Unos pequeños roedores, los agutíes ladrones, han ayudado a que las palmas y otras grandes plantas tropicales sobrevivieran tras la extinción de los gonfotéridos -antepasados de los elefantes- que antes distribuían sus grandes semillas, según un artículo que publica hoy Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Los pequeños mamíferos roedores, de la familia de los
dasipróctidos, se caracterizan por sus orejas cortas y redondas y las
patas largas adaptadas al salto y a la carrera, informa la publicación
de PNAS
Por su
parte los gonfotéridos, o Gomphotheriidae, son una familia extinta de
proboscídeos, antepasados de los elefantes actuales, que vivieron entre
el Mioceno y el Holoceno.
Los gigantescos mastodontes y otros de
sus características cumplieron el papel de diseminadores consumiendo en
su dieta las semillas de especies de árboles que se tornaron
dependientes de esos mamíferos para su diseminación.
"La cuestión
es cómo estas palmas se las arreglaron para sobrevivir durante 10.000
años después de que se extinguieron sus diseminadores", indicó Roland
Kays, zoólogo de la Universidad estatal de Carolina del Norte.
"Siempre ha estado ese misterio sobre cómo se las arreglan estos
árboles para sobrevivir y ahora tenemos una respuesta posible".
Transmisores en las semillas
Los científicos de Carolina del Norte y del Instituto Smithsonian de Investigación Tropical
sujetaron diminutos transmisores de radio a más de 400 semillas, y
descubrieron que el 85 por ciento de esas semillas fueron enterradas en
"almacenes" por los agutíes.
Los agutíes pueden llevar las
semillas en su boca y las entierran como reservas para las épocas de
escasez; el seguimiento por radio reveló algo sorprendente: cuando los
agutíes desentierran las semillas a veces no las comen sino que las
llevan a otro sitio y las sepultan.
En el curso del año de
estudio, una de las semillas fue trasladada 36 veces sobre una distancia
total de 749 metros para terminar enterrada a 280 metros de donde fue
sepultada inicialmente. Finalmente un agutí la desenterró y se la comió
209 días después del primer almacenamiento.
Intrigados por tanto
trasiego, los investigadores usaron cámaras remotas para vigilar a los
agutíes y descubrieron algo más: a menudo los traslados se deben a que
unos roedores roban las semillas almacenadas por otros.
Al final del estudio, el 35 por ciento de las semillas estaba sepultado a más de 100 metros de su siembra inicial.
Incansables agutíes
"Los
agutíes movieron las semillas en una escala que ninguno de nosotros
había imaginado", comentó Patrick Jansen, del Instituto Smithsonian.
Por
su parte, Kay dijo que, si bien los científicos sabían que los agutíes
enterraban las semillas, "no se tenía idea de que ocurría este constante
entierro, desentierro, traslado, entierro y desentierro una y otra
vez". EFEverde
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