en las que son propietarios trabajan con vacas
como la blanca cacereña, con ovejas como la merina negra y con gallinas
como la negra castellana. A esta última se une ahora la azul andaluza
en un proyecto nuevo a punto de echar a andar en el que colabora el
Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA).
“Las gallinas pastarán en una dehesa sana, de una hectárea, en la que
se combinarán encinas con árboles frutales y de la cual pretendemos
sacar un producto con valor comercial dentro de una explotación
autosuficiente”, explica Laura García, delegada de la fundación en
Extremadura.
La PAC puede echar una mano
“Es vital que las reformas y el dinero que lleguen desde el segundo
pilar [desarrollo rural] de la Política Agrícola Común (PAC) se orienten
a programas que fomenten la conservación de razas en peligro, los
cultivos autóctonos para su alimentación y una ganadería extensiva”,
afirma Eduardo de Miguel, director gerente de la Fundación Global
Nature. Manuel Luque, de Feagas, coincide también en pedir esta
inyección económica y que “se valore la riqueza y la armonía con el
medio ambiente que aportan estas razas en los entornos rurales, que
sería difícil o imposible que lo aportaran otros recursos”.
Dentro de la insatisfacción general entre el mundo conservacionista
por los resultados de la reforma de la PAC, existe la esperanza de que
el mencionado segundo pilar reciba trasvases presupuestarios del primero
(para pagos directos y el mejor dotado). “La conservación de las razas
autóctonas pasa por la independencia en la producción de las proteínas
que ingieren, que en estos momentos se importan en un 90% como derivados
de soja y que se podrían obtener en parte en Europa mediante el cultivo
de legumbres y cereales para producir piensos mediterráneos y tener así
productos de calidad y autóctonos”, apostilla De Miguel.
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