Madrid Río, el parque de seis kilómetros de largo (desde la calle
Ribera de Manzanares hasta Legazpi), que ocupa una superficie de 101
hectáreas y esconde en sus entrañas la gran mole de hormigón de la M-30,
ha dejado atrás la novedad y se consolida como una alternativa de ocio
para los madrileños. Se inauguró en abril de 2011 y el camino recorrido
deja ya vislumbrar sus virtudes y sus defectos.
Los días laborables abundan los vecinos de los barrios aledaños. En
fin de semana estos se mezclan con personas que llegan desde cualquier
punto de Madrid, para algunos habituales "los domingueros”. Entre ellos,
aparecen turistas de las más diversas nacionalidades que se despejan
del ruido urbano sin tener que alejarse de la ciudad. El fluir de gente
paseando, corriendo, en bicicleta, practicando remo o patinando es
constante a cualquier hora del día, aunque las tardes son las preferidas
y el lleno es completo.
Atrás quedan años de obras e incomodidades, que “han merecido la
pena”, para la mayor parte de los usuarios. Prefieren correr un tupido
velo cuando se habla del coste (371 millones el parque y 4.172 el
soterramiento de la M-30) y centrarse en lo “bonito, seguro y bien
matenido que está”. A los halagos, les acompaña un pero repetido hasta
la saciedad: la dificil convivencia entre ciclistas y peatones, que
comparten espacio.
A punto de inaugurar la temporada otoñal, todavía quedan algunos
fieles que alargan el bronceado tumbados en el área conocida como la
playa, formada por tres recintos acuáticos en el Parque de la
Arganzuela, una de las zonas más concurridas. Niños y mayores se han
sacudido el calor estival metiéndose en los chorros de las fuentes. Y
quien no se ha podido ir de vacaciones debido a la crisis, lo ha
convertido en su Benidorm particular. Incluso se pueden alquilar
hamacas, que gestiona uno de los cinco quioscos de bebidas y comidas
rápidas que se distribuyen por el parque. Es en estos chiringuitos donde
se ubican los únicos aseos públicos que existen en Madrid Río. Además
hay dos restaurantes. En las calles adyacentes al espacio verde han
surgido también negocios de alquiler de bicicletas.
La joya verde del Ayuntamiento
Inauguración:15 de abril de 2011Coste: 371 millones.
Superficie total: 121 hectáreas.
Plantaciones: 33.623 árboles de 47 especies, 470.844 arbustos de 38 especies, y 210.898 metros cuadrados de pradera.
Instalaciones deportivas: 30 kilómetros de sendas; 33 pistas de patinaje, skate, escalada, fútbol 7 y 11, fútbol sala, pádel, tenis, baloncesto y ciclismo BMX; 17 áreas de juegos infantiles; 3 circuitos biosaludables; 7 pistas de petanca; 12 mesas de juegos; 1 circuito de remo.
Miradores: glorieta de San Vicente, huerta de la Partida, puente de Segovia, puente de Arganzuela, y pasarela del nudo sur.
Y mientras unos toman el sol, otros usuarios se lanzan a andar todas
las mañanas, como Aurora, vecina de Virgen del Puerto que también apunta
como “el problema” a los ciclistas. Ella sabe que va por una senda en
la que tiene preferencia, pero no se fía y ha buscado un truco. Deja el
espacio central del paseo a las dos ruedas y anda por las planchas de
granito que limitan la senda. Al caer la noche también se observan
perros con una luz parpadeando en el collar. “Es para que los vean los
de las bicicletas y los patinadores”, contesta el dueño.
Pero los incidentes siguen, sobre todo los fines de semana en los que
se intensifica la afluencia de personas. Desde el grupo municipal
socialista sostienen que la falta de un plan de movilidad ha convertido a
Madrid Río en este aspecto en un lugar donde impera la ley de la selva
con continuas riñas entre los ciudadanos. Un portavoz del estudio de
arquitectura Burgos & Garrido, uno de los que proyectó el parque,
explica que se adoptó la solución mejor.
Asegura que eran conscientes del problema y consideraron muchas
alternativas. “Si se habilita un carril bici, la gente lo va a invadir, y
los accidentes serían más graves porque los ciclistas irían a más
velocidad”, señalan. Además, los peatones no tendrían preferencia.
Separarlo físicamente es todavía más complicado, porque hay zonas con un
ancho medio de unos 20 metros como el Salón de Pinos (área paisajística
en la que se plantaron 9.000 pinos sobre los túneles de la M-30), en la
que no se puede detraer espacio porque el parque se haría más
inaccesible para el peatón.
El Ayuntamiento limitó la velocidad máxima de las bicicletas a seis
kilómetros por hora. Pero no todos lo respetan. Según los datos de
Samur-Protección Civil, a mediados de agosto se habían atendido desde
principios de año a 34 ciclistas que habían sufrido alguna caída,
mientras que solo se habían producido dos atropellos de peatones, todos
con patologías leves.
A otras personas como a Millán Ruiz, alumno de la Escuela de Remo, el
parque le ha descubierto el río. “Para mí era una vergüenza, algo que
no existía y ahora le he cogido cariño”, relata. Llegó a Madrid Río
siguiendo el consejo de su fisioterapeuta por una lesión de hombro. “Al
principio es complicado y te encuentras un poco perdido, porque en este
tipo de deporte se mira hacia la parte de atrás de la embarcación, en
sentido contrario a la marcha, pero luego es estupendo”. Ahora le
saludan desde las pasarelas que cruzan el río y le preguntan dónde se
alquilan las barcas. El embarcadero está a la altura del puente y de la
pasarela de la Princesa.
Las zonas que más éxito tienen son los parques infantiles, como la
colina de toboganes, la supertirolina y la jungla de los bosques de
palos. Compartiendo primer puesto, se encuentran todas las instalaciones
deportivas, tanto las que ya estaban como las nuevas construidas:
pistas de padel; campos de fútbol; pista de skate y patinaje; pista BMX
(circuito de ciclismo acrobático) y las escuelas de escalada deportiva o
de remo olímpico.
La imaginación de los usuarios hace que elementos como el puente
construido por el arquitecto Dominique Perrault, que costó 13,6
millones, amplíe su uso. Ángel, Carlos y Álvaro, de entre 19 y 20 años,
lo utilizan de gimnasio particular. "Entrenamos aquí porque no tenemos
dinero para ir a un gimnasio", explican, mientras hacen flexiones y
dominadas agarrados a los soportes inferiores de la pasarela.
Consideran que uno de los valores del jardín es su limpieza. Nada
extraño si se tiene en cuenta que el mantenimiento del parque se
adjudicó por 43,8 millones (casi un millón al mes) durante cuatro años
con un número de operarios total de 270, que se distribuyen en turno de
mañana, tarde y noche. El servicio incluye mantenimiento de las zonas
verdes y el arbolado, la conservación de los caminos, de las zonas
infantiles y de mayores y del mobiliario urbano.
Y mientras Madrid Río reluce, los vecinos de la cercana Ribera del
Manzanares, uno de los límites de la actuación, se quejan de que sus
jardines y calles están cada vez más abandonadas. “Aquí se muere un
árbol, lo cortan y no lo reponen”, denuncia una vecina de esta calle
mientras señala el tocón que adorna la entrada a su portal. “Impresiona
ver la cantidad de jardineros y otro personal teniendo en cuenta el
déficit que se produce en otros ámbitos de la ciudad”, observan desde
Ecologistas en Acción. El grupo municipal de IU, habla del otro
Madrid-Río. “El Ayuntamiento tiene totalmente abandonado el Parque
Lineal del Manzanares en los distritos de Usera, Villaverde y Vallecas”,
dicen.
Ajenos a estas polémicas, varios jubilados observan sonrientes el ir y
venir de gente, patinadores, ciclistas. “A nostros nos ha venido muy
bien. Antes solo veíamos coches”, resume Jesús, mientras sus amigos
asienten.
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