El Tapón de Darién, una muralla natural de casi 21.000 kilómetros
cuadrados de tupida vegetación, jungla, pantanos, montañas y múltiples
accidentes geográficos que comparten Colombia y Panamá
y que impide que el sur y el norte de América se unan por la Carretera
Interamericana, está ahora en la mira de empresas petroleras tras
convertirse en base de narcotraficantes, 500 años después de ser
descubierto y recorrido por el conquistador español Vasco Núñez de
Balboa.
En la culminación de una secuencia de hechos que se remonta a 2010,
la Asamblea Nacional de Panamá reformó el 27 de agosto una ley de 1987
para otorgar incentivos fiscales al sector privado para explorar y
explotar petróleo en todo el territorio. En mayo de 2010, el presidente
panameño, Ricardo Martinelli, afirmó que “en Panamá hay petróleo en el
área de Darién. Estamos haciendo los estudios y hemos confirmado que las
mismas vetas de Colombia llegan a Panamá”.
El 23 de agosto de 2011, la Secretaría de Energía de Panamá reveló
que de acuerdo con un estudio contratado en 2010 a la compañía
estadounidense OTS Latin America LLC,
valorado en 400.000 dólares y financiado por la multinacional
paraestatal Corporación Andina de Fomento (CAF), en Darién hay reservas
por 900 millones de barriles de petróleo. El Estado panameño recibiría
más de 20.000 de dólares millones en ganancias por los 90.000 millones
que generaría la inversión de las petroleras, según los cálculos del
informe. Petroleras de Estados Unidos, Colombia, Brasil, México y Europa
han mostrado interés en participar en las posibles licitaciones.
El diputado Raúl Hernández, del gobernante Partido Cambio
Democrático, ha afirmado que la nueva ley “prepara mejores condiciones”
para que Panamá fomente y regule la exploración y explotación de
yacimientos de petróleo. La meta, según el legislador, es que las
empresas contratistas “paguen canon de arrendamientos en tierra firma
como en aguas interiores y en el mar un cano superficial”.
Los efectos ambientales son la cara B de la cuestión. “El riesgo de
someter al Darién a la exploración y explotación de petróleo es muy
grave”, advirtió la ambientalista panameña Raisa Banfield, directora
ejecutiva de la Fundación Panamá Sostenible, organización no estatal de
ese país. “Los bosques del Darién representan un pulmón importante: son
el segundo pulmón más importantes del continente después del Amazonas y junto con el de la Biosfera Maya, en El Petén en Guatemala”, explicó Banfield a este diario.
“Justo en las costas donde se pretende explorar también hay una
riqueza de biodiversidad enorme. De ahí depende la pesca en el Pacífico
panameño. Es decir, los valores ecológicos en riesgo son muchísimos, sin
mencionar a todo el desplazamiento a que serían sometidas las
comunidades mayoritariamente humildes, campesinas e indígenas, por la
exploración petrolera”, añadió.
Un alegato es que Panamá debe reducir su dependencia de petróleo
importado, recordó. El monto de la factura de petróleo de Panamá pasó de
447 millones en 2000 a 2.250 millones en 2012, según cifras oficiales.
Es contradictorio, insistió, que el gobierno impulse la producción y
consumo de etanol para mejorar la calidad ambiental, pero con el plan
del petrolero “somete al país a la vulnerabilidad de sus ecosistemas. Es
mero interés comercial y no obedece a un desarrollo sostenible. Es más
el daño que tendremos versus el beneficio”. Este diario solicitó, sin
éxito, una opinión de la Secretaría sobre los reiterados
cuestionamientos ambientales.
Sin embargo, la panameña Renza Samudio, siendo directora de
Hidrocarburos de la Secretaría, alegó el 13 de septiembre de 2011,
citada por el diario La Prensa, de la capital panameña, que la
explotación se realizaría “fuera de las zonas naturales protegidas” del
Darién e identificó dos cuencas del Tapón en el Pacífico como objetivos
del plan petrolero: Garachiné-Sambú y Bayano-Chucunaque-Atrato.
El área protegida del Darién es de 5.790 kilómetros cuadrados en el
lado panameño. La cuenca de Garachiné-Sambú es de 7.410 kilómetros
cuadrados y la de Bayano-Chucunaque-Atrato tiene 7.630 kilómetros
cuadrados, según datos oficiales.
“Debió de existir una consulta pública, porque se afectarán derechos
de terceros”, adujo el abogado panameño Harley Mitchell, exdirector
legal de la Autoridad del Ambiente de Panamá. “Las exploraciones
petrolíferas vienen acompañadas de la necesidad de expropiaciones, de
remover recursos naturales en el área superficial de los yacimientos,
del uso de agua en proporciones que las poblaciones no están
acostumbradas y otros asuntos que afectan la vida de la gente que está
cerca de estos yacimientos”, dijo Mitchell a EL PAÍS.
Colindante con los océanos Atlántico y Pacífico, el Tapón se extiende
del norte de los departamentos colombianos del Chocó y Antioquia a la
oriental provincia panameña del Darién y a comarcas indígenas y
comunidades. La zona fue recorrida por Núñez de Balboa
en la expedición que el 25 de septiembre de 1513 le permitió ser el
primer europeo en avistar el Mar del Sur, hoy Océano Pacífico, en uno de
los principales descubrimientos de la conquista española en el Nuevo
Mundo.
Una grave amenaza que en los últimos años golpeó a la remota selva es
que ha sido santuario de las rebeldes Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia (FARC) y punto de acopio y pasadizo de droga transportada
por mar y tierra de Colombia en ruta a México y Estados Unidos, vía
Centroamérica. La primera plantación de hoja de coca en suelo
centroamericano fue hallada en un operativo de soldados colombianos y
policías panameños en junio anterior en el Darién, junto a un
laboratorio artesanal para producir cocaína.
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