El Monte Fuji, icono sagrado de Japón, es también, por su condición de volcán activo, un foco de estrecha vigilancia en la provincia nipona de Shizuoka, una de las zonas sísmicas más peligrosas del mundo.
"El Fuji podría entrar en erupción hoy o mañana", reconoce con
absoluta naturalidad Takayoshi Iwata, portavoz del centro de Gestión de
Emergencias y Desastres de Shizuoka, tras recordar que predecir con
acierto el comportamiento de un volcán es todavía imposible.
El
Instituto japonés de Investigación para Geología y Prevención de
Desastres indicó en septiembre que la presión en la cámara de magma del
volcán habría aumentado tras el gran terremoto de marzo de 2011, lo que
aumentaría las posibilidades de erupción.
No obstante, y pese a
las interpretaciones pseudoapocalípticas lanzadas por muchos medios,
Iwata incide en que ese estudio es solo una especulación matemática, ya
que no existe manera de medir realmente la presión dentro de una cámara
de magma.
La erupción de 1707
La última
erupción del Fuji, en 1707, se produjo en todo caso semanas después de
que un terremoto aumentara dicha presión, tal como recuerdan en el
centro turístico "Jukuu no mori" de la ciudad de Gotemba, que se asienta
sobre las faldas del titán.
Un diorama de 6 metros de diámetro
bautizado como "Sky theater" se encarga en este recinto de recrear con
espectacular detalle la belleza, y también los peligros, del monte más
alto y sagrado de Japón.
Las advertencias no solo afectan a las
poblaciones colindantes, sino también a las más de 300.000 personas que,
entre julio y agosto, suben cada año los 3.776 metros de este volcán
situado a unos 100 kilómetros al suroeste de Tokio.
Al margen de
estudios y especulaciones, tanto Shizuoka como la vecina provincia de
Yamanashi, que alberga la cara norte del Fuji, tienen designadas tres
tipos de zona de riesgo, cada una con protocolos de evacuación en
función de las alertas (Amarilla, Naranja o Roja) de la Agencia
Meteorológica.
Alertas y evacuación
La
primera, que comprende áreas hasta a 10 kilómetros de distancia del
cráter, es aquella en la que podrían abrirse bocas de erupción y afectar
directamente a quienes tratan de alcanzar la cima.
Si la alerta
fuera roja o naranja la evacuación debería ser inmediata en las zonas 1 y
2, expuestas a la lava, la caída de rocas y gases volcánicos, pero el
mayor peligro, recuerda Iwata, son las riadas de barro que se
producirían en invierno al fundirse la nieve del Fuji y que caerían con
gran virulencia.
Aunque algunas aldeas están en este área, las
tres principales poblaciones que rodean el monte, Fujinomiya (131.000
habitantes), Gotemba (88.000) y Fujiyoshida (50.000) están en la 3,
donde la evacuación depende del tipo de erupción y a donde la lava, que
se desplaza a unos 3 kilómetros por hora, tardaría un día en llegar.
Pérdidas millonarias
Sin
embargo, los daños económicos serían importantes, tal como reflejó en
2004 una estimación oficial que habla, en el peor de los escenarios, de
pérdidas por 2,5 billones de yenes (24.300 millones de euros) y unas
7.800 personas sin hogar.
La ceniza escupida por el Fuji forzaría
además la cancelación de vuelos en los aeropuertos de Tokio y en otros
regionales, y al mezclarse con la lluvia aumentaría el riesgo de
desprendimientos y avalanchas, lo que amenazaría otros 1.900 hogares en
la región.
Además, unos 12,5 millones de personas podrían sufrir
problemas respiratorios, tal como sucedió a los habitantes de la antigua
Edo (actual Tokio) tras la erupción de 1707.
Aunque en aquella
ocasión no vino acompañado de lava, el estallido esparció casi 1.000
millones de metros cúbicos de ceniza por la costa del Pacífico y por lo
que hoy es la región de Kanto, donde cayó durante semanas en forma de
lluvia negra.
En cualquier caso, los detallados estudios no evitan
que centenares de personas acudan cada semana a rezar al santuario
sintoista Fujisan Hongu Sengen Taisha situado a los pies del monte, en
la localidad de Fujinomiya, y cuyo origen se remonta al año 27 a.C.
Allí
están consagrados el propio espíritu del volcán y el de la deidad del
agua, encargada de aplacar a la del fuego para que las entrañas del
reverenciado y temido Fuji no vuelvan a despertar. EFEverde
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