Investigadores
del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambiental (ICTA) de la UAB, y del
Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC), han analizado el potencial de
diferentes especies de microalgas para la producción de biodiesel,
comparando su crecimiento
ECOticias.
Las microalgas dinoflageladas se podrían utilizar como
materia prima para obtener biodiesel de manera fácil y rentable. Esta
es la conclusión de un estudio dirigido por científicos de la UAB, en
colaboración con el CSIC, publicado recientemente en Biomass and Bioenergy.
Investigadores del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambiental
(ICTA) de la UAB, y del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC), han
analizado el potencial de diferentes especies de microalgas para la
producción de biodiesel, comparando su crecimiento, la producción de
biomasa y la cantidad de lípido por célula, fundamental para la
obtención del fuel.
Un tipo de algas marinas poco exploradas hasta ahora, las microalgas dinoflageladas son, según el estudio, muy adecuadas para ser cultivadas con la finalidad de producir biodiesel.
Un tipo de algas marinas poco exploradas hasta ahora, las microalgas dinoflageladas son, según el estudio, muy adecuadas para ser cultivadas con la finalidad de producir biodiesel.
Los científicos han llevado a cabo todo el proceso de producción en
cultivos de exterior, con condiciones naturales, sin luz artificial ni
temperatura controlada, en las condiciones que tendría un cultivo de
muy bajo coste energético y siguiendo las fluctuaciones estacionales.
Después de analizar pormenorizadamente todos los costes durante 4 años
el resultado es prometedor: los cultivos de microalgas están cerca de
poder producir biodiesel de manera rentable incluso en condiciones
ambientales no controladas.
“Efectuando ajustes sencillos para acabar de optimizar el proceso,
el biodiesel obtenido a partir de cultivos de estas microalgas marinas
puede ser una alternativa para el abastecimiento energético de
poblaciones cercanas al mar”, señala Sergio Rossi, investigador del
ICTA de la UAB.
Entre estos ajustes para mejorar la rentabilidad del proceso, los
científicos apuntan la posibilidad de aprovechar la pasta orgánica
sobrante de las algas (el glicerol y la pasta proteica que no se
convierte en biodiesel) y la utilización de bombas de aire y de
materiales de cultivo más eficientes.
Las microalgas dinoflageladas han demostrado ser un grupo muy
prometedor respecto a otros grupos estudiados hasta la fecha. Se trata,
además, de algas autóctonas del Mediterráneo, por lo que las posibles
fugas de estas microalgas en una instalación no representarían problema
ecológico alguno.
Biodiesel de tercera generación
El biodiesel y el bioetanol de primera generación (obtenidos a
partir de monocultivos de aceite de palma, caña de azúcar, maíz, etc.)
han mostrado problemas que disminuyen su atractivo. Los cultivos ocupan
grandes extensiones de suelo, necesitan ingentes cantidades de agua
dulce para riego, e suponen la derivación de productos alimentarios
hacia el mercado energético.
La posibilidad de crear energía a partir de hidrocarburos extraídos
de organismos como el fitoplancton marino, el llamado biodiesel de
tercera generación, tiene varias ventajas. En primer lugar, las algas
rinden lo mismo ocupando sólo entre un 4 y un 7% de la superficie que
ocuparían los cultivos terrestres, gracias a la elevada concentración
de energía por célula. Tampoco requieren agua dulce para su
mantenimiento, basta con agua del mar, lo que las hace viables incluso
en zonas desérticas o con problemas de aridez, cercanas a la costa.
Además, las algas marinas no son, a priori, alimento para seres
humanos, por lo que se evita el problema ético de crear monocultivos
dedicados a generar combustible en lugar de a la producción de comida.
En la investigación, dirigida por científicos del Instituto de
Ciencia y Tecnología Ambiental de la UAB, han participado
investigadores del Departamento de Biología Marina y Oceanografía del
Instituto de Ciencias del Mar del CSIC; de la spin off de la
UAB Inèdit Innovació SL, en el Parc de Recerca UAB; y del grupo de
investigación SOSTENIPRA, del Departamento de Ingeniería Química de la
UAB.
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