Felix Munk recibe unas 20 picaduras diarias, pero eso
no le impide seguir trepando al tejado de la ópera de Viena y otros
lugares emblemáticos de la ciudad para visitar a las abejas que viven
sobre las cabezas de aficionados a la música y ministros del Gobierno.
Munk forma parte del Stadtimker vienés, una de las cada
vez más asociaciones de apicultores urbanos que intentan fomentar la
formación de colmenas de abejas en ciudades, conforme pesticidas y
monocultivos hacen del campo un entorno más hostil.
La población de abejas está en un grave declive en todo
el mundo, amenazada por un fenómeno del que se sabe muy poco y conocido
como desorden de colapso de colonias, que se cree tiene como principal
causa un virus contagiado por ácaros que se alimentan de hemolinfa, la
"sangre" de las abejas.
Además de fabricar miel, las abejas son importantes
polinizadores de plantas en floración, incluyendo muchas frutas y
verduras. Un informe de Naciones Unidas de 2011 estimó en 153.000
millones de euros al año el trabajo de este y otros polinizadores.
"A las abejas les va bien en las ciudades", señaló
Stephen Martin, de la Universidad de Sheffield y experto en el mortal
ácaro Varroa, que ha sembrado la destrucción en las colmenas de abejas
de todo el mundo desde que fue exportado de su Asia nativa en los 60.
"Hay muchas plantas y flores en las ciudades de las que
pueden vivir las abejas. Tenerlas en los tejados es una gran idea
porque las mantiene fuera del camino de la gente", señaló.
"Creo que estas iniciativas son muy buenas, mientras
las mantengan adecuadamente", dijo. "Una vez el ácaro entra en una
colonia, cosa que hará, en un periodo de dos a cuatro años la colonia
morirá".
Londres, París y Melbourne son algunas de las ciudades que intentan esa misma estrategia.
El Stadtimker de Viena no tiene ayuda central del
Gobierno, pero ha convencido a los responsables de muchos de los
edificios históricos de la ciudad para que les dejen construir "hoteles
de abejas" en los tejados sobre los parques y el bulevar de Viena.
Munk, que hablaba con Reuters mientras cambiaba los
panales en el tejado de la Cancillería, levantada en el siglo XVIII y
donde el Gobierno celebra su reunión semanal de gabinete, dijo que la
cosecha de miel irá a los administradores del edificio como regalo.
"Fue sorprendentemente fácil convencerles para que nos
dejaran hacer esto", dijo. "Muchos de ellos ya están preocupados por el
medioambiente y querían hacer algo".
Munk, de 39 años, trabaja a tiempo parcial como
programador de software para dedicar todo el tiempo que puede a sus
abejas. Aprendió las labores de apicultor de sus tíos a los siete años,
pero es una rareza en Austria, donde la mayoría de los apicultores
tienen 55 años o más.
"Es una afición de viejo", comentó Robert
Brodschneider, investigador del Instituto de Zoología en la Universidad
de Graz y el experto más destacado de Austria sobre el tema. "No sólo
hay escasez de colonias, sino de apicultores".
Brodschneider, que lleva cinco años recogiendo datos
sobre población de abejas en la región, dijo haber visto un ascenso
repentino en el porcentaje de colonias de abejas que murieron el pasado
invierno, según resultados preliminares de su última encuesta.
Sólo en Austria, donde las abejas habían tenido
relativamente poco problemas, una de cada cuatro colonias murió el
invierno pasado, frente a la proporción anterior del 9 al 16 por ciento,
dijo el experto.
"Creo que va a ser el año más alto de pérdidas en toda
Europa central", dijo a Reuters, señalando que aún no está claro si es
un bache o un signo de aceleración en el fenómeno. "No sabemos lo que
está pasando".
Munk es realista sobre lo rápido que puede marcar la
diferencia su trabajo. "Yo diría que en menos de una generación no
podemos conseguir mucho", dijo. "Pero todo en la vida lleva tiempo".
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