Las protestas ciudadanas han logrado paralizar un proyecto químico en
el este de China, en lo que supone una nueva victoria para los
activistas medioambientales. Las autoridades de Ningbo (provincia de
Zhejiang, una de las más ricas de China) han cancelado, al menos
temporalmente, la ampliación de una planta petroquímica, que desde la
semana pasada ha llevado a miles de personas a tomar las calles en esta
ciudad industrial de la costa por miedo a sus efectos contaminantes.
Las movilizaciones, que comenzaron de forma esporádica, crecieron
durante el fin de semana, cuando los manifestantes se enfrentaron a la
policía. El Gobierno de Ningbo anunció el domingo por la noche que él y
el inversor del proyecto –el grupo estatal Sinopec-
han acordado “con firmeza” no seguir adelante con la ampliación. Afirmó
que “prohibirá” la producción de paraxileno, un hidrocarburo utilizado
en la fabricación de botellas de plástico. El comunicado oficial
admitió, por primera vez, que en la instalación iba a ser producido este
químico. La exposición prolongada a paraxileno ha sido relacionada con
una serie de problemas de salud, según algunos estudios.
Las protestas comenzaron en el distrito de Zhenhai, donde se
encuentra la planta de Sinopec, que la prensa china ha descrito como un
complejo valorado en 55.900 millones de yuanes (6.900 millones de euros)
para la producción de petróleo y etileno. El sábado pasaron a la ciudad
de Ningbo, cuyos dirigentes tienen responsabilidad sobre Zhenhai. Las
manifestaciones se volvieron violentas cuando la policía comenzó a
utilizar gases lacrimógenos y detuvo a algunos de los participantes.
Las protestas se han producido cuando faltan menos de dos semanas
para que comience en Pekín el congreso quinquenal del Partido Comunista
Chino (PCCh), en el que se producirá el relevo de los máximos dirigentes
del país. Se trata de un periodo especialmente sensible, en el que el
Gobierno no quiere ningún atisbo de inestabilidad. Esto ha contribuido,
seguramente, a la decisión de detener el proyecto, y algunos vecinos
temen que, cuando finalice el cónclave político, las autoridades de
Ningbo lo reaviven. Algunos manifestantes desconfían de los dirigentes
locales, y, a pesar de la orden de paralización, unos 200 se volvieron a
concentrar este lunes delante del Gobierno municipal, informa France
Presse.
Los que se han echado a la calle disponen de
teléfonos inteligentes, son ávidos usuarios de las redes sociales y cada
vez son más conscientes de sus derechos
La aparente victoria de los vecinos de Ningbo es el último ejemplo
relacionado con disturbios producidos como consecuencia de la ira
ciudadana contra el deterioro medioambiental que han provocado en China
tres décadas de desarrollo económico a cualquier precio.
En julio, miles de personas se movilizaron por miedo a la
contaminación de una conducción de aguas residuales de una planta
papelera de propiedad japonesa en el este del país, y solo pusieron fin a
la protesta tras la cancelación del proyecto. Este año, también,
cientos de ciudadanos se enfrentaron a la policía en Shifang (provincia
de Sichuan) contra la construcción de una planta metalúrgica, que finalmente fue descartada.
La gente que se ha echando a la calle en Ningbo forma parte de la
creciente clase media china, que presenta un desafío cada vez mayor para
el Gobierno. Disponen de teléfonos inteligentes con conexión a
Internet, son ávidos usuarios de las redes sociales y cada vez son más
conscientes de sus derechos y exigentes con los líderes políticos, en
particular, cuando se trata de un asunto que les afecta directamente
como es el caso de los problemas medioambientales.
El diario en inglés China Daily
señala este lunes en un editorial que el incremento del número de
movilizaciones por razones medioambientales muestra que hay que cambiar
la “obsesión” de los gobernantes locales por el desarrollo económico.
Otro periódico, el Global Times,
ha urgido al Gobierno a que cree un sistema más transparente para la
aprobación de proyectos, pero ha advertido que el destino de las plantas
industriales no puede ser decidido por las protestas. “Algunos
reivindican que la gente de Ningbo ha logrado una victoria”, señala la
publicación ligada al Diario del Pueblo, órgano oficial del Partido
Comunista Chino. “Pero nosotros sostenemos que cuando se decide un
proyecto químico cuantioso mediante tales protestas, no hay ganador sino
que todo el país pierde”.
Un consejero del Ministerio de Medio Ambiente aseguró el viernes
pasado que el número de movilizaciones relacionadas con problemas
medioambientales ha aumentado a un ritmo cercano al 30% anual durante
los últimos 15 años, y que estas son cada vez mayores.
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