El Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) ha ordenado el desmantelamiento y clausura de la planta Quercus
de fabricación de concentrados de uranio, en Salamanca. La planta
estaba sin actividad desde 2003, pero la empresa pública del uranio, Enusa,
había conseguido una serie de prórrogas ante la posibilidad de que el
renacer nuclear hiciera atractiva la minería del uranio en España. La
clausura y desmantelamiento de esta planta supone un duro golpe a las
expectativas —si alguna vez fueron ciertas— de volver a extraer uranio
en España, según los ecologistas.
La planta Quercus está en el municipio de Saelices el Chico. Desde
hace nueve años no produce los concentrados de uranio que utilizan las
centrales nucleares españolas. En lugar de producirlo aquí, Enusa
importa el uranio y en la planta de Juzbado (Salamanca) lo ensambla en
las varillas que luego queman los ocho reactores nucleares españoles y
que producen el 20% de la electricidad.
En 2005, Enusa decidió desmantelar la planta. Después, y ante la
subida de precios del uranio, optó por posponer la decisión. En 2007, el
precio del uranio estaba disparado ante un eventual renacer nuclear. El
seis de junio de ese año llegó a cotizar a 138 dólares por libra. Eran
los años en los que los anuncios de nuevas centrales nucleares se
sucedían y España, pese a tener un presidente antinuclear, apostó por
esperar y ver.
En
2008 aterrizó en España la empresa minera australiana Berkeley, que
consideraba que en Salamanca había yacimientos de uranio aprovechables. Eran los mismos que Enusa había dejado de explotar por su baja rentabilidad, pero con el precio disparado no era descabellado.
Enusa suspendió sin fecha el desmantelamiento y fue logrando
sucesivas prórrogas del CSN. La planta Quercus era relevante para los
planes de Berkeley
porque permitiría tratar el uranio si finalmente lo extraía. La
relación entre ambas se enredó con una reclamación millonaria, aunque el
pasado mes de julio las empresas sellaron un acuerdo por el que
Berkeley renunciaba a sus derechos para la gestión de la planta Quercus y
se quedaba con otros yacimientos.
El CSN se ha cansado de prórrogas y el pasado 12 de diciembre, su
pleno decidió no otorgar una nueva extensión del plazo y da tres meses a
Enusa para que presente el plan de desmantelamiento.
Un portavoz de Berkeley asegura que la decisión del CSN no afecta a
su negocio: “No influye en nuestro proyecto. Seguimos adelante”. Y añade
que ellos necesitarían una planta entre 2,5 y 3 veces mayor. Este
diario intentó, sin éxito, obtener la versión de Enusa.
El responsable de Energía de Ecologistas en Acción, Francisco
Castejón, considera, en cambio, que es un varapalo: “Estaban esperando a
ver si el precio del uranio hacía rentables las instalaciones y la
planta Quercus era de lo más moderno que tenía Enusa para fabricar
concentrados”.
Según Castejón, la cifra que manejaba el sector para que la
producción en España volviera a ser apetecible era de 100 dólares por
libra. Sin embargo, el accidente de Fukushima hizo caer el precio otro
tercio y ahora ronda los 46 dólares, menos de la mitad de la cifra de
Castejón.
Los pueblos de la zona habían visto en Berkeley una esperanza, ya que
hace una década trabajaban 200 personas en la planta Quercus y su
cierre fue un duro golpe para la comarca.
Aunque en un principio las previsiones hablaban de que en un año el
mercado se podría recuperar no ha sido así. Y no hay perspectivas
optimistas. “Con dos de los mercados nucleares más importantes del mundo
[Japón y Francia] cuestionándose las perspectivas a largo plazo de la
energía nuclear, esperamos que el precio del uranio siga otros 12 meses
sin brillo”, según el analista Greg Barnes, citado por la agencia
Bloomberg.
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