Este mes -el viernes 13- se ha cumplido el trigésimo aniversario de la reclasificación del Parque Nacional de Ordesa y el Monte Perdido (Huesca), aunque su consideración como tal data nada menos que de agosto de 1918, cuando se le denominada simplemente Valle de Ordesa.
Un Real Decreto de ese año, fechado en Santander y publicado en
la Gaceta de Madrid (numero 250), fijó los límites del parque; al
Norte, todo lo largo de la cúspide de las murallas que asoman al Valle,
desde Mondarruego a la Cascada de las Gradas de Soaso. Al Este, la
Cascada de las Gradas de Soaso.
Al Sur, desde esta Cascada a la
cumbre de las Murallas, siguiendo ésta por encima de la Faja de Palay,
hasta dar vista a Torla. Por el Oeste, desde donde empieza la Faja de
Palay mirando a Torla, al Puente de los Navarros, Sopeliana, San Guino y
Mondarruego.
En ese mismo decreto se creó también el Parque Nacional de la Peña Santa en Covadonga (Asturias).
Además,
las 15.600 hectáreas de este parque oscense, que es el más antiguo de
España, es desde 1997 Patrimonio de la Humanidad, entre otros muchos
títulos.
Ordesa es un buen reclamo para el turismo medio
ambiental, sostenible y cívico; ese que prefiere el disfrute respetuoso
de la naturaleza y también lo es, evidentemente, para los amantes de la
fotografía de naturaleza.
Las posibilidades que ofrece Ordesa son
enormes gracias a sus contrastes: desde el punto de vista paisajístico
poco hay que decir a lo que ya es de sobra conocido, valles de una
inmensidad absoluta, cascadas como la famosa de caballo y zonas boscosas
tan esperas en las que el fotógrafo tendrá que esmerarse para controlar
sombras, claroscuros y contraluces.
Contrastaran con la aridez
extrema de las zonas altas con casi permanentes aguas de deshielo y
innumerables filtraciones por grietas en las rocas.
Pero, si se
tiene paciencia y un equipo medianamente adecuado, un buen teleobjetivo y
un trípode y un disparador a distancia, podrá plasmar las imágenes de
animales que van desde la nutrias al urogallo.
Sin embargo la
verdadera estrella, aquella que el observador y el fotográfico querrán
ver sin duda alguna es el quebrantahuesos, una de las aves más grandes
de este planeta y que tiene en Ordesa uno de sus principales refugios,
al igual que el buitre leonado y otras depredadoras.
En el lado
contrario, por lo que a tamaño se refiere que no por el interés de la
fauna, el fotógrafo podrá encontrar la rana pirenaica, anfibio típico de
esta zona.
Todo esto lo podrá observar en los cinco itinerarios
perfectamente señalados: Ordesa, Añisclo, Escuaín, Valle de Piñeta y
Monte Perido.
Seguro que el caminante, el observador o el
fotógrafo sentirán cercanos los murmullos de los viejos pobladores de
estos valles. EFE
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