Las mujeres y los niños son los grupos más afectados
por el hambre a consecuencia del cambio climático, concretamente el 60 %
de las personas con subnutrición son mujeres y más de un 20 % de los
niños y niñas menores de 5 años tienen un peso bajo.
Que hay hambre en el mundo es una realidad que tiene mucho que ver
con el cambio climático y los efectos negativos que tiene éste para la
seguridad alimentaria, el acceso al agua y a la energía.
Es el tema central del libro "Cambio Climático y derecho a la
alimentación", presentado en Madrid recientemente, que pretende
reflexionar sobre cómo afecta el cambio climático a la seguridad
alimentaria y, por tanto, humana como consecuencia de los desastres
naturales y reclamar una actuación en el marco de la Cumbre Río+20.
Gemma Durán y Ángeles Romero, profesoras de la Universidad Autónoma
de Madrid y autoras del libro, hacen hincapié en que son necesarias
respuestas tanto adaptativas como mitigadoras frente al cambio
climático.
El aumento de las temperaturas medias mundiales, los cambios
graduales en las precipitaciones, el incremento en la frecuencia e
intensidad de fenómenos climáticos extremos y la subida del nivel del
mar, son efectos del cambio climático "devastadores" para la seguridad
alimentaria, apuntan las autoras del libro.
Según la publicación, más de 129 millones de niños en el mundo tienen
un peso insuficiente para su edad y más del 80 % de estos menores
desnutridos se concentran en tan solo 24 países, entre los que destaca
la India, Burundi, Madagascar, Malawi, Etiopía, Ruanda, Guinea-Bissau,
Níger, Afganistán, Guatemala, Timor Oriental y Yemen.
En el año 2009 se alcanzó el récord histórico de personas que padecían malnutrición, eran unos 1.025 millones de hambrientos.
A propósito de que la situación es desoladora, en el mundo se
producen más alimentos de los necesarios, por lo que el hambre es
consecuencia de la falta de interés y voluntad política asociada a la
escasa financiación para articular un sistema alimentario mundial justo y
equitativo, indica la publicación.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación (FAO) considera indispensable que el sector público dedique
recursos para invertir en investigación y desarrollo sobre agricultura.
A pesar de todo, algunos países plantean medidas y programas como
Australia con la captura de dióxido de carbono en suelos agrícolas, o
EEUU con la normativa sobre etiquetado biológico que exige que los
productos biológicos cumplan criterios de conservación de la tierra, del
agua y del bienestar de los animales.
La agenda que se derive de la Cumbre Río+20, según las autoras del
libro, deberá incorporar a los pilares del desarrollo sostenible el
desarrollo económico con inclusión social y la protección del medio
ambiente y suponga un fortalecimiento institucional de las Naciones
Unidas para el seguimiento y solución de problemas como el del hambre y
el cambio climático.
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